No dije nada.
Me callé la boca y solo asenti sonriente, la sonrisa más falsa que pude esbozar.
El resto de la noche pasó entre charlas y chistes, riendo mientras comíamos y contábamos anécdotas.
—Mañana será un grandioso día, el día que lo nuestro será formal —me dijo deteniéndose al pie de las escaleras.
—Sabes, me divertí mucho esta noche —cambié de tema—. Tenía tiempo que no lo hacía—. Solté su mano al tiempo que empecé a subir las escaleras.
—Vamos a tener bastante tiempo para pasarla juntos. Tengo un lugar especial que quiero que conozcas.
—¿Un lugar especial del señor sangron, Miguel Ángel Moore? Me sorprende.
Elevó la comisura de sus labios.
—Aunque no lo crea soy un hombre romántico —me dijo y no pude contener la risa estallando en carcajadas. Me envolvió con sus brazos la cintura acercando mi cuerpo al suyo—. No te rías.
—Me gustaría ver esa faceta —traté de parar de reír, y de un momento a otro nuestras respiraciones se mezclaron y nuestros labios se rozaron solo por un instante, en el segundo siguente coloqué ambas manos sobre su pecho y me alejé de él—. Es un poco tarde, mañana será un día largo.
Me despedí con un gesto de mano, giré sobre mi eje antes de que dijera algo y no di ni cinco pasos cuando ya lo tenía delante de mí comiendome la boca. Sus labios hacían maravilla al punto de dejarte alucinando, su lengua se adentró en mi boca en donde la mía la recibió gustosa, nuestros cuerpos se acoplaban de tal forma que formamos una figura perfecta y para cuando quise reaccionar no quería que se alejara de mi lado.
Posicionó su frente contra la mía, sonreía más que satisfecho. Sonrojada le di una última sonrisa de labios cerrados y salí disparada a encerrarme en mi habitación, pero el intento quedó a medias cuando crucé el pasillo y escuché voces en la recámara de al lado. Por un instante pensé que se trataba nuevamente de Rosaline y Luciano quienes no dejaban de discutir, pero no, bueno, no del todo; la voz de Rosa fue la primera que reconocí y la de su acompañante era más ronca que la de luciano. Se trataba de ¿Anibal?
Me acerqué y como vieja chismosa pegué la oreja a la puerta para escuchar mejor.
—El dinero que me das para el niño no alcanza para nada, tienes que aumentar el monto —le dijo Rosa a su padre en un tono exigente.
—¿Como es posible? —rebatió Anibal tratando de mantener la calma—. La suma de dinero que te pasó es tan alta que cualquiera se pudiese hacer rico en un instante.
—Pues, yo no —Se enojó—. Soy la madre de tu hijo y me tienes que dar una mesada digna para mantenerlo a la distancia, o tu me dices si lo busco de donde lo tenemos escondido y lo criamos juntos en esta casa para que todo el mundo se entere de lo nuestro.
Ahogue un grito a la vez que mi corazón se aceleró martillando en mi pecho.
—No es necesario que lleguemos a esos extremos, movere algunas cuentas en Rusia para duplicarte la mesada.
—Perfecto, ves que no fue tan difícil entendernos —comentó complacida—. Esperaré mañana el depósito a primera hora. Ah, una cosa más; esta vez que sea semanal. Hasta mañana papito bello, descansa.
Escuche pasos acercarse y entré en mi recámara como alma que lleva el diablo.
***
Traté con todas mis ganas de borrar de mi cabeza lo que escuché la noche anterior y me era imposible.
No quería hablar del tema.
No quería pensar en él tema.
No quería atormentarme con el tema.
《Es más, haré como si no escuche nada. Si, eso haré.》
—Oye, Ana —me llamé a mi misma—. ¿Que escuchaste ayer?
—Nada —me respondí—. ¿Porqué? ¿Tenía que haber escuchado algo?
—No, por supuesto que no. Sigue tranquila con tu vida como todos los días.
Salí de mi habitación a recibir un nuevo día. El día en el que todo se puso patas arriba. Ustedes no lo saben, pero ayer cuando estuve con Anibal, antes de quedarme dormida me dijo que iba a tomar una decisión muy importante y bueno, ya sabrán de que se trata.
Recuerdo que aquella mañana todo transcurrió tan normal que me alivie; desayune en la cocina junto al personal de servicio, trabajé con Anibal en el despacho poniéndolo al día de todo lo ocurrido, preguntó por Roman ya que según quedaron en verse ayer cuando llegó del viaje y desde hace varios días no sabe nada de su amigo. No le respondí nada porque tampoco sabía de la existencia de ese ser.
Todo cambió cuando llegó la hora de almorzar, fue el peor almuerzo que viví dentro de esa casa.
—La princesa hoy llegó puntual —Ese comentario salió de la boca de Miguel cuando por primera vez llegó a la mesa encontrándose con su hermana ya sentada.
—Ja-ja. Muy gracioso hermanito —se defendió Rosa—. No podía perderme un almuerzo con papá después de un largo tiempo.
—Fueron quince días.
—No importa, para mí fueron muchos.
—Que considerada eres.
—Gracias.
Ambos hablaron en un tono falso e hipócrita fingiendo que a ambos le interesaba
Luciano solo se dedicaba a observarlos y Anibal por su parte no le prestaba atención a ninguno de los dos, sus ojos estaban puestos en Patricia que se dedicaba a servir la comida.
El almuerzo transcurrió en silencio, unas que otras preguntas de Aníbal a sus hijos los cuales le respondían con monosílabos y volvía a reinar el silencio.
—Demen un minuto de su atención —empezó Aníbal cuando todos terminamos de comer—. Tengo algo muy importante que decirles y siento que no puedo callarlo más— sonrió como un completo tonto al tiempo que toda la atención estuvo puesta en él. Me descontrole, mi extremidades estaban temblando y no me sentía preparada para enfrentar lo que iba a decir—. Quiero que la noticia la sepan primero ustedes que son mis hijos; desde hace varios meses he estado saliendo con una mujer que cambió mi vida, me descontroló por completo pero adivinen qué, amo ese descontrol.
El corazón me latió con más fuerzas. Lo confirmo, Anibal estaba hablando de mi. Sus hijos lo observaban expectante esperando que su padre anunciara a la persona que osaba sustituir a su mamá.
—Esa mujer y yo tenemos algunos meses de relación. Los meses más felices de mi vida, y hoy quiero comprometerme con ella.
—¿Donde está esa mujer papá? La queremos conocer —La alegría de Miguel era una apuñalada en mi pecho. Intercambiamos miradas y me guiño un ojo al tiempo que se giraba a su padre. La expresión de Rosa destilaba amargura y a diferencia de su hermano mayor que demostró un semblante vacío ella apretó con fuerza la mandíbula.
Anibal esbozó una sonrisa extendiendo su brazo en mi dirección.
—Ana, acércate.
Me acerqué dejando que entrelazara nuestros dedos.
—Esta es la maravillosa mujer que me cautivó.
No vi reacciones en ninguno de ellos porque preferí bajar la mirada al suelo. Me imaginé el cambio de expresión de cada uno de ellos: Rosa me miraba con odio, Luciano con indiferencia y Miguel con ira y decepción.
—Esto debe ser una maldita broma ¿cierto? —El severo tono de voz de Miguel me hizo levantar la vista. Esos ojos café me miraron de una forma que nunca lo había hecho.
—Es verdad hijo —comenzó Anibal—. Nosotros...
No termino de hablar, Miguel arremetió contra la mesa arrojando todo al suelo antes de subir escaleras arriba.
—Que mierda tan enferma la de ustedes —Rosa fue la siguente en marcharse.
Luciano no dijo nada. Nos miró con pena y también se marchó.
—Sabía que esto iba a suceder —No lo callé.
—Ana, lo siento mucho pero... —Le hice seña con la mano para que callara.
—Necesito estar sola —Me alejé de él y también subí las escaleras.
Fui a buscar a Miguel, tenía que explicarle lo que pasó, no podía vivir dejando las cosas como estaban.
Me detuve al frente de su habitación y entre sin tocar. Estaba apoyado en la pared lateral al lado contrario de la cama. El espejo estaba hecho añicos y los vidrios esparcidos por el suelo.
—Miguel —lo llamé
Me ignoró, ni siquiera sé molestó en verme.
—Miguel —lo volví a llamar y la mirada fría que me lanzó me penetró hasta el Alma.
—Te puedo explicar lo sucedido...
—¿¡Explicarme qué!? —grito—. ¡¿La cara de imbecil que me viste?! ¿O lo zorra que fuiste al meterte con Aníbal y conmigo a la vez —cortó la distancia que nos separaba.
Su furia haría temblar a cualquiera.
—Dame una sola razón para no odiarte, Anastasia. Damela —exigió entre dientes. Sus ojos ardían y a mi parecer se contenía para no extrangularme.
—Miguel, créeme que lo último que quería era que esto ocurriera; todo empezó como un juego que...
—Que viste la oportunidad perfecta de engañar al padre y al hijo —me volvió a interrumpir.
—No. Las cosas no son como piensas —Perdí la pasiencia—. No voy a negar que llegue a sentir algo por ti, algo que no me pasaba desde hace mucho, pero... también siento cosas por Anibal.
Su semblante se endureció por lo último que dije. Se jalo el cabello con fuerza conteniendo la frustración y de la nada tiró de mi brazo hacia su cuerpo.
—Estas pasada de ramera —soltó entre dientes muy cerca de mí boca.
—Pues, esta ramera no se avergüenza de sentir cosas por dos hombres —hablé en el mismo tono que él.
Su expresión se suavizó un poco, solo un poco.
—Ana, en estos momentos no me importas que también sientas cosas por otro. Tu solo elijeme y yo me encargo del resto. Me vale mierda echarme a mi propio padre de enemigo, me vale mierda enfrentarme a mis hermanos y al mundo entero con tal de estar contigo, tu lo vales y quiero hacer una vida a tu lado. Elijeme y vámonos lejos de toda esta mierda que tarde o temprano va a explotar.
Me separé un poco de su cuerpo para poder verlo a la cara.
—Las cosas no son tan fáciles como crees, Miguel.
—Las cosas son tan fáciles como nosotro las queramos, solo hay que darlo todo.
—No lo sé.
Dió un paso atrás y me lanzó una pregunta que no me hubiese imaginado que me haría ni en un millón de años.
—¿Anibal o yo? —increpó
—¿Enserió estas haciendo esto?
—Me tienes arto con tus jueguecitos, así que elije ahora. ¿Él o yo?
Al igual que él, retrocedi y dejé mis ojos en los suyos.
—Ya elegí.
La expresión en su rostro decayó por un efímero segundo y casi de inmediato recuperó la compostura llena de molestia y amargura.
—Perfecto entonces —Me sujetó del brazo arrastrándome a la puerta.
—Mi decisión no quiere decir que tu y yo... ya sabes...
—¿sigamos viéndonos? —terminó por mí—. Ni de chiste, conmigo es todo o nada. Ahora sí no te importa quiero estar solo —Me sacó cerrando la puerta con fuerza.
《Oh vamos》
Sin nada que hacer me encamine a mi recámara y no me encontré con nada agradable al entrar.
"Cuida lo que haces"
Estaba escrito en mi espejo con lapiz labial rojo.
《Genial, lo que faltaba. Otro misterio que agregar a la lista》