Te apoderaste de mi ser con crueldad y toxicidad,
mas no podía dejar tu crueldad, que se convirtió en un capricho
igual a una soga que se volvió serpientes susurrante a mi oído.
En vez de escuchar palabras, podía sentir que tu voz mordía mi estribo
y sus gotas de veneno, ahora, recorrían por mi torrente sanguíneo.
Matando las endorfinas que hay; dejando mi cordura en un estado vegetal.
No sé, pero me agrada ese veneno, y no sé si es por miedo o por engaño
ya que nunca tuve aprendizaje sobre eso,
mas fuera lo que fuera sabía que nada estaba bien,
rara y llamativamente no me importaba
aunque seguía cayendo en una obvia trampa.
Era incrédulo, estúpido y terco; maldigo mi nobleza e inocencia, las cuales al ser heridas
se convirtieron en rencor y envidia
que se trasformaron en un elixir
más mortífero que tu interés.