Peligroso Ángel

14

—Te estaba esperando. 

Su voz me erizó la piel enseguida, levante la mirada para observarlo y allí estaba, apoyado sobre la pared que quedaba al frente de la puerta, cargaba sus pantalones de pijama, no tenía camisa y su cabello estaba desordenado como si fuera estado frotándoselo por un largo tiempo.
Sus ojos marrones analizaron todo mi cuerpo, acto que me estremeció. 

—Pensé que ya no vendrías —Se apartó y comenzó a caminar hacia mi. 

—Yo también lo pensé —sonreí—. ¿A qué me has citado aquí? —No pude evitar preguntar, mirándolo a los ojos una vez se detuvo frente a mí. 

—Ya te lo dije, para divertirnos un rato. 

—No se si no esta enterado compañero, pero yo trabajo, y mañana a primera hora tengo que estar... 

—Vamos, no seas aguafiestas— Tomó mi muñeca y tiró de mi hasta chocar contra su cuerpo—. Yo también trabajo y saco tiempo para mi; para divertirme, para salir, para beber, para disfrutar y para gozar —su dedo índice trazó círculos desde mi hombro hasta mi antebrazo y volvió a subir a su punto de inicio. 

Se inclinó lo suficiente para susurrar en mi oído: 

—Eso último te lo puedo enseñar. 

Inevitablemente mi cuerpo volvió a estremecerse ante el contacto de su labio sobre mi lóbulo, el lo notó. Con una sonrisa juguetona que adornaba todas sus facciones recorrió mi rostro con sus ojos a la vez que se inclinaba un poco para estar a mi altura. 

—No creo que esto sea correcto, Miguel —pronuncié con dificultad. 

—¿Por qué no? 

Nuestras frentes ya estaban pegadas, su nariz frotaba la mía con lentitud. 

—Porque eres mi jefe y porque a Anibal no le va  hacer una pizca de gracia, además, tu y yo nos detestamos, nuestra relación es una falsa para... 

No terminé la oración porque su boca hizo presión sobre la mía, sin permiso su lengua separó mis labios adentrándose dentro de mí cavidad bucal en busca de mi lengua. 
Acuno mi mejillas con sus manos intensificando el beso. Enredé mis dedos sobre su largo cabello y tiré de él hacia mí eliminando cualquier espacio que pudo haber existido entre los dos. 

Su boca se separó de la mía y mi cuello ahora fue víctima de sus labios, donde succiono, besó, lamió y mordió llevándome al quinto cielo. Un gemido se escapó de mis labios y antes de que otro también lograse escapar su boca volvió a la mía ahogandolo en el olvido. Con lentitud succiono mi labio inferior con los suyos y me volvió a observar. 

—Hablas demasiado. 

Con la sangre acumulada en mis mejillas retrocedi un paso separándome de él, le sostuve la mirada. 

—¿Por qué lo has hecho? —le pregunté con voz calmada. Ya me estaba acostumbrando a que cosas así ocurrieran cuando estábamos solos. 

—Ya te lo dije, estabas hablando mucho y ese fue el único método que se me ocurrió para hacerte callar —lo dijo como si callar a la gente con besos en la boca fuera de lo más normal—. Pero... si no te gustó me lo puedes devolver. 

El rubor en mis mejillas se intensificó el triple que tuve esas ganas de meter la cabeza dentro del inodoro para que no se diese cuenta de que me afectó de alguna forma su comentario, pero fue tarde, una sonrisa divertida muy maliciosa se extendió por todo su rostro. 

—No sabes cuánto me encanta cuando te sonrojas, Ana —Extendió su brazo y acarició mi mejilla con sus nudillos. 

Tiempo más tardes ambos estábamos sentados sobre el suelo uno frente al otro con las piernas cruzadas, la intención de Miguel fue citarme para hablar de nuestras vidas y conocernos mejor, o eso fue lo que me dijo. 

Estuvimos allí hasta las dos de la mañana  que decidimos ya era suficiente y debíamos ir a la cama, cosa que estábamos diciendo desde que el reloj marcó las 12:30am. 

En ciertos momentos Miguel no perdía la oportunidad de robarme cortos besos y seguir con la conversación como si nada pasó. 


A la mañana siguiente no me esperé ver lo que estaba circulando por todas las noticias y medios de comunicación. 
Miguel lanzó sobre el escritorio el periódico que llegaba todas las mañanas a la casa Moore y allí fue cuando lo vi. Bien grande y en primera plana: 

《'Es asesinado de manera Inhumana Joe Black, unos de los principales inversionistas del grupo Murk'》 

Y al pie del titular una foto, una gran foto... que removió hasta en lo más recóndito de mi cabeza, los recuerdos de aquella trágica y fatídica noche: el hombre tirado en el suelo con sus labios cocidos y un puñal atravesandole.
Esas imágenes se volvieron a repetir en la foto del periódico que tenía delante de mí pero esta vez con una nueva víctima, esta vez con Joe Black. Aún recuerdo aquella vez cuando me habló por primera vez. Para aquel entonces no sabía su nombre. 

—¿"Usted es la señorita que vino con Ángel, cierto"? 

—"Ese hombre no cambia, lo conozco desde que es un niño". 

—"tiene fuertes razones para venir". 

—"Te contaré, pero no llores". 

Aquella noche estuvo a punto de decirme algo importante pero en ese instante apareció Miguel y no supe nada más de él. No les voy a mentir; traté de localizarlo, traté de volver a reencontrarme con él y que me dijera lo que estuvo a punto de decirme aquella vez pero se me hizo imposible, ni siquiera sabía su nombre. 

Verlo nuevamente allí, en la foto de un periodo sin vida removió tantas cosas dentro de mí porque algo me dijo que aquella conversación que sostuvimos por unos minutos tuvo algo que ver con su muerte y si le sumamos que murió tal cual el cuerpo que vi aquella noche tenemos una ecuación perfecta que da como resultado: 'Los Moore tienen algo que ver con esas muertes'. 

Por primera vez después de observar el periódico por unos largos segundos decidí cógelo y acercarlo más a mis ojos. Busque algo, algo que estaba la primera vez. Mis ojos recorrieron de punta a punta el recuadro de la imagen y nada. No vi lo que buscaba: aquella nota filosófica que para mí, sólo la había escrito un despiadado cruel. El papel que estaba sobre el pecho de la víctima anterior. 

—¿Joe Black? —insquiri apartando la vista del periódico y centrandola en Miguel quién por un momento dejó de ver el ordenador para fijarse en mí. 

La expresión de su rostro fue seria... 

—Me acabo de enterar que trabajaba junto a papá en unas de las empresas ubicada en los Ángeles. Primera vez que escucho su nombre —dijo encogiéndose de hombros. 

Espera... ¡¿que?! 

¿Dijo que fue la primera vez que escucha ese nombre?... Si aquella vez en el burdel de mala muerte se saludaron y todo. 

Aquí hay gato encerrado... lo volveré a intentar. 

Undi las cejas lo suficiente como para que se diera cuenta de que algo no me cuadraba de aquella explicación. 

–Juraría que... 

—¿A donde pretendes llegar, Anastasia? Ya te he dicho que no lo he visto ¿a que viene tanta insistencia? 

Me quedé callada, su seriedad fue tal que sus ojos parecieron habérsele hundidos. Y por más serio que se ponga nada me va a quitar de la cabeza que aquella noche tuvieron un encuentro. ¿Acaso en esta casa me quieren hacer pasar por loca, Haciéndome creer que no, cuando sí? 

No seguí insistiendo y le regalé una sonrisa. 

—Discúlpame, es que me pareció haberlo visto, de seguro fue en una de las tantas reuniones de Anibal, no me prestes atención. 

Casi de inmediato su semblante cambió de serio y algo enojado a sonriente y complacido. Yo por mi parte me guardé aquella información y la anoté en la lista de 'misterios que resolver'. 

Al medio día después del almuerzo Miguel recibió una llamada donde le dijeron que ese día ninguna empresa del grupo Murk iba a laborar por lo sucedido con Joe Black, sin embargo, todos los dueños y socios debían asistir a una reunión convocada para abarcar el asunto y sus posibles soluciones. 

La orden clara de Miguel antes de marcharse fue: "—Ordena y recoje toda el área de trabajo del estudio y dejala impecable para cuando llegue". Sin decir mentiras en aquel lugar se necesitaba un arreglo urgente, pero eso no implicaba que me dejara a mi sola arreglando y ordenando. 

Una vez me aseguré que todo estuvo limpio y en orden fui a la zona del jardín, a pensar y a poner en orden mis ideas. 

¿A pensar en qué? 

En todo donde los Moore parecieran estar involucrados y en que me podía afectar a mi directa o indirectamente. 

Entonces escuché unos murmullos,  esos que se escuchan cuando dos personas están discutiendo y no quieren que nadie sepa de lo que hablan. Desvíe la vista de las plantas y flores frondosas que le daban un buen aire al jardín y la fije en un pequeño fragmento de la casa que parecía ser un ¿cuarto de almacén? 

Mientras me fui acercando a paso lento podía escuchar con más claridad lo que antes solo eran murmullos indescifrables. 

Se trataba de Rosaline y Luciano. 

Aún no los podía ver, pero era imposible confundir sus voces, eran ellos y estaban... ¿discutiendo?, otra vez, como en aquella ocasión. 

La curiosidad dominó mi cuerpo de una forma en donde ya no podía echarme hacia atrás y dejar que ellos arreglaran sus problemas de hermanos. 

Como pude y aprovechando que la puerta estaba entre abierta me deslice con cuidado por la pequeña abertura y como si el universo estuviera a mi favor una gran caja capaz de tapar mi cuerpo me recibió, y la falta de iluminación era el toque ideal para una perfecta chismosa. Jeje. 

—Baja la voz que alguien puede escucharte —le exigió Luciano entre dientes. 

—Me valen cinco hectáreas de mierda si nos escuchan o no —Rosa, quien pareció querer alzar la voz continuó murmullado entre dientes en un tono más elevado que el de su hermano—. Estas haciendo lo que te da la gana, tu y yo tenemos un trato: yo mando tu obedecer, punto. 

—Pues, ya no me da la gana. 

Desde mi escondite Rosaline se veía  más cableada que nunca antes, incluso más enojada que aquella vez cuando los vi discutir desde el armario. 

—¿Quieres que revele nuestro pequeño secreto? 

Otra vez la amenaza, esto se estaba poniendo bueno. 

—Haz lo que te de la gana, ya te dije, no me interesa una mierda. 

—Piensalo bien, hermanito, ¿qué crees que dirá la gente cuando sepan que tenemos un hijo?, ¿qué piensas que pasará cuando salga en primera plana del periódico: 'Luciano Moore, el hijo mayor del prestigiado, Anibal Moore, embarazo a su pequeña hermana'? 

Me llevé ambas manos a la boca y ahogue un grito de estupefacción. ¿Podía ser posible? Rosa tiene que estar bromeando, ¿un hijo entre dos hermanos? Eso es incesto... y asqueroso. 

El cuerpo de Luciano se tensó antes las palabras de su hermana menor. 

—Las cosas no pasaron como lo estás diciendo, Rosaline, aquella noche tu empezaste aquel juego, tu entraste a mi habitación, tu te metiste en mi cama, y yo... yo no... 

—¿No pudiste decir que no? —término ella por él,  soltó una risa divertida que se transformó en una carcajada amarga y a la vez sarcástica—. A los medios no le importará quien se metió en la cama de quien, a ellos lo que le importa es difundir que existe un hijo entre nosotros  sin importarle quien cae y quien queda en pie. 

Por más que pareció intentarlo Luciano no pudo esconder esa expresión de rabia de que lo estababan amenazando y no poder hacer nada, la impotencia de no poder cambiar lo sucedido y la rabia de que si esa bomba se llegara a difundir dejaría mal parada a la familia ante el mundo entero. 

Conteniendo una sonrisa por el silencio se Luciano Rosa agrego: 

—Eso pensé hermanito, no es nada agradable enfrentarse al desprecio de la sociedad. Mejor sigue obedeciendo en todo lo que te digo y no tiene que pasar nada de lo cual nos tengamos que arrepentir, en especial tú —La cruel sonrisa en el rostro de Rosa sumado al brillo de Victoria en sus ojos le daban un aspecto de maldad pura y siniestra. 

En un rápido movimiento Luciano estuvo tan cerca de ella que de un tirón metió los dedos entre el rubio cabello de su hermana y la jalo hacia él con fuerza. Le susurró algo en el oído y de inmediato la sonrisa desapareció del rostro de Rosa. 

Luciano la alejo con la misma fuerza que la atrajo hacia él, camino en mi dirección y desapareció por la puerta.

 



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En el texto hay: misterio, mentiras, romance

Editado: 25.06.2021

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