Luego de estar demasiado exhausto, me puse a limpiar cada gota de sangre que había ensuciado la casa.
Era inmensamente agotador hacer dicho trabajo.
Ulterior a haber terminado la limpieza, en un maletín marrón de mi padre encontré todo el dinero que me había hurtado.
Fue muy gratificante haber recuperado el dinero que me costó tanto ahorrar.
Así, sin más, vi la botella de whisky Boltra, de origen escocés, que estaban tomando mis padres.
La bombona estaba sobre la mesa y se encontraba tapada.
Estaba casi llena, y había dos frascos vacíos del mismo whisky tirados en el piso.
Entonces empecé a beber de aquel whisky, que tenía un amargor que me hizo arrugar el rostro en varias ocasiones.
En el segundo vaso de licor que me serví, ya tenía un mejor sabor.
Después empecé a beber más de la cuenta, hasta perder la consciencia.
Al día siguiente me desperté con un terrible dolor de cabeza; me latían los sentidos.
Cuando vi la hora, ya era tardísimo.
Eran más de la una de la tarde, pero al querer levantarme me sentía tan mareado que me acosté de nuevo en la cama.
Así, sin más, cuando me sentí mejor —sin tener nada en el estómago— me fui al circo.
Me encontré a Wyatt, y este me quedó mirando fijamente.
Yo no tuve más opción que decirle:
—¡Lo siento! Tuve un contratiempo con mis padres. Disculpa que no pude venir hoy temprano para el ensayo.
Wyatt no me despegaba la mirada de encima y me dijo:
—Ya es de noche. Faltan quince minutos para que comience el show.
Mira cómo la gente entra, y tú no sabes de qué trata el guion del espectáculo.
Estamos trabajando de viernes a martes; todos descansamos los miércoles y jueves.
Tenías que ser responsable. Yo te lo dije.
En este trabajo todos necesitan ser disciplinados.
Además, aún hueles a alcohol.
Eres igual que tus padres: un perdido por los vicios.
—Lo siento, lo siento... Tuve un problema y tomé de más.
Te prometo que no te volveré a fallar.
Dame el diálogo, que yo lo aprendo rápido. Soy inteligente, Wyatt. Confía en mí.
Tom, el hermano de Wyatt, estando detrás de mí, me puso la mano en el hombro derecho y me dijo:
—Lo siento, Bob... estás fuera.
—¿Fuera? ¿Fuera? —repetí—. ¿Por un solo día me excluyen?
¡No me desaparecí por una maldita semana! Solo fueron unas cuantas horas...
—No fueron unas cuantas horas. Fueron muchas horas. Todo el maldito día —dijo Tom.
—¿Cómo puedes decir que estoy fuera?
—Los muchachos nunca faltan. Ellos son muy responsables —dijo Wyatt, tomando la palabra—.
Lo que te dijo Tom lo decidimos todo el equipo, no solo nosotros dos.
Todos los que trabajamos aquí.
—¿Pero quién va a ser Payaso 1?
—Ya tenemos reemplazo. Lo siento —afirmó Wyatt.
Tenía un furor muy profundo, y una herida tan dolorosa yacía en mi pecho que me quebrantó el corazón.
Se me estiraron los huesos, y mi boca se encontraba ondulada como la de un perro furioso.
Pero tenía que mantener la calma.
Seguramente, con el pasar de los días, todo iba a mejorar.