De amor te hablará la luna, en sus noches más frondosas y tumultadas,
y en ese vaso sin lavar encima del mesón,
en su cristal aún contiene grabada la armonía de tu arpiosa voz.
El deseo dejará sucumbir su secreto en el celo de su duelo,
quedando en éxtasis al poco tiempo y abandonándolo a su término;
para que en otra oportunidad o al cambio de calendario, vuelva a intentarlo.
Dejando en un espacio vacío lo que nunca acordó o valoró,
pero cuyo fin es ruin y desdichado
bajando así el telar de una práctica idea de teatro
de la vida de un hombre mujeriego.