Penicilina

Capítulo 8

Entonces, River leyó una carta.

La carta de suicidio de Julián Ramos.

“He hecho cosas malas, muy malas y muy buenas.

Pero las buenas no las puedo recordar. Soy sólo un espectro en el cuerpo de Julián, con la vida de Julián, una familia que no es mía, un trabajo para el que no me siento competente, a duras penas sé escribir.

Cuando despierto y entro a mi propia vida es como si invadiera, forzara ser algo.

Alguien.

Era alguien, pero ya no.

Mi mayor error no fue pasarme la señal de alto conduciendo, mi mayor error fue no morir, al menos si hubiese muerto en el accidente no tendría que decidir romperle el corazón a nadie.

Tuve que decidir, ¿soy yo o son ustedes? ¿Tengo la fuerza suficiente para acabar con éste espectro? Según los que me conocían, yo era un hombre que ponía a todos antes que a mí mismo, pero a ese hombre tampoco lo recuerdo. 

No es un adiós, porque yo no soy quien ustedes conocían.

JULIÁN RAMOS FUE ENCONTRADO EN EL PAVIMENTO A LAS 9:00 A.M. DEL 19 DE AGOSTO DE 2017, TRAS ARROJARSE DEL PISO 8, DONDE ESTABA UBICADO SU APARTAMENTO."

Lo único que River pudo hacer fue anotar el nombre de Julián Ramos debajo del nombre de Dante Polard, debajo de Archie.

Deseaba poder hacer algo más.

Tras leer muchas otras cartas descubrió que ciertas palabras se repetían, palabras a las que las personas temen durante toda su vida: Miedo, olvido, perdón, soledad, desaparecer, invisibilidad, oscuridad, insensibilidad, perdido, muerte.

La mayoría de las notas de suicidio eran cortas, aunque el contenido lograba ser igual de devastador todas las veces.

Esas personas, hombres, mujeres, chicas, chicos, niños, ancianos… tantas vidas que merecían seguir ahí y él mismo se mantenía sin hacer nada.

Pensó en Mark, y la vida tan maravillosa que tenía, la familia tan acogedora, el corazón tan grande… River jamás pensaría que alguien así podría suicidarse.

Mark lo había intentado, de eso no había duda, pero River no lo entendía. No lo entendía y, ciertamente, quería entender. 
Así que llamó a Mark, que, con la gentileza que lo caracterizaba, le dejó su número de teléfono. Eran las 11, cosa que River no consideró y al parecer tampoco lo hizo el adulto cuando respondió en su tono amable.

—Perdón por molestar…

— ¡Hola, River! —Su voz se oía suave, emotiva y sin una señal cansancio—. Tú no molestas, cuéntame, ¿puedo ayudarte en algo?

Respiró hondo, retuvo el aire un par de segundos y finalmente se atrevió a confesar.

—Mark, yo… cuando estuve en tu casa con tu hermosa familia sentí que por un segundo alguien se preocupaba por mí—contaba—, no te juzgo, pero me pregunto desde ese día… ¿Por qué intentaste suicidarte?

Mark sonrió al otro lado de la línea, con tristeza. Caminó hasta su estudio, se sentó frente al piano.

—Nunca le he contado a María por qué. No quería romper su corazón. Le dije que me sentía muy solo, eso lo hizo peor, porque ella… es la mujer más maravillosa del mundo, y la amo demasiado—River estuvo a punto de disculparse por preguntar, hasta que Mark siguió hablando—. Sólo… no puedo amarla de la forma que ella necesita.

Algo le impedía pronunciar la verdad.

— ¿Eres gay, Mark? —preguntó River, convencido de que eso era lo que Mark necesitaba.

—Eso creo.

Durante las siguientes horas Mark le contó a River cómo intentó hacer que su suicidio pareciera un accidente, se lanzó por las escaleras y no dejó nota alguna, lo que estuvo matándolo por tanto tiempo.

Amaba a María, amaba a Mich, pero se estaba ahogando a sí mismo. Se sentía querido, todo el tiempo actuaba como si se sintiera feliz, aunque la culpa lo estuviera consumiendo.

Creía que no existía salida posible, no se soportaba a sí mismo.

¿Qué hacen las personas con algo que no soportan? Se deshacen de ello.

Mark hablaba en un susurro y por algún motivo no lloró ni una vez, lo que hizo preguntarse al chico si era posible amarse y odiarse tanto al mismo tiempo como el hombre lo hacía.

La mañana siguiente Dimitri se preguntó si debía consultar a River sobre su siguiente decisión. Su lado autónomo como adulto le dijo que no, pero su lado de confidente y compañero le dijo que lo lógico era comentarle, aún cuando no necesitaba su permiso.

Grabó una nota de voz explicándole lo que iba a hacer.

Lo que iba a hacer era inscribirse en la escuela a la que asistía Alex Kneef, convertirse en su amigo y escuchar todo lo que ella tuviera que decir acerca de su difunto novio Arquímedes, sin presionarla.

Ahora, ¿cómo iba a lograr inscribirse en la secundaria, con sus notorios 23 años? Un par de favores podrían arreglar eso.

Oh, pero la entrevista con la directora… podía describirla como inolvidable.

—No admitimos cabellos tintados.

Se pellizcó su propio muslo, para evitar decir un comentario insensible de esos que acostumbraba.

—No es tinte—explicó—, es una extraña reacción clínica causada por un efecto traumático que hace que mi cabello pierda el color.

La respuesta de la directora fue la parte inolvidable de la anécdota.

—Entonces debes usar tinte.

«Imposible» pensó, se mordió la lengua y sonrió.

Porque no había manera. No, no, no, negativo, negativ, négatif, negative, imposible, impossible, impossibile y en cada idioma sencillamente no era sensato pensar que Dimitri de Gales iba a usar un vulgar tinte castaño en su cabello casi gris en su totalidad.

Dios, la carcajada de River cuando horas después lo vio llegando con el cabello castaño no tenía precio. El rostro de Dimitri le hizo entender que no era gracioso, pero sí, era muy gracioso.

—Te voy a matar, Visconti.

El chico sólo no podía parar de reír, el abdomen ya le dolía.

—Espero que te desinfles, Visconti—dijo Dimitri, controlándose para no contagiarse de risa, se colocó una gorra de béisbol que le pidió al chico traer.

Claro que el menor notó al universitario fingiendo que no veía el lado divertido.  
River, a pesar de las risas, echaba vistazos a la hora, ese era su gran día, Dimitri lo sabía.

— ¿Quieres que te acompañe?

De Gales no era un fan del teatro, no del todo. Recordaba haber asistido a una función de School Of Rock  y pensado que realmente los musicales no eran lo suyo, sin embargo, cuando se trataba de River era más delicado que de costumbre.

Algo que solía preocupar a Dimitri era lo que River escondía debajo de su piel.

Si consideraba todos los factores, River era el perfil perfecto de un chico propenso (si no es que próximo) al suicidio. Cada vez era más vulnerable, más sensible ante las injusticias, más inseguro, incapaz de mirar al frente por decisión propia, e incluso sus calificaciones estaban bajando.

Luego estaba toda la basura deprimente que su cerebro procesaba.

Después de todo, uno de los dos tenía que hacerlo; Dimitri se ocupaba de cuanto podía, su universidad era lo más exigente que se podía y la carga que llevaba ya era suficiente.

River insistió en que no era necesario que lo acompañara, que quizá no lo dejarían pasar y que de seguro tendría mejores cosas que hacer. Dimitri insistió mucho más, así que la discusión no podía tomar otro curso. 
Llegar al teatro fue surreal. 

Las butacas estaban levantadas, pero las luces llenaban cada rincón de esplendor. River imaginó miles de personas entrando a ver una función, esperando que el telón se levantara. Se sintió en casa, maravillado, gigante y a la vez pequeño.

Ese era su único sitio, lo sabía.

Pollard estaba en el escenario, con otro hombre sentado frente a un piano y una mujer que escribía algo en una pizarra. 
Su profesor sacudió una mano desde el escenario e hizo una seña para que se acercara.

El hombre tocaba lo que leía de la partitura frente a él, escrita a mano, parecía frustrado, los tres parecían frustrados. River quedó estupefacto al notar que el hombre era Frederick Colton y la mujer era Olivia Hammerstein, de ESOS Hammerstein.

Allí yacía River, ante esas tres leyendas del teatro musical, esperando que el relativamente bajo y estilizado compositor terminara de tocar.

Antes de terminar, Freddie Colton se detuvo a sí mismo, con una expresión iracunda a sí mismo.

—No sirve, ¡ustedes saben que estoy tocando basura! NO SIRVE.

Olivia Hammerstein le dijo que no se alterara, que la canción era rescatable, pero que necesitaba un “algo”. Todos miraron a River.

— ¿Qué opinas, Visconti? —preguntó Pollard.

— ¡Genial! —Escupió Colton— Ahora basaremos la resurrección de una canción que está MUERTA en la opinión de un niño, ¿qué edad dijiste que tenías?

—Tengo 17, señor, pero creo que puedo serles de ayuda, quizá si…—River se ofreció a sentarse en el piano, el importante Freddie Colton se levantó, sin pizca de esperanza—. Yo cambiaría los tiempos, señor, lo haría en ¾. Y la letra la… modificaría. ¿Me permiten un bolígrafo?

Olivia Hammerstein, un poco insegura, le extendió un bolígrafo. El chico se dedicó a reescribir cosas directamente de la partitura mientras los compositores lo estudiaban con atención, ante la sensación de ver un profano representado en River.

Entonces River tocó enérgicamente un acorde y comenzó a cantar.

BUENAS TARDES, CABALLEROS,  
¿PUEDEN SENTIR LA TENSIÓN? 
EL AIRE SE COMPRIME EN EL TIC TAC DEL RELOJ.

HABLAN IDIOMAS EXTRAÑOS, 
BAILAN SIN PARAR, 
NO HAY LÓGICA POSIBLE NI RUMBO POR TOMAR.

LÍNEAS PARALELAS QUE AL CORRER Y SALTAR, 
SI SE ENCUENTRAN LISTOS PARA SUS MENTES SATURAR—

Todos se fijaron en el vibratto hermoso en la voz de River. Hasta que, por sorpresa, bajó tres octavas de golpe.

¡SOSTENERSE BIEN!

Casi por arte de magia, River cambió la modalidad del piano al sonido del violín, cosa que no notaron hasta que lo escucharon, y que no terminaron de asimilar para cuando ya había vuelto al teclado.

Y ÉSTE SOY YO, SU OBEDIENTE SIRVIENTE, 
EL TIBURÓN QUE ACECHA, 
LA DESCARGA QUE DESMIENTE, 
SABEMOS QUE UNA NOCHE NO ES SUFICIENTE,  
ASÍ QUE—

¡SOSTÉNGANSE BIEN!

Cambió la modalidad, lo dejó así ésta vez, subió dos tonos en la melodía y también lo hizo su voz, que se tornó dulce, no agresiva.

SE ESTANCA EN TU CABEZA COMO UNA CANCIÓN, 
CHOCA ENTRE TUS VENAS, TE PUEDE LA EMOCIÓN, 
SABES QUE TE TIENEN Y NO QUIERES CO— RRER—

Un acorde vino casi como un golpe.

¡SOSTÉNGANSE BIEN!

Sin previo aviso, River comenzó a improvisar, a componer.

CAES— CAES POR LA NOCHE. 
TE ESCONDES— EN EL FARO DE LUZ. 
SABES QUE TU SITIO NO ESPERA POR TI,

River cambió ahora al órgano y su voz era más oscura, hechizante.

ASÍ QUE ESCUCHA BIEN, 
ASIMILA POR TU BIEN, 
NO INTENTES CO— RRER— 
¡¿ESTÁN LISTOS, MONSIEURS?!

Nadie se atrevió a interrumpir hasta que River tocó la última nota del piano. 
Extasiados. Se encontraban extasiados, incluso Colton, cuya voz nunca paraba, estaba sin palabras, y Olivia Hammerstein aún procesaba la nueva energía que éste chico traía consigo como una revelación. Pollard fue el primero en hablar.

—Les dije que el chico es una estrella.

El joven River Visconti se quedó sin oxígeno cuando escuchó eso salir de la boca de Rolland Pollard, pero cuando vio que los dos compositores estuvieron de acuerdo sintió que su alma había dejado el plano actual, de haber tenido la oportunidad hubiese saltado como una pulga de la emoción.

Los compositores y el director lo invitaron a tomar algo en una cafetería cercana, donde algunas personas les pidieron fotos y autógrafos, otras se limitaron a saludar.

Cuando estuvieron libres de interrupciones empezaron a interrogar a River, en el buen sentido.

— ¿Dónde aprendiste a tocar el piano? —preguntó Frederick Colton.

River se encogió de hombros.

—Hay un piano en mi casa, sólo… aprendí. Pero no soy muy bueno leyendo partituras.

Era la verdad, en la partitura de Colton sólo pudo entender el inicio, lo demás fue intuición.

— ¿Dónde aprendiste a cantar? —preguntó Olivia Hammerstein.

Imaginó que estuvo desafinado, su voz no estaba tan educada como debería. Los demás estaban silenciosamente impresionados por vibratto y su cambio de agudos y graves.

—No soy tan bueno, pero he tomado clases.

—Creo que él podría ser nuestro Basil—propuso Pollard a los compositores.

Basil era el personaje que cantaba la canción que recién arreglaba y también era el protagonista de la obra que estaban construyendo.

Sus ojos brillaron, jamás imaginó cumplir sus sueños desde tan joven. ¿Un ascenso de cuento de hadas estaba en sus planes? No, nunca lo estuvo. ¿Iba a tomar ese camino? Demonios que sí.

No obstante, repentinamente tuvo una sensación desagradable en el paladar.

« ¡La puta madre, Dimitri! » se reclamó en su cabeza.

Entonces, lo que debía hacer según la moral era salir corriendo hacia el teatro, ir a la recepción y disculparse con Dimitri por ser un idiota e irse cuando lo había esperado. 
¿Eso hizo? No.

Es entendible hasta cierto punto que nuestro protagonista tomara la decisión de excusarse con sus héroes, ir al baño, llamar a Dimitri, decirle que la situación ameritó que salieran de ahí, que podía ir a su casa y se lo compensaría.

Porque, sin mentir, ¿qué hubieses hecho tú cuando tienes a importantes personajes del mundo al que intentas pertenecer discutiendo contigo un proyecto gigantesca que te abrirá las puertas del éxito? 
¿Hubieses escapado para disculparte con tu amigo por dejarlo esperándote? ¿O lo hubieses llamado para seguir con tus asuntos?

Sin importar cuál sea tu respuesta, la decisión de River fue poner primero su futuro en su lista de prioridades.

Últimamente él no estaba muy orgulloso de sus decisiones. 



#2671 en Novela contemporánea
#5857 en Thriller
#3332 en Misterio

En el texto hay: misterio, romance, drama

Editado: 03.04.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.