Pennywise [el origen]

CAPÍTULO 6: GARGANTA

Mis ahorros, con el pasar de los días, empezaron a escasear. Me estaba desesperando, no sabía qué mismo hacer; mi desesperación era tanta que, cada día, antes de salir de casa, me metía un cuchillo de mesa en el bolsillo del pantalón. Tenía ganas de volverme un ladrón de baratijas. Mis intenciones consistían en querer hacer un largo recorrido y poder robar, por el camino, a alguien que, a simple vista, se notara frágil y que no tuviera manera de defenderse.

Días después me encontré con un amigo por el camino. Él me proveyó la información de que el circo se iba a ir de la ciudad. Mi gran amigo, Hal. Era un hombre de unos 60 años de edad, aproximadamente. Tenía el cabello encanecido y una sonrisa llena de amabilidad. Me dijo que, en el show del día anterior, los miembros del circo les habían dado la noticia de que se iban de gira por más de dos años, aproximadamente. También me contó que solo iban a dar un último espectáculo más y eso sería todo. Y, para los que no iban a poder asistir al último evento, se despidieron por adelantado dando grandes aplausos por haberlos apoyado. También dijeron que iban a hacer lo posible para volver antes de los dos años, para deleitarlos nuevamente con grandes y maravillosos espectáculos.

Mientras mi amigo Hal me contaba esto, me brindó un cigarro. Le agradecí por el enorme gesto y así nos tomamos un descanso fumando juntos.

Hal era dueño de una hacienda. Le pedí trabajo, pero él me dijo que tenía el personal completo. Sin embargo, también me aseguró que, si llegaba a necesitar a alguien, me avisaría sin dudarlo. No tenía más opción que ir a rogar a Wyatt para que me devolviera el trabajo y me llevara con ellos a la gira. Me dirigí hacia el circo y había un tremendo bullicio dentro. Estaba esperando fuera del circo hasta que terminara la última función.

Permanecí allí, aburrido. Entonces, Wyatt salió del circo para fumar un cigarro y me fijé en que no había nadie alrededor. Cuando le dije que quería conversar con él, me respondió:

—¡Tú otra vez! Ya te dijimos que estás fuera.

—Sí, lo reconozco —le respondí—, solo te quería agradecer por todo lo que has hecho por mí.

Wyatt asintió y me dijo:

—Está bien, tómalo con calma, ya conseguirás un buen trabajo por ahí.

—Muchas gracias por tus bellos deseos —le dije—, lo sé muy bien. Solo quería intentar recuperar mi trabajo. Pero tienes razón, las oportunidades están siempre a la vuelta de la esquina.

En consecuencia, le solté:

—¿¡Jamás he visto orinar a una mujer de pie!?

—¿Dónde? —dijo Wyatt.

Le señalé con el dedo índice de una mano y, de inmediato, saqué del bolsillo el cuchillo de mesa y se lo enterré en la garganta. Wyatt jadeaba de forma angustiante y, por un instante, me pareció que iba a gritar muy fuerte, pero solo hizo el ademán de intentarlo. La sangre le resbaló profusamente por la laringe. Wyatt quedó unos segundos de pie y luego se desplomó en el piso, cayendo boca abajo.

Después de percatarme de que nadie me había visto, huí por unos matorrales detrás del circo. Rodeé el molino hasta subir por una loma muy alta, luego fui invasor de una propiedad privada. Después de recorrer varios recodos y circunvalaciones, al fin pude llegar a casa.



#37 en Paranormal

En el texto hay: paranormal, terror, terror gore

Editado: 02.09.2025

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