Mentiría al decir que ya no te pienso,
cuando tu ausencia es el mayor peso que mi carga mi alma.
Duele que pregunten si queda algo de nosotros,
cuando al pronunciar tu nombre se quiebra en pedazos mi corazón.
Pienso que te odio solo para conciliar el sueño,
porque realmente es imposible dejar de quererte,
de extrañarte,
de anhelar tu compañía hasta en los huesos.
Gracias al cielo no tengo razones para volver a verte,
para volver a ver tus ojos,
tus manos,
tu corte de cabello y tus labios,
porque te extraño inmensamente y te escribo esperando regreses.
Deseo tanto el reencuentro de nuestras almas,
pero escribo a la ausencia del amor que quizás nunca existió,
a la ausencia del hombre que quizás no me quiso,
y al cuál desearía odiar por mi bienestar,
terminando la tortura que es extrañar su presencia.
¿Quién eres si no es el recuerdo que carcome mi mente?
al cual miento para evitar recordar la ternura de sus toques,
porque se hace desesperante recibir el choque de su ausencia,
cuando te pienso al llegar la noche.