Pennywise [el origen]

CAPÍTULO 10: TIENES QUE REÍR EN MI SHOW

El arco con la flecha las compré con la intención de cazar ciervos o conejos, el espeso bosque resulta peligroso por la clase de animales que allí habitan. Pasé un día entero en casa. Al día siguiente tenía que ir a asaltar para conseguir subsistir.

Días después, a eso de las 5 p. m. Llegaron a tocar mi puerta. Cuando fui a abrir para ver de quién se trataba, vi a mi amigo Hal con su esposa de la mano. Ella era de menor estatura, ambos estaban de pie fuera del umbral. También parecía tener la mitad de la edad que mi amigo Hal, sus ojos verdes eran bonitos. Poseía la gracia de ser una mujer completamente feliz. Me sonrió y me extendió su mano para saludarme. Yo en vez de solo estrecharla agarré su tierna mano y le di un beso en el dorso. Le dije. «Madame». Por tal motivo aconteció que me regaló una tierna sonrisa. Hal no parecía molesto. Él sabía muy bien que conocía la tradición francesa, eso es muy común allá en ese país.

Hal ignoró aquel ademán de mi parte. En consecuencia me dijo. ¡Supe que te asaltaron! Lo siento tanto.

Sí, fue horrible. ¡Derry ya no es seguro! Los delincuentes están por todos lados. Solo les gusta hacer prejuicios a la gente de bien.

—¿A dónde ibas tan de noche? —Preguntó Hal.

—Iba a dar un show privado a los hijos de un amigo.

Que bueno que mencionaste lo del show. Para eso mismo vine. Bob, resulta que van a venir unos amiguitos de la escuela de mi hijo para festejar su cumpleaños.

Quería pedirte un favor, no sé si te gustaría ganar un dinero para ir vestido como payaso y contar varios chistes en mi casa. Tú sabes, como para divertir a los niños. Mi hijo al igual que sus amiguitos extrañan el circo. Iban de dos hasta tres veces por semana, ya que habían diferentes espectáculos y los payasos no repetían los mismos chistes. Incluso mi esposa y yo nos divertimos mucho, nos volvimos adictos a ese tipo de diversión. Reír te añade años de vida.

Me alegré por la propuesta de mi amigo Hal. Su esposa, Lorraine. Me dijo, monsieur y me sonrió de forma coqueta. Hal me dio la mano y mencionó: te espero en casa después del mediodía. Prepara unos buenos chistes. O mejor, ¿Qué te parece si mañana almuerzas en casa y luego te preparas para divertirnos con unos buenos chistes?

Yo estando muy feliz respondí, me parece excelente tu idea. Allí estaré.

Antes de que Hal partiera con su esposa en su lujoso carruaje, noté que había mandado a tallar figuras de payasos en la fina madera del vehículo. No eran coloridos ni llamativos; simplemente había hecho cincelar las imágenes en relieve y mandado a pintarlas de negro, el mismo color sobrio que dominaba toda la carroza. Si hubiese añadido tonos vivos, su landó habría resultado estrafalario, quizás incluso el hazmerreír de su distinguido círculo social. Era evidente que Hal sentía una profunda fascinación por el mundo del circo. Al frente del carruaje, un anciano de tez negra aguardaba con serenidad: era el cochero. Entonces Hal le dirigió la palabra con tono firme:

—Vamos a casa, Edward.

—Por supuesto, señor. De inmediato —respondió el hombre con respeto.

Por lo consiguiente fui por hojas de papel y saqué mi pluma de ganzo estilográfica. Agarré un gran frasco de tinta y me puse a escribir chistes nuevos.

El que hacía el guión de chistes era Wyatt. Lastima que se lo llevó la desobediencia o la fregona como suelen decir varias personas por ahí.

Después de tener listo mi guión de chistes empecé a ensayar hasta memorizar cada uno de ellos. En consecuencia me puse a imaginar cuánto se podrían divertir los niños y el solo meditar que tenía la capacidad para fomentar un tremendo espectáculo me llenaba de completa satisfacción.

Llegó el siguiente día, después de desayunar me fui a hacer unas compras para poder presentar mi espectáculo y saqué de mi cómoda mi traje de payaso, era uno de los varios recuerdos que conservaba del circo.

Por ende me alisté para ir a la casa de mi amigo Hal. Caminé un kilómetro y medio, más o menos. Necesitaba un caballo de suma urgencia. Tenía pensado robarme uno. Fui vestido con ropa normal y allá tenía que cambiarme ya que Hal me invitó a almorzar. Habían 9 niños dentro, saludé a cada uno de ellos. También les estreché la mano a los padres de aquellas criaturas.

Hal me recibió con un abrazo cálido; nuestros cuerpos se estrecharon en un gesto fraterno, mientras nuestras manos golpeaban con fuerza contenida las espaldas del otro, en esa costumbre masculina que expresa afecto sin palabras. Apenas nos separamos, tomé con delicadeza la mano de su esposa, Lorraine, y deposité un beso respetuoso en el dorso, en señal de cortesía y estima.

Me acomodé en la mesa. Hal había preparado un asado de cordero: la carne, tierna como seda, se deshacía en la boca, impregnada de un sabor profundo y jugoso que hablaba de paciencia y maestría en la cocina. Cada bocado era un deleite.

Cuando terminamos de comer, Hal me miró con seriedad y dijo:

—Te voy a dar un certificado de cobro al banco con el valor asignado.

Sacó entonces una hoja de papel y me mostró la cifra escrita con tinta firme. Me complació ver aquella cantidad: era justa y oportuna.

Hal firmaría aquel documento y, con su rúbrica, el banco lo reconocería como válido. Yo, presentando mi registro de identidad, podría cobrar sin dificultad la suma estipulada. Así funcionaba ese método de pago conocido como cartillas de cobro: un sistema tan sencillo como eficaz, sustentado en la confianza y el respaldo de la firma.

Ya estaba listo. Había traído mi moral bien en alto y estaba pensando en hacer más show por el pueblo para ofrecer mis servicios. Después de todo creí que volvería a tener un nuevo comienzo y me sentí muy feliz por ello. Esperaba poderle robar varias carcajadas a los niños que llegaron a verme y también me sentí convencido de que ofrecería un espectáculo tan maravilloso que sería completamente inolvidable.

Hal me prestó una habitación para poderme cambiar y poder empezar el espectáculo. Empecé a pintar mi cara de blanco, luego me puse a embadurnar la mitad de mi nariz de un color vino tinto. Preparé unos globos para mi show.



#37 en Paranormal

En el texto hay: paranormal, terror, terror gore

Editado: 02.09.2025

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