En la víspera de la madrugada se alza el gran bastión de plata que da esperanza en la oscuridad,
y hay muchos aullidos que parecen por su carácter alaridos, manifiestan miedo y desamor,
su corazón esta trastornado a causa del vino.
Buscan cuartel tras su fortaleza, quieren que escuche su clamor y actue a su favor
en la frígida soledad de su habitación, para así refrescar sus memorias y
poder hablar con soltura y compasión de la llaga que se depositó en su corazón.
"Oh, querida caprichosa", exclamó un adonis, "De ti he presenciado gracia tras desgracia
cada vez que te dé la gana, nunca fuíste ni serás alguien de palabra
porque tus promesas las has dado y concebido a vagabundos para ir allá, mas nunca regresar jamás,
obligándolos a permanecer dentro de tus muros;
por yugo de esclavitud les impusiste quedar libre de sus penas,
¡qué tirana! ¡qué desgraciada!
Das esperanza a los cielos, pero al mortal lo reprimes sin saciedad.
De cierto quiero mi corazón en una bandeja, antes que someterme a tu voluntad.
Lástima que no quedo libre de tu vigilancia en las noches, más en las de Diciembre;
mi consciencia me es de armadura, mis valores de escudo y mi juicio mi espada,
por lo que seré un muro de barro bien cocido y sabiamente distribuido por jovenes con sus largas barbas".
"Oh, caprichosa", exclamó más vigoroso, "Oh, caprichosa Luna".