Peligroso Ángel

20

Aquella noche dormí como una bebé. Miguel cerró un excelente trato con los iraníes; lo que indicaba felicidad y tranquilidad para ambos y no tener que aguantarme su humor de perros durante días me relajaba. Por otro lado tampoco tenía al imbecil de Roman respirandome en la nuca y como si fuera poco la sorpresa que me llevé cuando baje de mi habitación terminó de hacer mi día. 

Maletas en la sala. No quería creer lo que podía ser una probabilidad que provocó miles de sensaciones cuando por el pasillo apareció la persona a la que más he echado de menos. 《Aníbal 》 

—Hola, Ana — Su voz, su majestuosa voz eran música para mis oídos. Estaba tal cual lo recordaba; guapo, pulcro, varonil y guapo otra vez. Su sonrisa genuina siempre me llenaba. Si no fuera porque sus hijos estaban junto a él ya me le fuera lanzado encima. 

—Señor, Aníbal —No traté de ocultar la alegría—. No sabía que llegaba hoy —Seguí hablando ignorando todo a nuestro alrededor—. Estuve tan absorta en el trabajo que me olvidé por completo de su llegada. 

—No era para menos, ya Miguel me puso al día del arduo trabajo que estubieron realizando y el éxito que tuvieron. 

Le respondí con una sonrisa, pensé en decir algo para disipar el silencio que tomó la sala bajo las flamantes miradas que no me dejaba de lanzar el mayor de los Moore pero Rosa se adelantó. 

—Ya era hora de tenerte de vuelta, Anibal. Las cosas por aquí se estaban saliéndose control —vio por última vez la pantalla de su Iphone antes de guardarlo en el bolsillo de sus jean—. Como sea, tengo una cita en veinte minutos con mi estilista, nos vemos luego —Giró sobre sus tacones altos y se marchó. 

—Padre —habló luciano al lado de Anibal—. ¿Que haremos con el hombre que está en la habitación de huéspedes? 

¿Hombre?
¿Cual hombre? 

—Matteo es un viejo amigo, se quedará varios días hasta que uno de sus hijos lo venga a buscar. Ya hablaré con los empleados sobre él,  necesita una excelente atención. 

Luciano asintió dando un paso hacia atrás. 

—Ana, llevaba un café bien cargado a mi recámara, me voy a recostar un rato. 

Ni siquiera me fijé si Anibal me estaba viendo o no, solo asenti ante su orden emprendiendo camino a buscar el café. 

Patricia se movió rápido en la cocina y en menos de nada ya lo había preparado, lo cogi después de agradecerle y fui a entregarlo. 

—Hey, ¿a dónde vas tan rápido? —me interceptó Miguel cerca de las escaleras, parecía... ¿feliz? Sonreía como cuando algo le salía como él lo quiere. 

—Le llevo esto... —Señalé la taza en mis manos—. Al señor Anibal. 

No sé quitó del medio así que añadí: 

—Antes de que se enfríe. 

—Quiero que hablemos —soltó. 

—En otro momento... 

—Ahora. 

Puse los ojos en blanco por su insistencia, lo rodee y segui caminando pero antes de dejarlo atrás me sujetó del brazo tirando de mi hacia su cuerpo al mismo tiempo cuidando de no derramar el líquido del recipiente en mis manos. 

—Quiero salir contigo esta noche. 

—No lo creo, tengo mucho trabajo y... 

—No mientas, me aseguré de dejarte un buen rato desocupada y las noches siempre las tienes libres. Además, no creo que papá te vaya a mandar hacer nada, viene cansado del vuelo y dentro de poco caerá en la cama como piedra. 

Wooow, este hombre si que está al tanto de todo. La idea de negarme cruzó mi cabeza y de inmediato la aleje. Él necesitaba esta salida, yo la necesitaba, ambos la necesitábamos.  Después de esa noche no sabía que iba a pasar; tenía una conversación pendiente con Anibal que puede cambiar por completo mi vida. 

—Esta bien —acepté—. Pero sólo cuando se duerma Anibal. 

La sonrisa invadió sus labios. 

—Te esperaré a las siete en mi camioneta. Es una cita. 

Reí por su ocurrencia. 

—Allí estaré. 

Antes de que pudiera girarme a continuar con mi camino me cogio del mentón juntando nuestras bocas en un ardiente beso. 

—Ponte preciosa para mí —Con su pulgar acarició mi labio inferior. Solo pude asentir y salir disparada de allí mientras recuperaba la compostura. 《Era increíble lo que ese hombre ocasionaba en mi cuerpo》 

Dejé el café sobre la mesita de noche al lado de la cama de Anibal y me giré a encarar al hombre que me comía con los ojos. Estaba en toda su gloria; no cargaba camiseta por lo que su dorso estaba expuesto ante mis pervertidos ojos, cargaba unos pantalones de pijama negro y el cabello húmedo, como si acabase de salir de la ducha. 

Sus ojos se encontraron con los míos y la sonrisa sexy que no pueden evitar los Moore sarco sus labios. 

—A... aquí está su... su café, señor —tartamude. 

—Otra vez tuteandome, Ana —Se acercó a paso lento—. Ya hemos hablado de este tema —Se detuvo a una distancia considerable; con su dedo índice acarició mi hombro erizado toda la piel a su paso—. Te extrañé mucho, te eché de menos como no tienes idea, tanto que no veía la hora de regresar a llenarte de besos. 

—Aníbal,  yo... 

No me dejó terminar cuando ya tenía su boca comiéndose la mía; sus labios se movían con desesperación y rudeza, se le escapó un gemido cuando muestras leguas hicieron contacto profundizando el beso. De un tirón pegó mi cuerpo al suyo y en esa ocasión fui yo la que gemi al sentir lo diro que estaba. 

—Aníbal  —Trate de hablar sobre sus labios—. No creo que sea el momento... acabas de... 

—Shiii —Me calló. Me apretó el trasero con fuerza invitandome a encaramarme sobre él,  rodee sus caderas con mis piernas dejando escapar otro gemido al sentirlo contra mi coño. 

Sin dejar de besarme me guío a la cama deshaciéndose de mi ropa en el acto. Sus ojos dilatados recorrieron mi cuerpo desnudo con morbo y deseo. 

—Llevo mucho deseando esto —Me dijo. En ese momento me sentí como una reina, el privilegio de ser deseada por este hombre no se lo lleva cualquiera. Lo atraje a mi y lo besé con todas las ganas, lo ayudé a quitarse el resto de la ropa y en ese momento, en esa cama, en aquella habitación me entregué a mi jefe en cuerpo y alma. 

Abrí los ojos a las cinco de la tarde. Me había quedado dormida, traté de incorporarme y no puede al sentir un brazo sobre mi cintura, traté de moverlo y lo que provoque fue ejerciera fuerza pegandome a su cuerpo. 

《Maldición》 

Como pude salí de la cama, me vestí bajo la oscuridad de la recámara y abandome la habitación tratando de arreglar mi cabello. Ya en mi habitación me di una ducha, me cambié de ropa dispuesta a resolver algunos asuntos, uno de ellos era averiguar que había dentro de la USB que hallé en el cuarto secreto. 

La inserte en la ranura de la laptop y de inmediato el ordenador lo reconoció "Abi-Diario". Le di click y un aviso saltó a la vista: 

"Ingrese contraseña". 

Maldición. 

Hice cuatro intentos y nada. 
《Contraseña incorrecta》 

Tuve que imaginarme que algo así podría ocurrir.
《¿Que te creíste, Ana. Pensaste que todas las pruebas las ibas a tener en bandeja de plata?》 

Frustrada cerré la laptop, ya para mañana me pondría en contacto con alguen que se deshaga de la contraseña, y que el mundo se prepare con lo que voy a descubrir.


—Eres puntual —me dijo el hombre que me abrió la puerta del auto en el puesto del copiloto. 

—Puedo ser una caja de sorpresa si me lo propongo —Me acomode sobre el asiento de cuero mientras Miguel tomaba el volante. 

—¿En donde quieres cenar? 

—No se, sorprendeme —La sonrisa que se le formó en sus labios por alguna razón hizo que mi corazón se acelerara. Era consciente de que aquella noche le estaba dando luz verde en algo que nos podía destruir a los dos. 

Aparcó el auto en un restaurante. A simple vista no se veía lujoso como los anteriores donde me había llevado; este tenía un aire a simpleza, nada exclusivo y accesible a personas como yo. 

Por un pequeño instante me sentí en mi lugar, en casa, con personas normales sin aires de grandeza ni superficiales. 

—¿Vamos? —Me cogió de la mano caminando a mi lado. Elegimos una mesa desocupada alejada del resto. 

Las velas en la mesa pintaban un ambiente romántico. 

—Entonces, quien se lo va a decir a papá,  ¿tu o yo? 

Sabía a qué se refería con eso. 

—Deja que yo me encargue, tu quédate tranquilo. 

Con sus nudillos acarició mi mejilla y su sonrisa me hacían perder en un mundo que prometía locura y diversión. 

—¿Ahora que llegó tu papá y tomó nuevamente su puesto a que te vas a dedicar? —Cambié de tema al tiempo que llegaron a tomar nuestro pedido. 

—¿Que van a querer para cenar? 

Miguel y yo intercambiamos miradas. 

—Puede traer... —Empezó  a decir. 

—Papas fritas —Lo interrumpi. Ambos me miraron 

—¿Papas fritas? — inquirió mi acompañante 

—Si, y bastante ensalada. 

—A mi me traes una botella de vodka —Le pidió al mesero. El hombre anotó en la libreta que cargaba y se marchó. 

—¿En donde estábamos? 

—Estaba a punto de responderte a que me voy a dedicar ahora que llegó papá —Se reacomodo sobre la silla—. Antes de que Anibal se fuera de viaje me dedicaba atender mis propios negocios; esa fue la razón por la que me dejó a cargo de la empresa pero tu estabas muy ocupada odiandome como para darte cuenta. 

Reí ante lo último mencionado. 

—Si eres exagerado, tampoco te odiaba a esos niveles. 

—Ufff y mucho más —secundó divertido 

—Pues, tu te dabas a odiar; te comportaste como todo un hijo de puta cuando nos conocimos sin mencionar lo idiota que fuiste cuando Anibal te dejo como el jefe. 

Soltó una carcajada. 

—Tienes razón —seguía riendo—. Pero tú te lo merecías. 

—¿Que? —solté indignada. 

Su risa se intensificó. 

Lo acribillé con la mirada. 

—Lo siento —Se colocó las manos en el estómago tratando de parar la risa—. Solo bromeaba. 

Extendió sus manos sobre la mesa entrelazando nuestros dedos. 

—Siento tanto haber sido tan hijo de puta contigo,  también siento todas las cosas feas que te dije. Me llamabas la atención y creí que salías con papá solo por su dinero. Portandome como lo hacía pensé que te alejaba de nosotros. Ahora más que nunca sé que estaba equivocado y que no estás interesada en Anibal en lo más mínimo. 

¡Mierda! 

¿Como le digo que justamente hoy me acosté con su padre?



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En el texto hay: misterio, mentiras, romance

Editado: 25.06.2021

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