En tu rostro vi por primera vez la belleza manifestada,
tus ojos fueron el faro que me guiaban en medio de las furiosas aguas
donde mi alma se abatía contra la desesperación,
tu voz fue agua cuando en el desierto caminaba,
tus manos ramas de un árbol y en su sombra del calor me resguardaban,
tus pies son columnas bien alzadas
como los templos de la antigüedad que se edificaban,
aun longevos su fuerza conservaban
y su techo no cae sobre ellas.
Persistente parecida a la gota que gotea
y fuerte, semejante al ladrillo de la fortaleza.
Esa eres tú mamá, gracias por ser lo que eres.
No cambies.
Poema dedicado a todas esas madres.