Cuando me convertí en adulto, no pude graduarme del colegio como la mayoría sí lo pudo hacer. Mi papá me sacó del colegio dos años antes de convertirme en bachiller. Se me acabaron las posibilidades de poder estudiar para aportar algo relevante a aquella sociedad. Los trabajos escasearon. Nadie me quería contratar en ningún lado. Entonces me fui al circo y esperé a que los artistas salieran por la noche. Me acerqué a un hombre de cabello pelirrojo como el mío. El hombre tenía por nombre Wyatt, y le pedí de favor que me diera trabajo.
—Me preguntó: ¿Qué sabes hacer?
Le dije que no tenía experiencia en nada, pero que anhelaba convertirme en un gran payaso.
Wyatt llevó su mano a la barbilla y su mirada perdida reflejó un modo pensante. Luego abrió la boca para decirme:
—Ven mañana a esta misma hora para conversar con los muchachos. Tengo que acordar ciertos detalles.
Al llegar al circo al día siguiente, me hicieron un casting.
Me dieron unas notas con unos diálogos. Wyatt me dijo:
—¡Mi circo ha sido contratado por una noche por los miembros de una escuela! Van a venir puros niños el día lunes, así que tenemos tres días para ensayar. Ya tenemos hechos los diálogos. Mi hermano Tom y yo queremos probarte como payaso principal. Ya que Tom, aunque también es payaso, quiero que se concentre en ser malabarista. Ya lo tenía pensado desde mucho antes.
El casting trataba de que yo era Payaso 1 y Wyatt hacía de Payaso 2.
—Lee el diálogo y habla como payaso, de este modo: “¡Hooooola, niños!”
Yo repetí:
—¡Holaaaaaa, niños!
Entonces agarré unos globos rojos y dije:
—¿Quién quiere un globo? Tengo globos para todos ustedes. A mí me gustan los globos rojos, ¿y a ustedes? ¿Les gustan los globos rojos?
—¿Eso no está en el guion? —me dijo Wyatt—. Pégate al guion. Y devuélveme los globos, que son de decoración para el circo.
—Lo siento, no lo vuelvo a hacer.
—Ok —me dijo Wyatt, asintiendo—. Bien, se encuentra bien tu voz. ¡Tu voz está perfecta! ¿Qué te pareció su voz, Tom? —preguntó Wyatt a su hermano.
—Me pareció excelente, tiene una voz brillante —dijo Tom.
En su apariencia era un hombre rubio de baja estatura. Su comentario me puso extremadamente feliz, ya que estaba aprobando mi futuro, y mis sueños muy pronto pasarían a hacerse realidad.
—Ahora sí, empecemos a entrenar. Tú eres Payaso 1, recuerda muy bien. Aprende tus diálogos.
—Yo soy Payaso 2.
—Entonces empezamos.
Payaso 1: ¿Quién va a la escuela?
Levanten la mano los niños que van a la escuela.
Payaso 2: Cuando los niños digan “yo” o lo que quieran decir, entro yo, que soy el Payaso 2, muy exagerado, diciendo: “¿Él también monta a caballo con espuela?”
Payaso 1: (Lo corrige diciendo). No estoy preguntando quién monta a caballo con espuela. Lo que yo pregunté es: ¿Quién va a la escuela?
Payaso 2: ¡Ahhhhh! Yo también he ido a la escuela. Es más, yo soy muy, pero muy inteligente.
Payaso 1: Bueno, ¡como tú eres muy inteligente! Vamos a demostrarle a los niños que sí has ido a la escuela.
Payaso 2: Está bien.
Payaso 1: Voy con la primera pregunta: ¿cuánto es 1+1?
Payaso 2: Mmmmmm, déjame pensar… Ah, ¡eso es un empate!
Payaso 1: (Pregunta sorprendido). ¿Cómo que un empate?
Payaso 2: ¿Qué, no sabes qué es un empate?
Payaso 1: ¡No sé qué es un empate!
Payaso 2: Es cuando dos patos se empatan, o sea, se casan, ¡no seas burro!
Payaso 1: ¡Ahhhhh! No entendí.
Payaso 2: Es que tú eres un burro y los burros jamás podrán entender a un pato.
Payaso 1: ¡Ahhhhh! ¿Ahora entiendo? Entonces siempre he sido burro. Con razón mi papá me pone a cargar cosas en mi espaldita. Es que siempre he sido un burro. Y yo estaba bien creído de que era un humano. «Buaaaaa».
Payaso 2: Hijo, mírate al espejo, ¿sí ves tus orejas?
Payaso 1: Ajá, sí, las veo.
Payaso 2: ¡Esas son orejas de burro!
Payaso 1: ¡Ahhhhh! Con razón.
Payaso 2: Ahora, mírate la nariz.
Payaso 1: La veo. Es una nariz perfecta, sexy y bonita.
Payaso 2: Pues para que lo sepas, ¡esa es una nariz de burro!
Payaso 1: ¡Ahhh! Con razón.
Payaso 2: Ahora, mírate los ojos. ¿Sí los ves?
Payaso 1: Sí, los veo, tengo dos y son los ojos más bellos que existen en todo el planeta Tierra.
Payaso 2: Pues para que lo sepas, ¡esos son ojos de burro!
Payaso 1: ¿Los dos o uno solo?
Payaso 2: Los dos.
Payaso 1: Ahhhhh, qué bellos ojos tiene el burro.
Payaso 2: Son feos…
Payaso 1: Ya lo sabía.
Payaso 2: ¿Qué sabías?
Payaso 1: Dijiste, “son feos”.
Payaso 2: ¿Yyyy? No entiendo.
Payaso 1: Cuando dijiste “son feos”, ¿qué, no te referías a tu familia?
Payaso 2: No, me refería a tus ojos.
Payaso 1: Ahhhhh, pero tus ojos son más feos. Nunca vi dos cosas tan tristes, torcidas y mal puestas en una misma cara. Parecen de un monstruito amigable. (Aquí Payaso 1 tenía que agarrar los cachetes de Payaso 2 y decir: “¿Quién es la cosita más fea del mundo?”).
Payaso 2: Ya, olvida los ojos.
Payaso 1: Ta bueno.
Payaso 2: Ahora, hijo, ¿traes dinero?
Payaso 1: Sí, tengo mucho dinero.
Payaso 2: A ver, déjame ver cuánto dinero traes.
Payaso 1: Tengo todo este dinero.
Payaso 2: A ver, déjame verlo más de cerca. (El Payaso 2 toma el dinero del Payaso 1 y se lo guarda en su bolsillo).
Payaso 1: Oye, ¿y por qué te robas mi dinero?
Payaso 2: ¿Cuándo has visto a un burro con billetes?
Payaso 1: ¡Yo quiero mi dinero! «Buaaaaa».
Payaso 2: Mira, será mejor que dejes de estar llorando. Si vuelves a persistir con lo mismo, te llevo al mercado para venderte como un burro parlanchín.
Payaso 1: (Queda mudo).
Payaso 2: Me prometes que ya no vas a volver a hablar.
Payaso 1: Lo prometo, por Diosito. Lo juro con toda mi alma y todo mi corazón que nunca, nunca, pero nunca más en la vida vuelvo a hablar. Jamás volveré a decir una, algunita, ningunita, solita, sola, solín, solocita, sola palabra.