Estaba lloviendo tan fuerte que parecía que se rompía el cielo y yo parada en la acera, sin paraguas, esperando que pase el bus que me llevaría a casa. Junto con la lluvia la calle estaba desolada, a excepción de la única loca sin paraguas parada en la acera, empapada, o sea yo.
Lo gracioso es que la parada de autobús, no tenía techo y aparte los carros que pasaban por ahí, no se detenían al pasar junto a mí, creo que aceleraban para mojarme a propósito. Mi celular estaba descargado, no podía pedir un taxi o ayuda a algún conocido… aquí estoy.
Estaba un poco enojada y divertida por mi mala suerte, el día iba bien, era viernes, tuve mis clases en la universidad, tuve buenas notas, fueron clases productivas, me iba a comprar una pizza cuando este en casa, pero los planes de Dios son misteriosos, me reí para mí misma para no llorar. Realmente parecía un día trágico, el peor de mi vida, sacado de una película de drama, pero simplemente había sido mi mala suerte.
Un carro va pasando y pensé que aceleraría para mojarme más (aunque creo que ya no es posible), sin embargo aparca enfrente de mí y baja la ventana. Era mi profesor de la universidad, un poco tímida por la ridiculez de la situación, levanto mi mano para saludar, él se ríe un poco y me hace con la mano para que suba.
Antes de que pueda negarme de nuevo, se escucha el estruendoso ruido de un rayo chocando con la tierra y sirvió lo suficiente para hacerme asustar y treparme al carro.
Le doy la dirección de mi casa y me pide que se la ubique en el GPS, lo cual hago y luego un silencio incómodo.
Suelto una risotada porque sé que fue la patética escena en la que me recogió y es normal que pregunte si todo va bien.
Thomas prende la radio y pone una emisora… suena una canción muy extraña para el momento “Don’t stand so close to me” de The police donde habla del enamoramiento de una alumna a su profesor. Supongo que él también se incomodó porque la cambió, ni si quiera tenía mi celular para fingir no haberme dado cuenta de ello.
Thomas no es viejo, debe tener 30 años y yo tengo 21, no sería ningún caso de abuso si resultará en una relación o momento casual. Nunca había fantaseado con un profesor, no era parte de mis fantasías sexuales, pero definitivamente si quisiera pensarlo sería con Thomas. Era guapo, tenía un cabello como ondulado de color castaño, ojos color café, nariz respingada, cuerpo fornido, sin llegar a parecer que sus músculos están inflados con aire y sumamente inteligente. En la universidad era como un sex icon, el profesor por el que todas babeaban y se le insinuaban descaradamente. Yo simplemente admiraba su belleza y su cerebro, pero nunca fantaseando con que fuera algo más que mi profesor.
No sabía que decir, el silencio era muy incómodo, prefería estar bajo la lluvia, me encontraba empapando el asiento y temblando un poco, pero nada que no se resuelva al llegar a casa.
Agarro su chaqueta de atrás y la coloco encima de mí como si fuera una manta, la cierro.