Nadie está graduado en el arte de la vida mientras no haya sido tentado. (George Eliot)
Miguel se despojó increíblemente de su camisa utilizando tan solo una mano, dandome una excelente vista de su perfecto y bien formado cuerpo; abdomen plano, pecho definido, brazos fuertes… todo con lo que se podía soñar. La lujuria y mi razón emprendieron una batalla donde el ganador decidía que iba a pasar conmigo en este instante.
Uno no es de piedra, por favor.
—Aguarda, aguarda, aguarda —me coloque de pie de un brinco arreglando mi vestido, en su rostro había una chispa de confusión y deseo.
Por lo visto ganó la razón.
—¿Qué sucede?
—Ehh… ehh, ¿Qué… que estás haciendo? — Pregunto, abre los brazos a sus costados y en la forma en que me mira me dice como que: no es obvio.
¿¡Qué no estaba ebrio!?
Camina hacia mi deteniéndose a una distancia corta para mi gusto y muy tentadora para mi auto control.
Hey, Anastasia. Concéntrate.
—¿Qué estoy haciendo? —Repitió mi pregunta—. Estoy dando el primer paso a lo que no te atreves hacer pero has deseado desde el primer instante en que me viste… tener sexo.
Las directas que fueron sus palabras me hicieron estremecer.
—No tengo idea a que te refieres. Si piensas que tendré sexo contigo estas muy equivocado, olvidalo. ¿Creés que lo haré después de que estuviste con una prostituta? ¿Luego de salir de un burdel de quinta? No, gracias.— con valor sostuve mis ojos sobre su mirada que se transforma en asesina, no le agradan nada mis palabras pero no tengo otras para él. Yo también puedo ser directa.
Ya decidida a irme me volteo para salir pero vuelve y me toma del brazo obligándome a quedar nuevamente frente a él.
—¿Y a ti quien te asegura que Padre no se acuesta con prostitutas?
Ese fue un golpe bajo.
Quisiera decir que no sentí nada al escuchas sus duras palabras.
Estoy conciente de que habla desde su frustración, solo por que una mujer finalmente le negó algo. Pero duele.
La impresión fue tan fuerte como si fuese recibido un balde de agua fría. Mi cuerpo se tensó y él lo notó.
—No me importa si el señor Aníbal se acuesta con prostitutas o con quién se le dé la gana —me suelto de su agarre—. Eso corresponde a su vida privada, no soy quién para meterme en ella y usted tampoco si conociera el respeto —sin decir más salgo de la habitación, no contuve las lágrimas y las deje caer.
Corrí a mi habitación como pude, me pareció ver a alguien en la sala pero lo ignore. Llegué y me tiré a la cama reprimiendo un fuerte dolor que apretaba mi pecho, quedándome dormida en medio de lágrimas como aquella dolorosa noche.
***
—Te amo y aunque me dejes siempre te amaré —las lágrimas llevaban horas corriendo por mi rostro haciéndolo un desastre.
***
_______
—Aquí tiene señorita Anastasia, un café bien cargado como a usted le gusta —Patricia coloco la pequeña taza de porcelana sobre la mesa, la tomé. Todas las mañana que me levantaba temprano venía a la cocina a conversar con ella y a disfrutar de tranquilidad. Me hacía olvidar y ver el día con otra perspectiva.
—Buenos días — parece que no somos las únicas madrugando.
Luciano apareció en mi campo de visión, con una mano tapaba su boca mientras bostezaba y con la otra rascaba la parte de atrás de su cabeza, llevaba puesta una piyama de rayas azules y blancas que le quedaba muy bien, su cabello desordenado le daba un aire fresco y despreocupado.
—Oh Ana, ya estas fuera de la cama —camina a mi dirección y toma asiento justo frente a mí—. Pensé que te levantarías más tarde, debes estar rendida. No es nada fácil de tratar mi hermanito.
El comentario venían acompañado de una cara de circunstancias a la que sonreí ampliamente.
—Tiene razón. No fue mi mejor día y sospecho que no será menos hoy. Pero también trato de comprender al joven Miguel, llevar el control de un imperio de la noche a la mañana se puede salir de la manos.
—Eres tan comprensiva Ana, te admiro. Ojalá existan muchas mujeres como tú —colocó sus manos sobre las mías por encima de la mesa y una sensación extraña invadió mi estómago—. Papá tomó una buena elección en elegirte como su asistente —apretó un poco su agarre, intensificándola la revolcada de estómago que estaba experimentando.
—¿Se le ofrece una taza de café joven Luciano? —Patricia se acercó con la cafetera. Luciano asintió y soltó mis manos para aceptar la taza que le estaban ofreciendo.
Mi estómago se controló.
—Yo me iré. Mi jefe debe de estar por levantarse y no quiero tener una mala mañana —me coloco de pie y me despido con una sonrisa.
—Buena suerte Ana. Paciencia.
Solo asiento y le sonrió como una tonta antes de salir de la cocina.
¿Qué fue todo eso?.
Este trio de hombres me van a volver loca.
Estuve a punto de subir las escaleras cuando recordé que Miguel no estaba en su habitación me giré y fui hacia las habitaciones de planta. Entré donde lo había dejado.
Aun duerme.
Agradecí que en la habitación hubiera una silla, me senté y esperé a que despertara. Solo bastaron quince minutos para que empezara a moverse, pasó ambas manos por su rostro antes de abrir los ojos, quitó de su cuerpo las sábanas que lo cubrían de la cintura hacía abajo y se sentó sobre la cama con los pies en el suelo.
Su reacción al verme al principio fue de confusión pero no tardó para que se le dibujara en sus labios esa sonrisa que tanto detesto.
—Comienzas el día siendo eficiente. Tendre que llevarte al Paraíso más seguido —con precisos movimientos en su cuello lo hizo sonar de lado y lado.
《Que ni se te ocurra》
—Buen día joven Miguel ¿cómo amaneció? —Ignore todas sus palabras extendiéndole una amplia sonrisa.
—Recuerdo que así no era como me tenías que llamar. Lo pasaré, porque siéndote sincero tampoco me gusta. Me hace sentir viejo —se colocó de pie, paso su mano por su desordenado cabello—. Respondiendo a tu pregunta; no muy bien que digamos, anoche una chica me dejo súper caliente y es algo que no pienso pasar por alto —Esa extraña sensación vuelve a mi estómago y mis mejillas se calientan lo suficiente como para notar que me he sonrojado—. Ya verás que la hare pagar.
Me lanzó una mirada retadora junto a una sonrisa maquiavélica y salió de la habitación, solo en pantalones dejándome con un montón de palabras en la boca.
Trague grueso.
Esto si tiene que preocuparme.
Ya experimenté lo malo que puede llegar a ser Miguel mas no sé si tenga límites su maldad.
Con todos esos pensamientos negativos rondando mi cabeza sobre que me puede pasar, me dirijo a mi puesto de trabajo y allí lo espero. Yo creo, pienso y sé, que con él me he portado bien; no he descuidado mi trabajo ni nada por el estilo. Tendré que valorar la opción de portarme excelente y deje atrás lo que sea que esté pensando hacerme.
Es el colmo que esté actuando de esta manera solo porque no quise tener sexo con él. ¿Acaso nunca lo han rechazado en su vida?... siempre hay una primera vez.
Lo veo abrir la puerta, entra con una seguridad como si el mundo fuese suyo.
Llevaba puesto unos jean azules que se ajustaban a sus piernas, una franela blanca de mangas arremangada hasta sus codos y un gorro negro de lana que dejaba la parte delantera de su cabello descubierta.
El estilo del día está muy alejado del que un Licenciado serio usaría.
Por el porte que tiene a sus 27 años puedo apostar que se ha levantado a medio piso entero.
Me coloco rápidamente de pie y empiezo mi plan: “Convencer al jefe”.
Saco su silla un poco del escritorio para que pueda sentarse sin esfuerzo.
Ríe con diversión.
—Ya le dejé todo listo para que empiece —el muy imbécil no dejaba de reírse—. Su agenda la adapte a sus tiempos libres. La bandeja de su correo electrónico fue separada por carpetas; la de los asuntos laborales y personales, y por ultimo deje todos los eventos especiales para el fin de semana.
—¿Estás haciendo todo esto para que no te castigue cierto?
Mierda, me descubrió.
—No sé qué de que me habla —me hice la desentendida.
—Oh, sí que lo sabes —menea la cabeza mostrando su perfecta dentadura—. Toda esta atención que me estás dando y finges estar al pendiente de mi es para librarte de tu castigo… te tengo noticias, no lo lograras.
Hago mi mayor esfuerzo por no mostrarme por descubierta.
—No sé de qué castigo me hablas, ayer me dejaste muy claro que solo llevaba dos faltas ambas injustas pero solo dos, todavía me falta la tercera.
—La tercera falta la cometiste anoche.
¿Me está hablando enserio? No tiene ningún derecho para hacerlo. No es mi responsabilidad.
—¿Me estas jodiendo? No tienes ningún dere…
—… ¿Dónde quedó la Anastasia de hace un momento? —me interrumpió.
Se fue a la mierda y lo que quiere es golpearte en este preciso instante.
—Con esa actitud dudo que logres algo, ¿porqué no llegamos a un acuerdo?, desde hace semanas he estado pensando en hacerte una propuesta y el momento ha llegado —Me indicó que tomara asiento en la silla de invitados justo al frente de él.
Me senté y aun molesta le mantuve la mirada.
—Yo puedo dejar de ser algo rudo contigo, admito que se me ha pasado un poco la mano. Puedo devolverte el horario de trabajo que tenías con papá, también te eliminaré los trabajos extras que te impuse y todo volverá a la normalidad— se golpeó la cabeza o esto tiene trampa— No me mires así, que lo que quiero es un acuerdo que nos beneficia a ambos. Tendrías que aceptar ser mi chica y...
Mis ojos se abrieron al tope y mi mandíbula cayó al suelo, ¿acaso dijo lo que acabo de escuchar?.
—¿Qué? —Fue lo único que logré pronunciar.
—Cómo has escuchado, te devolveré todo lo que tenías y hasta más si así lo deseas. Solo tienes que aceptar tener una relación clandestina conmigo, serán solo unos días hasta quitarme a una chica pesada de encima. Así también me demostraras que no tienes nada con mi padre. Los dos ganamos.
¿Por qué me pide estas cosas a mí?
¿Será cierto que hay otra chica?
Es Miguel Moore, el tipo que dice chao y listo.
Sea lo que sea que esté pasando por su cabeza me da la opción de volver a cierta normalidad; tener mi trabajo como días atrás y cometer un par de locuras.
De ninguna manera menosprecio el dinero que pueda ofrecer, sin embargo, la paz mental que está en juego me resulta más tentadora.
—Lo voy a pensar.
Sus labios se extendieron en una sonrisa de boca cerrada.
—Te doy hasta el mediodía, no es mucho lo que tienes que pensar.
Sin mirarlo me coloco de pie y abandono el lugar. Si sus ojos me revelaran cuáles eran sus intenciones mi respuesta habría sido clara e inmediata.
¿Será cierto lo que dice? Lo que si tengo claro es que tengo que alejar a Miguel de lo que realmente sucede entre su padre y yo. Serán trece días hasta que él vuelva, ¿Qué más puede pasar?
Subí a mi habitación dando vueltas de un lado para otro, pensando. Lo mismo hice en los pasillos, sala, cocina y ahora en el patio trasero de la mansión. La verde hierba bien podada que se extendía casi por todo el lugar le daba al ambiente un aire fresco y reconfortante pero no me daba la respuesta que yo quería.
____
Después de tanto pensar por fin tengo la respuesta que le daré a Miguel. Por mi tranquilidad he tomado la decisión correcta. Ya estoy cansada de estar metida en problemas, misterios, salidas misteriosas, anónimos, fiestas y muertos para ahora complicarme la vida cuando solo hay una respuesta a su pregunta.
El sonido del teléfono esfuma la nube de pensamientos donde estaba sumergida, veo en la pantalla el nombre de mi amigo Esteban y atiendo.
—Aló —hablé luego de colocar el celular en mi oído.
—¿Ana?... ¿Dónde estás?, ¿ya llegaste a la empresa? —el tono de su voz fue bajo y algo preocupado.
—No, recuerda que tengo nuevo jefe y por lo tanto tengo nuevo horario, porque ¿Qué pasa?
—Ana, escucha con atención. No tengo mucho tiempo.—hubo un largo silencio—Necesitamos ayuda. Fuimos evacuados, nos ordenaron meternos en el depósito de insumos y ahora estamos encerrados. Llegaron camiones de cargas con cientos de hombres armados. Y los de seguridad se volvieron locos... ve con el Sr Moore.
—Pero ¿Qué? ¿Cómo?, ¿estás bien? —me había alarmado, él lo notó.
—Sí, yo estoy bien no te preocupes. Tengo que colgar porque cada rato entra un hombre a supervisar que todo esté en orden acá adentro. No sé lo digas a Susan, estaré bien. Cuando te vea te cuento con más detalles, adiós. —colgó el teléfono.
Quedé sorprendida y preocupada por lo que me acaba de contar Esteban, el tono de su voz era preocupante y no era para menos, la empresa estaba llena de hombres armados. Tal vez fueron a robar, de seguro se están aprovechando de la ausencia de Aníbal para desvalijar el conglomerado.
Miguel tiene que saber lo que está pasando.
Estaba por dar la vuelta y entrar corriendo directo al despacho y contarle a Miguel la situación que estaba ocurriendo cuando unas manos acariciaron mis hombros. El contacto es suave pero no disminuye en nada mi respiración agitada. No me muevo, no hago ningún movimiento brusco hasta que una cálida respiración se estrelló en el lóbulo de mi oreja.
—Son las doce y punto del medio día, muero por escuchar tu respuesta —susurró en mi oído, sus manos bajaron a mis brazos y me volteó de un rápido movimiento obligándome a enfrentar esos ojos cafés.
—Yo… ehh… ya te tengo… una respuesta
Sus ojos se iluminaron.
—¿Ah si? —arqueó una ceja—. Estoy ansioso por saber.
Sea cual sea mi respuesta va a traer consigo problemas y calamidades a mi vida, así que me quedo con vivir el presente sin pensar en el mañana.
—…