Peligroso Ángel

24



Cinco días.
Ese fue el tiempo que pasó desde que me quedé sin trabajo disque porque ahora soy "la señora de la casa". 

¿Eso que tiene que ver?¿Acaso las mujeres comprometidas no trabajan? 
Los hombres son tan machistas. 

Me aventure por el despacho y allí estaba Anibal, centrado en su trabajo al igual que Lila, quien estaba usando mi silla. 

《Maldita ladrona de trabajo》 

Me devolví a revisar mi móvil que había sonado en mi bolsillo. 

"Si no encuentras a Galen él te encontrará a ti y acabará contigo"
Peligroso A. 

《Mierda》
Había descuidado mi objetivo por estar pensando en tonterías. Si no me ponía seria mi cabeza sería la siguente en rodar. 

Me recibió la habitación donde hallé la USB de la señora Abigail (mi antigua habitación de amor). Tal vez encontraba algo más. 

Me detuve en seco cuando un par de ojos marrones me repararon, la acción me dejó estática. Miguel no hizo ningún movimiento, solo me veía sentado desde la cama arrecostado en los barrotes. 

Fui yo quien rompió el silencio. 

—Hola. 

Me ignoró. Movió los ojos al móvil que tenía en las manos. 

—Oye, yo... —vacile. No era fácil para mí hablar con él después de lo ocurrido—. Yo... 

—¿Que haces aquí? —bramó sin apartar la vista del movil—. Pensé que no ibas a volver jamás —se levantó—. Las cosas nunca salen como las pienso, me voy. 

Pasó por mi lado dispuesto a marcharse pero lo detuve sujetándolo del brazo. Trató de zafarse y comenzamos un forcejeo que nos dejó al pie de la cama; ejercí fuerza sobre su pecho volviéndolo a tumbar en el colchón y la gracia no salió como quería, en el proceso perdí el control de mis pies y caí sobre su cuerpo a centímetros de su cara. 

El corazón se me detuvo, la mezcla de su respiración con la mía causó estragos en mi estómago. 

—¿Que pretendes? —sus ojos estaban puestos en mis labios. 

Solo pude soltar un murmullo 

—Hablar. 

—¿Segura que quieres hablar...? me sujetó de la nuca y me guío a su boca, nuestros labios se unieron mientras nuestras lenguas se abrían paso dentro de nuestras bocas. El ritmo de nuestros movimientos era acelerado, desesperado, necesitado. Me removi sobre su cuerpo situándome en una posición perfecta sobre él, tiró de mis caderas juntando más nuestros cuerpos; me hizo enloquecer, me preparé para soltar su pantalón y... detuvo el beso. 

—No puedo llegar hasta allá —Me apartó a un lado—. Anibal no es el mejor padre del mundo pero no lo voy a traicionar de esta manera. 

Lo seguí colocandome de pie. 

—Siento mucho lo que pasó entre nosotros —le hablé a su espalda—. No tenía otra opción y fue la decisión correcta. Perdóname si te herí pero aveces hay que sacrificar grandes cosas para llegar a la meta. 

Se volvió hacia mi y mi corazón comenzó a galopar cuando el café inconfundible de sus ojos encontraron los míos. 

—¿Lo amas? 

Bajé la vista sin saber que responder.
¿Lo amaba? ¿Sentia algo por Anibal después de saber todo lo que se de él? 

Me cogio del mentón haciendo que lo mirara. 

—Responde ¿lo amas? —me volvió a preguntar. 

—No... no lo sé —vacile—. Ahora todo es tan confuso que... 

—¿Y a mi? —Me calló—. ¿Me amas? 

Guardé silencio. Miguel si que sabía como dejarme sin respuesta. ¿Que le podía decir? Ni siquiera yo sabía que es la sensación extraña que me abarcaba el estómago y todo mi ser cada vez que lo tenía cerca. 

Se aleja. 

—No tienes que responderme si no quieres, obligar a las mujeres hacer algo de lo que no están cómoda no es lo mío —se encaminó a la puerta—. Cuando tengas claro lo que realmente quieres recuerda que mi propuesta de marcharnos lejos sigue en pie —se fue. 

Me dejé caer de espaldas sobre el colchón. 

¡¡¡Dios santo!!!
¿Cuando acabará todo esto? Ya no se si avanzaba o retrocedía. Lo que si tenía claro es que el culpable de la muerte de mi amigo aparecía porque aparecía. 

Me incorporé cuando recordé a lo que fui. 

Busque en todos lados algo que me llevará a descubrir otras pistas que alimentara mi investigación. No hallé nada, todo se encontraba en orden dentro de lo que cabía. 

En el pasillo el celular volvió a vibrar en mi bolsillo. 

"Recuerda que los asesinos también se disfrazan de blancas ovejas para matar a sus pastores. Seria una pena que te sacaran del juego tan pronto. No confíes en nadie".
P. Ángel 

En la sala volvía a guardar el móvil bajo los ojos de los presentes que llevaban a cabo una despedida, por un momento me alegré, la ilusión de que ya despidieron a la tal Lila por incompetente me llenaba de mucha felicidad pero dicha felicidad se fue al drenaje cuando noté la presencia del amigo de Aníbal; alias la momia, junto a dos hombres que cargaban su equipaje. 

No me quedé a ver, nunca me gustaron las despedidas y mucho menos que vengan de personas queridas. Me encerré en mi habitación a pensar el siguente movimiento. Me estoy quedando sin opciones y si puertas nuevas no se abren las abriré yo a la fuerza, me niego a quedar en un callejón sin salida. 

Abrieron la puerta de mi habitación y la persona que estaba parada en el umbral era la última que me apetecía ver. 

—Vaya, si que vives la vida cómoda —Lila se adentró en mi habitación luego de haberle pasado seguro a la puerta—. Esto explica muchas cosas. 

Me levanté furiosa por su intromisión. 

—¿Que demonios haces aquí? —le ladre a pocos centímetros de su cara—. ¿No quedó claro que no quería entrometido? 

Rio como si le fuese contado un chiste. 

—Tu no me dices que hacer —bramó. 

El puño me picaba por estamparselo en la nariz pero la muy maldita percató mi intención. 

—Que ni se te ocurra —advirtió. Dió una vuelta reparando la habitación antes de tirarse de culo en el colchón. 《¿Quien se creyó esta sucia?》—. Quita esa cara, vengo en son de paz. 

Que ella estuviera en ese momento solo significaba que el tiempo se me agotaba. Tenia que actuar rápido. 

—¿Quien es tu amante? —inquirió—. ¿Aníbal o Miguel?... tengo entendido que estás comprometida con Anibal pero hace un momento estabas encuartelada con Miguel lo que me hace pensar que... 

—Nada —la corté—. no te hace pensar nada. Y ninguno de los dos son mis amantes. 

—sii, y mi madre es J. Lo —dijo con sarcasmo—. Yo me estoy comiendo al bombón de Luciano y desde la primera vez que estuvimos juntos lo anhelo a cada momento —cerró los ojos y habló como si recordara cada cosa que pasó con Luciano. 

Puse los ojos en blanco. 

—No te tienes que enamorar de él —la regañe. 

—Mira quien lo dice; la mujer que está enamorada del padre y del hijo. 

Esta maldita habla sin saber. 

—No me has respondido que haces aquí —cambie de tema. 

—¿Tu que crees? —se enderezó sobre la cama—. Vine ayudarte en el trabajo que te quedó grande. 

—No pedí tu ayuda —La encaré—. Ni la tuya, ni la de nadie. 

Se colocó de pie alisando con las manos la falda de tubo que cargaba puesta. 

—Lastima que no te gobierna sola —me rodeó en busca de la puerta pero antes se detuvo a mi lado—. El jefe no está nada contento con tu tardanza. No has hecho lo que se te pidió y ahora andas jugando la amiga vengadora. Todos quieren avances y sienten que contigo pierden el tiempo. Christian te espera mañana a primera hora en el lugar de siempre. Te llegó la hora de rendir cuentas. Buena suerte —se fue. 

Recontra mierda.



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En el texto hay: misterio, mentiras, romance

Editado: 25.06.2021

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