Y que rey inútil el que se mira al espejo, con corona de oro o quizá de papel dorado, si hubiera sido de paja hubiera dado lo mismo.
Ensillaba el caballo con la maestría de quien se ha pasado la vida sobre uno, de campaña en campaña y la sangre en la espada, aunque no te guste, aunque lo aborrescas y en las noches te dedicas a curar prisioneras moribundas.
¿No te carcome la conciencia ir a verla? ¿No iba a ser una sola vez? Que poca voluntad, incluso la dejaste escapar.
¿Y por qué no la apresaste cuando hubo oportunidad?
Porque en medio de esa guerra, te enredaste en sus brazos, víctima y verdugo a la vez...no le dijiste que vos eras el rey y ella a la que curabas cada semana en la oscuridad de la celda.
Ojalá no sufras cuando sea su corazón el que el hierro atraviese.
Tu espada. Tu mano. Su vida.
Palabras: 158