Un beso bastó para reponerme; supongo que eso me volvió conformista, con los abrazos, las miradas y los pequeños roces que tuvimos ese jueves. En toda esa noche, el tiempo gritaba que ya era hora de partir.
Me he quedado con ese momento desde entonces, he aprendido a quererte con base en ello.
A decir verdad muy pocas veces te he soñado, otras... Te he olvidado por minutos.
Sin embargo, una alarma de deber sacude mi pecho de vez en vez, como una parvada de aves que avisa: Ya es hora de migrar.
Pero no lejos de ti, sino a otra estación de tu mente, de tu cuerpo.
Aunque eso signifique un vago mensaje o una pregunta repetida.
Ya es hora de enamorarme de otra parte de ti; ahora que la distancia separa la carne del deseo y que el corazón se sale de su caja torácica,
Solo de pensar en cosas que no han pasado y posibilidades innecesarias para el coexistir de nuestro romanticismo.
Aunque ese día bastó, y nuestras charlas nocturnas peguen en rompecabezas la nostalgia y el renacimiento. Debemos volar, a los deseos más puros de nuestro ser, la esperanza que nos embarga cuando hay un nuevo amanecer, y la mortalidad se ve olvidada por el descubrimiento de una nueva gema.
Solo pido que me dejes ser una nómada de tus personalidades y posibilidades.
Permite que emigre la parvada a otra esquina de tu boca.