Pensamientos y Reflexiones

Regalos

Ellos se encontraban sentados en el borde de una cascada que bañaba al mundo, admirando todas las galaxias con sus distintas formas y colores, perdiéndose del tiempo, aunque este para ellos era irrelevante, a seres como ellos el tiempo no los afectaba.


Él se encontraba inmerso en sus pensamientos hoy era un día especial, bastante considerando que quería transmitir todo su amor a ella, quien siempre ha estado ahí para brindarle su amor y apoyo incondicional, ella también lo ha acompañado en sus diferentes batallas, algunas que solo fueron creadas por la mente y otras elaboradas para que cayera al abismo, ella nunca lo ha dejado solo.


Ella pensaba no había momento más mágico y glorioso, al estar al lado de él, él sabía cómo llegar a ella y calmar sus tormentas, él estaba ahí cuando se perdía en los laberintos de su mente y nunca la dejaba, ella no sabía lo que él tenía planeado para este día.


Todo lucia perfecto una vista increíble, se veían las hermosas nebulosas dando pintas de colores únicos, las diferentes lunas se estaban asomando, brindando una luz gris azulada, las mariposas brillaban como lo harían las luciérnagas.


Él estaba que se moría de los nervios, no era para poco, este momento no se repetiría nunca y con este se definiría su camino y su destino, podría superar el agujero negro que quería tragarse cada pedazo de su alma o simplemente dejarse ir sin resistencia perdiéndose del olvido.


Ella se encontraba un tanto inquieta era como el revoleteo de una mariposa, su amado se encontraba en silencio, lo cual ayudaba a escuchar los sonidos de la noche, al igual que los latidos de su inquietante corazón, sin embargo era angustiante, sentía como el preludio de un final para un comienzo, pero no tenía certeza alguna.


En cuanto sonó la distante, mas no lejana melodía de las sirenas él supo era el momento para decir lo que tenía que decir, era ahora o nunca... por lo que procedió a tomar la mano de su amada y acariciar con suavidad la mejilla de ella, el amor de su vida. 


Ella lo miró expectante, se está perdiendo en ese iris tricolor donde se podía ver el azul profundo del mar, un plateado como la galena y el morado de la delicada flor azafrán, una mezcla única y un tanto penetrante como difusa, que solo la cercanía permitía admirar.


Él dijo: “Eres el sol que ilumina mis días, la luna que acuna mis noches, el faro que alumbra mis tormentas, eres la brisa que me brinda calma, por ello te quiero dar el mejor regalo, sin embargo no soy capaz de saber que darte que pueda igualar los sentimientos que tengo por ti…. por lo que te quiero regalar, mis amaneceres, mis anocheceres, mis días y noches, te regalo mis humildes palabras para que el viento no se las lleve y lleguen a tu alma, te regalo las flores que yacen en el jardín de mi alma, te regalo el pequeño cofre donde guardo mi corazón, te regalo la emoción que sentí al haberte encontrado en lo alto de la cascada…. Con todo esto quiero decirte que quiero pasar mi eterna vida contigo…”


Ella se quedó sin palabras, la felicidad que habita en su desfogado corazón no tenía limites, las palabras no logran salir, donde siempre había elocuencia solo había una carencia de palabras, que se asemejaban a un desierto donde la lluvia no se había pronunciado en veranos, poco a poco las lágrimas empezaron a salir y eran como copos de nieve que caían y se convertían en agua salada, que poco a poco formarían el agua de los mares.


Ella sonrió y le dijo “…. Acepto tus regalos y acepto estar contigo en la eternidad que nos espera, así el camino sea espinoso y se encuentre la incertidumbre en el umbral de nuestros corazones, no dejaré que el sosiego nos separe, sino que este nos unirá más, porque sé que a tu lado podré encontrar la vida prometida y contigo quiero llegar al jardín de nuestras vidas para cultivar nuestro amor y poder ver a nuestros retoños…”


Él solo sonrió y la abrazó tan fuerte para que no se alejara, pudo sentir la calidez que ella emanaba, era como un sol que calentaba e iluminaba cada rincón de su alma, ella correspondió el abrazo y sintió como su corazón de cedro se iba transformando, para recibir todo el amor que él le entregaba.


Ella le dijo en un susurro que no pasó desapercibido: “Tú me has regalado más de lo que te imaginas, has curado a este corazón y esta alma que se encontraba rota, por ello yo te quiero regalar los sentimientos más puros que guardo en lo profundo de mi ser, mis sonrisas, mis alegrías, mis lágrimas, mis caprichos y todo el amor que hay en mi para ti, porque se que de este amor saldrán frutos y nuestro jardín más hermoso será...”


La mirada que ambos se dedicaron, no tenía palabras para describirla y con un beso sellaron su amor eterno y el anhelo que tanto querían.


 




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