No hay nada bueno o malo, el pensamiento lo hace así. (W. Shakespeare)
Sí o no.
Un respuesta simple y complicada cuando se trata de darla a un hombre como Miguel.
Y no por que él fuese difícil de mirar a causas de alguna deformidad. No, el definitivamente es el tipo que cualquiera chica volvería a ver. Y lo peor es que si lo encontrara en calle con su actitud salamera yo sería una de ellas.
O lo hubiese sido hace algunos años.
Hace tiempo aprendí que hay apariencias tan hermosas y angelicales ocultando corazones podridos o en su defecto vacíos.
Miguel exige como su derecho un sí que me compromete de formas desagradables con él.
Plenamente consciente de que somos una masa conformada por nervios y músculos y que acceder ahora mismo no me hace menos persona le contesto:
—Acepto
Es la expresión entre satisfecha y desconcertada que me anima a continuar.
—Puedo fingir ser tu chica, con ciertas condiciones.– de forma grácil levanta una ceja y ríe complacido.
>> Solo serán unos cuantos días —recalco la última frase—. Luego de ese tiempo nos olvidamos que esto sucedió, y no hace falta aclarar por qué lo hago.
Me observa triunfante y terriblemente ingenuo a lo que advierten mis palabras.
Casi puedo escuchar un 'eso es todo' de su parte.
—Y otra cosa muy importante; nada de besos, caricias, lindas palabras, detalles y sobre todo nada de sexo —enumero con mis dedos, hace un puchero por la ultima negación sin que desaparezca de su rostro la autosuficiencia.
No esperaba que saltara en un pie o hiciera berrinche pero la forma de descolgar la cabeza a carcajadas no estaba en mis planes.
—En serio que eres de lo que no hay Anita– dice de manera burlona– mucha confianza en ti misma ¿no lo crees?, no hará falta que mueva mis cartas. Tú te entregaras gustosa, puedo esperar que no será mucho.
Imbecil, mil veces imbecil.
Molesta me marcho de la habitación y lo dejo ahi con su ego más grande que las bolas de Simón Bolívar, ojalá se ahogue.
Esteban
Esteban, lo siento tanto.
Han pasado un par de horas desde que me llamó y yo aquí.
Pero nada me garantiza que Miguel sea confiable y el móvil de Anibal está apagado.
Llamo al joven Luciano y su teléfono esta fuera del área de servicio según la operadora.
Miguel, ¿podría ser qué él...?
Tengo que intentarlo.
—Miguel, debemos ir a la empresa. —trato de ocultar mi preocupación, me ve extrañado, como si no entendiera lo que le estaba diciendo. Sé que ir a la empresa no es algo que me apasione ni mucho menos me emocione pero lo que estuviera pasando nos afecta a todos.
—Hoy no iremos a la empresa —suelta sin importancia.
—¿¡Que!?, ¿Por qué? —a mi preocupación no le importó salir a relucir—. Necesitamos ir a la empresa YA.
—No podemos ir, la empresa hoy está en mantenimiento.
—¿Cómo que en mantenimiento? Esteban me dijo que…
—… No me interesa lo que te haya dicho ese tal Estaban, tu novio ahora te está diciendo que no ocurre nada, ese tipo exagera.
—Pero tú no sabes lo que me ha dicho y ¿mi 'novio'?, déjate de tonterías por favor y escúchame– se tensa y como un reflejo que a todas luces es muestra de se esta poniendo nervioso se sienta y cruza las piernas sin encontrar una posición cómoda— Miguel, algo grande esta pasando. Esteban se oía agitado, y dice que hay hombres armados. Eso no es mantenimiento.
Noto como tensa su mandíbula y habla bajo sin mirarme.
—Dijeron que sería discretos, no puede ser.
Aprieta los puños tensando sus venas en un acto que resulta intimidante.
Se levanta y me deja clavada con más preguntas que respuestas.
***
Leo una y otra vez la frase detrás de la fotografía de la señora Abigail que encontré dentro de la habitación de Rosaline.
“Este fue el triste destino que te buscaste”
Estas palabras no son nada agradables y me da mucho que pensar. ¿Rosa lo escribió? ¿Por qué lo haría?
Desconozco la relación que tuvo con sus hijos pero no hay que ser adivinos para saber que no fue la mejor si uno de ellos pudo haber escrito esto.
Me remuevo con las piernas cruzadas sobre la cama mientas coloco la taza de café sobre la mesa de noche. El reloj marca diez minutos para las once de la noche y aún no he tenido noticias de Esteban. Ya lo he llamado mil veces a su celular, le mandé email, le escribí por Facebook y whatsapp y nada que da señales de vida.
La puerta de mi cuarto se abrió sin previo aviso y casi doy un salto al ver a Miguel de pie en el marco de la misma.
Sin prestar atención si me estaba viendo o no oculto la foto detrás de mi espalda a lo que él frunce el ceño .
—¿Qué tienes allá atrás? —pregunta, cierra la puerta y se adentra a la habitación.
—Nada —me coloco de pie con rapidez, me observa sin expresión alguna y se acerca más a mí.
—¿Qué escondes allá atrás? —vuelve y pregunta cruzándose de brazos.
—Ya te lo he dicho, no oculto nada —Trato de que mi voz suene lo más sincera posible, no titudeo ni le quito la mirada para no mostrar debilidad.
Una mueca traviesa cuelga de sus labios.
—¿Enserio quieres jugar este juego? —Deja caer sus brazos a sus costados, se acerca tanto a mí que puedo sentir su respiración sobre mi cuello—. Porque me encanta —me susurro en el oído, mi cuerpo se estremeció.
Involuntariamente retrocedo como si la recámara no tuviera fin aún con la mano detrás de mi espalda ocultando la fotografía, cuándo mi espalda impacta contra la pared.
Ríe con malicia.
—Al parecer no tienes escapatoria —vuelve y camina hacia mí, esta vez coloca ambos brazos a mis costados apoyándose de la pared impidiéndome escapar.
Trago grueso con tan solo pensar que vea qué oculto.
—Mira lo que vamos hacer —sus ojos marrones brillaban, su mejor sonrisa torcida estaba presente —. Voy a contar hasta tres para darte tiempo de que me enseñes lo que estas ocultando detrás de ti, de lo contrario lo haremos a mi manera… ¿de acuerdo?
No había terminado de hablar cuando mi cuerpo comenzó a temblar involuntariamente, trato de que no lo haga pero fallo (Anastasia esas cosas no se controlan). Miguel pareció notarlo pero lo ignora empezando a contar sin separar su mirada de la mía.
—Uno —suelta con simpleza, ya empezó a contar y mi mente queda en blanco.
Que ágil de mi parte.
¡Piensa rápido Ana!
—Dos —vuelvo a tragar grueso, estoy a pocos segundos de ser descubierta. Cuerpo a cuerpo estoy en desventaja pero...
¿Qué puede salir peor?
—Tr… —no lo dejo terminar, sin pensarlo dos veces me abalanzo sobre él presionando mis labios sobre los suyos. Al principio pareció desconcertado pero casi de inmediato tomó el control sobre el beso, sus manos se deslizaron desde la pared hacia la parte trasera de mi cuello mientras nuestros labios se movían de una forma salvaje. No perdí el tiempo y oculte la fotografía como pude por la parte baja de mi espalda dentro de mi ropa interior, su lengua entro sin permiso dentro de mi cavidad bucal a la vez que tomaba un puño de mi cabello pegándome aún más contra su cuerpo, un leve gemido escapó de mis labios y creí escucharlo reír aun sin dejar de besarme.
Enredo mis dedos entre su cabello y lo atraigo aún más a mi eliminando por completo cualquier distancia que nos separaba. Su boca devoraba la mía como si no hubiera un mañana, como si nuestras vidas dependiera de ello, como si tuviera la sensación que este hecho jamás volverá a suceder.
En un rápido movimiento desliza sus manos hacia mi trasero, con poco esfuerzo me levanta y por inercia enredo mis piernas entre sus caderas, mi acto lo calentó aún más porque ahora fue él quien dejó escapar un gemido ronco.
Sin dejar de besarme camina conmigo aun sobre él, sus labios succionaban con serenidad los míos para luego devorarme con rapidez he impaciencia. Mi espalda impacta contra el colchón de la cama en una posición ventajosa para mil cosas que sean dormir, por primera vez los labios de Miguel dejan los míos y ahora es mi cuello quien es víctima de su ardiente boca.
Estoy consciente que su cuerpo se encontraba sobre el mío, no me incomodaba. ¿Por qué no me incomoda?. No me detengo a cuestionarlo, debo seguir en ello o se dara cuenta. Cortos besos fueron dejando un camino húmedo por todo mi cuello hasta encontrase nuevamente con mi boca.
Mi razonamiento y autocontrol al parecer fueron a dar un largo paseo. Sus dedos emprendieron un suave camino desde mis piernas hasta mis pechos erizando hasta el último vello a su paso, sin timidez masajeo ambos pechos y otro gemido se escapó sin previo aviso de mis labios ahogándose en nuestro ahora calmado beso.
¡Anastasia reacciona!
De un momento a otro vuelvo en sí.
Con sutileza lo alejo, me coloco de pie rápidamente tratando de controlar una respiración acelerada.
—Eso estuvo... mal—le digo, casi respirando por la boca.
—¿Mal? —me mira con diversión muestras se coloca de pie—No, diría que no estuvo mal, se supones que somos “novios” ¿no? —Hace comillas con sus dedos.
—Nosotros llegamos a un acuerdo Miguel —le digo exaltada—. Coloque unas reglas que…
—… que terminaste violando —me interrumpió— yo no fui el que empezó todo esto, tú lo hiciste. Tú me besaste.
No respondo nada porque tiene razón, yo fui quien lo beso, yo fui quien rompió mis propias reglas.
—Y a todas estas, al parecer no ocultabas nada —ríe con diversión—. Bueno, si ocultabas algo… unos exquisitos besos que me encantó probar.
—Ya déjalo, que no volverá a ocurrir —sentencio.
—No estoy muy seguro de eso, hace pocas horas casi jurabas que entre tú y yo no iba a existir besos, carisias, lindas palabras ni sexo y acabas de mandar la mitad de ellas a la mierda. Te lo dije, no te ibas a resistir.
—¿A qué se debo tu visita? —cambio el tema drásticamente. Estaba sacando ventajas de esta situación y acorralarme hasta dejarme sin argumentos era su objetivo, pero no lo iba a permitir.
—Oh, cierto —la expresión que hizo su rostro se acababa de acordar de algo—. Mañana a primera hora tengo una reunión muy importante con uno de los socios del conglomerado y mano derecha de papá y me gustaría que fueras conmigo, ya sabes, estas más prácticas en estas cosas que yo. Al salir de allí iremos directo a la empresa y si gustas en la noche podemos salir a cenar.
Mis sensores se activaron en el momento que escuche empresa, tengo que ir a ese lugar cuanto antes. Tengo que ver a Esteban.
—Cuenta conmigo para lo de mañana eso sí, la cena esta de más.
Sonríe mientras niega con la cabeza.
—Ya veo que te gusta hacerte la dura, encantado romperé esa coraza o tal vez solo te la quite...
...
***
—Bella, como siempre —fue lo que me dijo Miguel al verme llegar muestras esperaba en el living. Estaba usando un vestido que recientemente me había regalado- muy encontra de mi voluntad- Anibal. La textura era lo que más me gustaba.
Anibal.
Anibal, ¿por qué me duele pensar en ti?
Mi subconsciente me traiciona haciéndome sentir la peor de las impostoras aún cuando se que lo hago en pro de no descubrir de maneras desagradables mi relación con él.
Cubrir una relación con otra ya no parece el mejor de los caminos, por ahora solo me queda al mal paso darle prisa.
—Te estas tomando el papel de noviecito muy enserio, lo siento pero no te queda —le advierto.
Él ensancha una sonrisa mientras toma mi mano y me gua hacia la salida.
—Si que eres aburrida– me toca la nariz mientras lo dice, cuál mimo a un gatito– vive el momento y déjate llevar —le dirijo una mirada asesina que lo hace reír abiertamente.
Abre la puerta del copiloto para que yo tome asiento y pocos segundos después ya él estaba en el puesto del conductor. Me voltea a ver aun con esa sonrisa que al parecer no desaparece de su rostro y me guiña el ojo antes de encender el motor del auto y emprender camino a su destino.
No dejo de pensar que en mi deseo de querer ayudar a los hombres que amo les estoy haciendo daño.
Miro el interior del auto que puede presumirse como del año; pulcro, demasiado limpio. Y la comparación con esa sensación incómoda dentro de mí es inevitable.
Aún así, esto ni siquiera es lo peor que he hecho. En el camino mi vista se pierde con el paso de la carretera rememorando a la Ana del pasado.
Aquella que jamás haría esto.
Aquella mujer que ya no regresará.
Parqueó la camioneta en un restaurante que pintaba ser muy lujoso, y mi boca se abrió al tope cuando me di de cuenta que se trataba del mismo restaurante que muchas veces veo en las propagandas por la televisión.
Miguel bajó del auto con la misma seguridad que emanaba siempre como si el mundo fuera suyo. Abre la puerta a mi lado y bajo con cuidado.
Cuando vivía con mis padres ellos siempre se burlaban de lo lindo junto a Esteba causa de mis accidentada manera de salir; la mayoría de las veces que tomábamos taxi o auto particular para ir a algún lugar yo terminaba en el suelo. Y mi enseñanza fue: “un pie antes del otro”.
Logré bajar y no pude evitar reír de mi éxito por lo que Miguel me vio extrañado frunciendo levemente en ceño. Algo bueno, prefiero concentrarme en eso. Con la mirada le indique que no sucedía nada por lo que no pudo evitar sonreír y negar con la cabeza.
Estaba caminando detrás siguiendo sus pasos. El contraste era notable.
Con Anibal camino de la mano las contadas veces que salimos, todo es tan natural.
Maldigo por comparar ese hecho adorable con la continua presión que me causa compartir oxígeno con su hijo, ya sean solo unos metros.
Desde la entrada se puede ver que este lugar está lleno de riquillos poderosos que huelen y analizan hasta el mas mínimo movimiento en falso, incluso entre sus pares. La clase de suciedad de la huyo.
Un hombre muy elegante que se encontraba frente la puerta de cristal saludó cortésmente a Miguel antes de abrirnos la puerta para entrar.
Cuando me observa le dedico un asentamiento que pretende ser educado y sigo con mi camino detrás de Miguel.
Decir que el restaurante era lujoso me quedaba pequeño.
Habían estrellas de la música y el cine en este lugar. No imaginé en la vida ver a Edgar Ramírez tan cerca, incluso Alex Rodríguez y descubrir que no eran tan altos como pensaba. Quizás tenga suerte y vea a Jennifer Lopez, aunque no creo que sería agradable; el Sr. Alex viene bastante bien acompañado por una pelirroja.
Bueno, no se puede ser un Playboy millonario sin una dosis de estupidez. Si lo sabrá Miguel...
MUERO… esta llegando JLo. Quiero pedirle de todo: fotos, autógrafos videos juntas.
—Ana —la voz de Miguel me saca de mi trance, vuelvo a la realidad y esos seres mitológicos súper famosos ni siquiera han notado mi presencia. No los culpo, es más entretenido el espectáculo de los cuernos públicos. Camino hacia Miguel que ya se encuentra algo retirado de pie al lado de una mesa. Saca un poco una de las sillas para cedérmela y junto a mi él toma asiento viendo su reloj.
—Ocho y treinta de la mañana y Román no ha hecho acto de presencia —Miguel saca su celular, por lo que pareció comenzó a escribir un mensaje.
Por mi parte tenso hasta el último musculo al escuchar ese nombre, no me borro de la cabeza el día que me descubro espiando. Además la forma en cómo me observó después en el despacho de Aníbal no me agrado para nada.
¿Por qué cayó aquel día? ¿Por qué no dijo nada al descubrirme?
—¡A quién tenemos aquí!