Pensamientos ocasionales

De tu corazón

—¿Dónde dejé las llaves? —susurré.

Miro a los costados, abajo de los almohadones, en el cajón de la cocina y no está. 

¡Ah sí, ya sé, capaz en la heladera! 
No, no, que tonta. ¿Cómo va estar en la heladera? 

Resoplé frustrada mientras azotaba el pie contra el piso y un cuarto de flecha se partía por la mitad. 

¿Y ahora cómo le decía que la había perdido? Me iba a matar. 
Seguí rebuscando entre los cajones y en la puerta de entrada abajo de la alfombra ¡tampoco! 

Miré el perchero a ver si la veía, el arco, las flechas, las alas y las sandalias, pero de la llave ni rastro. 

—Ay bueno, ya está ¿Qué se le va a hacer? Será otro amor no correspondido. —Suspiré y me fui a preparar un café.

Mientras le daba un sorbo pensé:
 —¡Que estrés ocuparse de los corazones ajenos! ¡Que llavecitas jodidas! Bien podría cada uno guardarse la suya. ¿Qué cupido ni qué cupido? 

Palabras: 163



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En el texto hay: microrrelatos

Editado: 13.09.2018

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