Peligroso Ángel

6

Se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar (Immanuel Kant). 




Avanzaba por la sala arrastrando detrás de mí las pesadas maletas de Aníbal. Mañana era el día en el que partía a Alemania a tratar su "reunión", y si, digo supuesta por el anónimo que descubrí en su oficina.

No he podido ser la misma con el señor Moore. Bueno, no es que he cambiado mucho con él simplemente no soy yo quien lo busca. Pensar muy bien cómo llevar la situación con respecto a los anónimos es algo que me tiene cabezona, aun no sé si Aníbal sea la víctima o tal vez sea el victimario.

No quiero equivocarme con él, que me suceda como en esas historias que suelo leer en mis tiempos libres donde todas las pruebas incriminan a alguien que al final es el menos que tiene vela en ese entierro.

El sonido del timbre me saca de esta pequeña novela policíaca en mi cabeza, miró a mi alrededor y ninguna persona de servicio se encuentra cerca.
Me dispongo abrir la puerta, camino hacia la misma y giro la manilla encontrándome con un hombre muy alto. 
Vestía un traje negro y lo miré tan largo como era, su pinta de muñeco de pastel me indicó estaba trabajando y lo corrobore cuando abrió la boca y dijo:

—Buenos días señorita, le hago entrega del paquete solicitado y pagado por internet, solo necesito que firme aquí —el muchacho me entregó el paquete que traía en sus manos y me extendió una hoja la cual debía filmar como constancia de que el paquete fue recibido.

Servicio de entrega Premium. Supongo.

No tenía idea de quien hizo la compra, pero el papel lo tenía que firmar, eso es lo que se hace en la televisión, mayormente en las telenovelas donde las criadas firmaban este tipo de cosas y se lo entregaban al dueño, no es que yo sea la criada (ni que casualmente yo vea novelas) pero me tocó interpretar el papel.

—Claro, solo dígame dónde.

Me señaló entregándome un lápiz de tinta, firmé he inmediatamente el joven se marchó con una sonrisa en su rostro.

Entre nuevamente a la casa y coloque el paquete sobre una mesa visible a toda vista, de esa manera el dueño al verlo lo tomará. Volví a lo que estaba conduciendo las maletas al lado de la chimenea, fue donde Aníbal me dijo que las colocara y ya veo por qué, una especie de garaje para maletas había en ese lugar. Las dejé allí y subí escaleras arribas, tenía que buscar mis cosas para empezar a trabajar, llegar tarde no era mi hobby.

—Detente allí asistonta —escuche la molesta voz de Rosa detrás de mí.

Bufé un tanto fuerte por el gran y evidente fastidio que me produce encontrarme con la princesa de la familia Moore, tomé aire para llenarme de paciencia y voltee mi cuerpo mostrándole una amplia sonrisa que trate que se viera lo más natural posible, ella estaba checando su celular al frente de las escaleras. Por lo visto tenía planeado salir.

—Dígame señorita Rosa —le dije contraponiendo seriedad a la forma en la que se había dirigido a mí. Pareció no notarlo por la gran distracción que sostenía frente sus ojos.

Levantó un poco su rostro para observarme, me detallo con la mirada y su rostro hizo un gesto de desaprobación.

— ¿Sabes la hora exacta en la que sale el vuelo de mi "Padre"? —me quitó la mirada y la volvió a colocar en su celular antes de que le pudiera responder.

—Al parecer sale mañana a las dos de la tarde.

— ¿Al parecer? —repitió. Guardó el celular en su bolsillo trasero y sus claros ojos se posaron fijamente en los míos—. Eres tan estúpida en tu trabajo que ni siquiera sabes el momento que sale el vuelo de tu Jefe, sin duda estamos rodeados de puros inútiles.

—Señorita rosa yo…

—… SILENCIO —me calló con autoridad—. Solo dime dónde está ahora, si es que sabes porque por lo visto tu trabajo es pasearte de un lado a otro por toda la casa.

—Se encuentra en su despacho —me dirigió una última mirada en total desaprobación y desapareció escaleras abajo.

Ahogue un grito de rabia que sentí que me reventaba por dentro, esa mujer me sacaba de quicio, cómo es posible que existan personas tan detestables.
Desde el primer momento en que la vi no me trajo buena espina y gritar a diestra y siniestra al parecer era su hobby favorito.

Camine libremente por el pasillo hacia mi habitación, entré y tomé todo lo necesario para empezar a trabajar, desde mi laptop que estaba sobre la mesa de noche hasta el registro de los documentos contables que colocaba dentro de una gaveta retirada al final de la habitación.

— ¿Se puede? —escuché dos golpes sonar en la puerta. No recuerdo haberla cerrado, me giro y parado frente a mi estaba la sonriente silueta de Luciano.

—Por supuesto que sí, no faltaba más joven Luciano —caminé hacia él tratándolo de guiarlo por mi habitación un acto que resulto extraño, claramente no debí haber hecho eso.

Sonrió levemente mostrando un poco su perfecta dentadura.

— ¿A qué hora sale el vuelo de Papá? —me pregunto aun manteniendo ese hermoso semblante. Podía estar observándolo por horas y horas sin cansarme.
Que ojos...

—Ana —su voz me saco de mis pensamientos, verlo pasar su mano frente mi cara para devolverme a la realidad me apeno un poco.

—Lo siento, solo pensaba en… —trate de buscar una escusa creíble para justificar mi idiotez.
...
—… Ir a tu puesto de trabajo antes de que Padre se enoje —dijo por mí.

No fue la excusa que había pensado pero era bastante creíble para utilizarla.

—Exactamente joven Luciano, créame que lo menos que quiero es ver al señor Aníbal enojado.

—No quitaré más de tu tiempo, solo necesito que me respondas la pregunta que te hice para agendar algunas cosas.

—La aerolínea informó que el vuelo está programado para el día de mañana a las dos de la tarde —tomé un bolígrafo sobre mi mesa de noche y lo introduje en unas de las carpetas.

—Muchas gracias por la información Ana, que mi padre te quiera más —sin decir nada más desapareció.

¿Qué?
¿Él dijo...?

Quede perpleja, sus palabras se enterraron en mi cabeza letra por letra dejándome helada. Cómo Luciano sabe lo que pasa entre su padre y yo, ¿Quién se lo habrá dicho, habrá sido el propio Aníbal?, no lo creo ya me lo fuera contado… ¿y si no lo hizo?. ¿Cómo lo supo?.
Ya una vez descubrí que me ocultaba muchas cosas porque esta no sería la excepción.

¿Qué tanto sabes Luciano…?


Abrí la puerta del despacho y la cerré detrás de mí una vez adentro, ignore la presencia de Miguel dirigiendo mi atención hacia Aníbal quien me observaba con una muy pícara sonrisa.

—Señor Aníbal ya todo se encuentra listo para su viaje —me detuve al lado de su asiento extendiéndole un documento que falto por filmar. Miguel rió falsamente como llame a su padre… “señor”.

—Si planeas ser mi asistente durante la ausencia de papá deberías de ser más rápida, esto de estar llegando tarde a tus labores no es algo que me tolere con frecuencia en un equipo de trabajo, a mí me gusta la eficiencia —Sus ojos marrones destilaban maldad pura y una chispa de travesura se reflejó junto una sonrisa cínica que me dieron una sola e inequívoca impresión; que estos quince días iban hacer una tortura en todo su esplendor.

—No tendrá ningún inconveniente joven Miguel, suelo adaptarme a las situaciones que tengo que enfrentar. Para cuando el señor Aníbal este de vuelta ya habremos hecho una excelente labor para el bienestar del conglomerado —sostuve mi ojos sobre los de él que trataba de intimidarme. 
Su marrón penetrante me exigía que hullera lejos y nunca volviera mientras que su descarada sonrisa me declaraba la guerra o en el peor de los casos que si no desaparecía, se iba a tener una buena diversión conmigo.

El gran día ha llegado.

Hoy es el viaje de Aníbal, para mi desgracia paso momentáneamente de las manos del padre a las del hijo, y no las de un hijo bueno de las mil maravillas no, paso hacer la asistente del hombre más frio, sangrón, engreído e imbécil que he conocido en mi vida.
Las cosas habrían sido diferentes si Aníbal hubiera dejado todo en manos de su hijo mayor, el joven Luciano Moore. 
Ese si es un caballero de verdad no como la burla de hombre que es Miguel.
*

La puerta de mi habitación se abrió un poco, el leve sonido al girar la manilla me hizo voltear inevitablemente viendo un cuerpo escabullirse por el estrecho espacio formado.

Aníbal.

Avanzó hacia mí y me envolvió entre sus brazos mientras sus suaves labios se presionaron sobre los míos en un desesperado y necesitado beso.

—Te voy a extrañar un montón —me dijo luego de separar sus labios de los míos sosteniendo mi rostro con ambas manos—. Te lo digo enserio, te has convertido en una persona muy especial para mi… y he estado pensando que —Hizo un corto silencio en el que aproveche para pasar mis manos por su espalda. Con sus ojos clavados el los míos dijo: 

—Cuando regrese nos comprometeremos.

Abrí los ojos exageradamente.

La clara sorpresa y estupefacción invadió mi rostro y Aníbal lo notó.
No tenía intenciones de rechazarlo, pero tampoco quería decirle que si apresuradamente, aun no estaba preparada para esta conversación.
Hace poco tiempo lo había aceptado como hombre sin pensar en otras posibilidades. Él lo merecía, tenía derecho a una relación seria como la figura respetable de sociedad que es.

Relajé mi semblante y le dedique una sonrisa traviesa.

—¿te parece bien que hablemos este tema cuando estés de regreso? —tomé sus manos sobre las mías—. Prometo tenerte una respuesta.

Acaricio mi mejilla con sus nudillos y una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

—Está bien princesa, te esperaré hasta entonces —presionó nuevamente sus labios sobre los míos, un beso dulce y lento me llevó a la cima del cielo. Con lentitud bajó ambas manos de mi espalda a mi cintura presionándome contra su cuerpo, solté un leve gemido sobre sus labios mientras mi cuerpo experimentaba una fuerte corriente –esa que anticipaba cada uno de nuestros deliciosos encuentros– de la cabeza hasta los pies.

—¿Sabes lo que voy a extrañar cuando me vaya? —sus grandes manos se alejaron de mi cintura entrelazándose entre las mías.

—¿Qué?

—Tus labios. Tus dulces y suaves...

Cuando estaba con Aníbal todo a mi alrededor desaparecía, era increíble pero me olvidaba del mundo entero, de las personas hasta incluso de los secretos. En estos momentos no había espacio para la duda, solo era él y yo.

— ¿Me acompañas al aeropuerto? —lo escuche decir mientras daba cortos besos en mi cuello.

Su toque enervante me enajenaba como pocos placeres podrían, pero aún dentro esa bruma debía recordar como se habla. 

—Si claro, por supuesto. —nuestras miradas se encontraron, él que alguna vez fue un hombre imponente con una mirada pesada e indescifrable hoy lucia como un hombre enamorado, vulnerable y un brillo fascinante en sus ojos, un hombre de quien cada vez me enamoraba cada día más.

Aníbal dio un último beso en mis labios antes de tomarme por la mano jalándome fuera de la habitación, ya faltaba media hora para las dos de la tarde y perder el vuelo no estaba en sus planes. Tomados de la mano bajamos las escaleras y una vez en la sala principal lo solté, alguien podría vernos y no tenía intenciones de lidiar con nadie y menos si en estos momentos Aníbal no iba a estar junto a mí para enfrentarlo.

Inmediatamente como si nos estuviera programada una nube gris apareció Miguel de la cocina quien iba comiendo unas galletas que llevaba en la mano, lo seguimos subimos en su camioneta y nos marchamos, Aníbal me explicó que Miguel sería el único de sus hijos que lo acompañaría al aeropuerto Luciano y Rosa al parecer tenían reuniones a las cuales asistir.

Lo creo del joven Luciano que tiene pinta y porte de un hombre trabajador y responsable, ¿pero de Rosa?.
Las únicas 'reuniones' que puede tener esa mujer seria con estilistas y salones de bellezas.

En veinte minutos ya estábamos en el aeropuerto, Miguel ayudó a Aníbal a bajar un par de maletas del auto y cuidarlas hasta que él hiciera todo los trasmites necesarios para abordar el vuelo.

—Ya todo está listo —apareció detrás de nosotros—. Solo hay que aguardar unos minutos —caminó hacia Miguel y tomó sus maletas—. Se cuidan y hagan un excelente trabajo.

—Así será padre.

—Cuente con nosotros señor Aníbal.

Nuestra conversación fue interrumpida por las bocinas avisando que los pasajeros con destino a la ciudad de Berlín Alemania debían abordar el vuelo. 
Aníbal nos dirigió una última sonrisa y antes de marcharse me guiño un ojo sin importarle si Miguel estuviera viendo o no. 

Increíble y en cierta medida vergonzoso... como mi sonrojo.

Poco a poco se fue alejando arrastrando sus maletas consigo hasta desaparecer por unas de las puertas que eran custodiadas por guardias.

—Por fin solos —Murmuro miguel, no voltee a verlo pero podría jurar que había un gesto de diversión en su rostro. Mi vista aún seguía puesta en la puerta por donde había desaparecido Aníbal. 

No me gustaban las despedidas, me llenaban de un sentimiento de nostalgia y algo de depresión. Sé que estará ausente por un corto tiempo y luego estará nuevamente junto a mí pero me es imposible evitar sentirme así.

—Andando, tengo una empresa entera que atender —Miguel comenzó a caminar alejándose de mi—. En el auto te explicaré como será tu nievo trabajo.

Aguarda. ¿de qué está hablando este loco? Yo sé muy bien como es mi trabajo. 
Es él quien necesitara asesoría cuanto antes. 
Sea lo que sea que esté pasando por su cabeza no me va a gustar nada, camine detrás de él hasta la salida subimos al auto y partimos.

—A partir de hoy planificaras todas mis citas —no quitó la mirada del camino.

—Eso hago —le dije con simpleza.

Me observó con el rabillo del ojo y sus labios se separaron en una sonrisa macabra.

—Eso incluye las citas con las mujeres de los clubs la gran esquina, el paraíso soñado y las diablas del cielo… las chicas del paraíso soñado todas son unas mamacitas, están como quieren...riquísimas.

Lo miré con incredulidad, ¿cómo se atrevía a pedirme semejante cosa?
Eso no formaba parte de mis deberes.

—Me va a disculpar joven Miguel pero con el señor Aníbal yo…

—… Nada del señor Aníbal —Me interrumpió—. Ahora trabajas para mí y por lo tanto seguirás mis reglas o te despido echándote de patitas a la calle así o mas claro. 

Antes esas últimas palabras me quedé callada. No tenía intensión de perder mi trabajo y para ser sincera Miguel no estaba bromeando, se notaba como disfrutaba controlarme a su antojo.

Respira 

—Tiene razón joven Miguel, ahora trabajo para usted y sus reglas son otras.

Rió con diversión, su semblante denotaba lo mucho que estaba disfrutando el momento, me guiño un ojo.

—Has tomado la mejor decisión en respetar mi modelo de trabajo, ganaras más estando de mi lado que en mi contra —me volteó a ver por un segundo—. Otra cosa, no quiero que me sigas llamando joven Miguel ahora para ti seré papacito Miguel.

Mi desconcierto al escucharlo era cada vez peor “papacito Miguel”, estaba loco si pensaba que iba a llamarlo así. Abrí mi boca exageradamente y mis ojos se clavaron en su rostro. Puedo jurar que mi párpado derecho también se estaba volviendo en mi contra, por que no conseguía ver con nitidez. Todo era rojo para mí ahora.

Él sabía muy bien que lo observaba pero por ningún momento me volteo a mirar sus ojos seguían puesto en el camino y su estúpida sonrisa sínica que me reventaba por dentro estaba más presente que nunca.

—No estarás hablando en serio —clavé mis uñas en mis piernas sobre mi falda de tubo.

—¿Acaso me estoy riendo? —Su expresión fue seria— y si pensaste que programar mis citas intimas era todo te equivocas. También tendrás que ir conmigo para arriba y para abajo, como si fueras una especie de cola así como la que tienen los perros ¿sabes?.

¡Claro, por que él es un pe...

¿Cómo que su cola? Imbécil. Aunque pensándolo bien eso era lo único que le falta para terminar siendo un animal rastrero.

—Me acompañaras a los club, bares, fiestas, burdeles, subirás conmigo a mi habitación y estarás allí hasta que me duerma, y para cuando despierte ya tendrás que estar parada al lado de mi cama como una buena asistente.

No dije nada, solo me dedique a escuchar sus idioteces, ridiculeces, estupideces… no existe palabra para describir semejante atrevimiento. Yo no podía convertirme en su rabo como había dicho, y encima que estuviera allí con él cuándo se fuera a follar a sus vagabundas. 

De que lo estaba haciendo a propósito lo estaba haciendo a propósito. 
Con el objetivo de que yo no pueda cumplir con todas sus exigencias y así encontrar una excusa perfecta para despedirme y mandarme lejos de una vez por toda.

No le voy a dar el gusto. 
Si Miguel quiere juego entonces juego le voy a dar.

Y caer en sus garras no está en mis planes.
***

Holaaaaaa!!!! Aquí un nuevo capítulo de la historia, Me divertí y reí mucho mientras se escribía. Espero que también les allá gustado a todos ustedes. No olviden dejar sus votos y comentarios.
Sin más que decir me despido... EV. 



PennyMo–MoysesEV.



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En el texto hay: misterio, mentiras, romance

Editado: 25.06.2021

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