Comprender la naturaleza de nuestro comportamiento, mente y sentimientos se hizo más que difícil cuando nos encontrábamos sentados frente a una pantalla de una de las tantas tecnologías existentes, pensando en cómo contraatacar tratando de destruir lo que una vez nos pareció hermoso. Nos queremos destruir y es normal.
Somos dos individuos dentro un sistema de pensamientos donde nos detuvimos a pensar en qué pasaría si en vez de tratar de remediar los errores y seguir tratando hacerlo funcionar decidimos atacarnos sin pensar en el daño mental que nos causábamos en cada una de las palabras plasmadas en la ventanilla del receptor, en el daño que nos hacía leer cada letra fusionada, en una palabra. Cada palabra frustra e incluso puede que un sentimiento de tristeza y culpa pidiendo a gritos que no lo hiciéramos.
Sacrificamos tanto en esos años que no nos supimos valorar mutuamente. Nos sacrificamos pensando que con eso seríamos felices, y así con el pasar de los días trasnochados esperando a que el otro llegara a compartir la misma línea de conexión descuidamos lo que nos mantenía vivos. Lo que construimos.
Sin pensarlo los aires de grandeza me consumieron y los aires desconocidos que inspiraban tus tácticas de batalla nos dejaron la enseñanza de vida y las lágrimas más difíciles de secar que jamás logramos imaginar. No quisimos hacerlo y nos obligamos a llevarlo a cabo.
Ya no hay dolor al leer las palabras que por tanto tiempo me afectaron, solo hay frustración de no saber cómo actuar ante la experiencia carente en batallas y guerras. Solo me queda la frustración de quererme alejar y no saber cómo hacerlo.
Solo me queda un sentimiento pleno y grato de saber que di y luche cuanto pude en esta guerra, guerra que no hizo mas que sangrar mi corazón y hacerme cuestionar el porque de mi renuencia a abandonar. El porque de no querer ceder, el sentir palpitante de una naturaleza a la que solo puedo acceder y no comprender.
-Anónimo.
Uno más, ¡DISFRÚTENLO!
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Editado: 28.04.2020