Pensé que sería Feliz

Capitulo 11.

La foto vieja en la cocina.

El bocinazo que pego el auto que estaba detrás de nosotros me hizo dar un sobre salto, espantada.

—¡Está en verde, animal! ¡Avanza! —grito la señora que esperaba detrás de nosotros.

Elián hizo un cambio en la palanca y puso el auto en marcha otra vez. Después de un rato de estar conduciendo en la carretera Elián volvió a hablar, de cierta forma sus palabras me tranquilizaron.

—Olvida lo que dije —murmuro sin mirarme, ni siquiera de reojo.

—Es difícil olvidar lo que dijiste, si lo hiciste tan de repente y con algo tan...

—No sé qué paso por mi cabeza para preguntar... solo... nada, no me digas nada.

—Mejor para mí —dije reuniendo toda la confianza que pude. La mención de ese tema me puso algo paranoica, no quería hablar de eso, no después de tanto tiempo. No después de haber pasado por lo que tuve que pasar.

—Pero dime... ¿Qué... fue...?

—¡Elián! —lo miré de manera significativa y este entendió de inmediato.

—Vale, no pregunto más —se mordió la esquina del labio antes de tomar una curva—. En un par de minutos llegamos a tu casa —menciono en voz baja, únicamente para que el silencio incómodo que sabíamos que llegaría se atrasara un poco más.

Revise la hora en mi celular antes de negarme rotundamente—. ¡No!

Elián me miro con una ceja enarcada, confundido.

—Digo, ejem. Necesito que me lleves a otro lugar —me acomodo en el asiento y mostré una gran sonrisa de oreja a oreja, intentando quitar esa tención que aún sentía.

Elián no me reprocho nada, se limitó a manejar en dirección al sitio que le había indicado. Cuando estaciono en la acera gris, detrás del auto azul metálico que estoy segura reconoció de inmediato, miro a la casa con cierta cautela y pregunto:

—¿Debo preocuparme que vengas aquí?

—No hay nada de que preocuparse —dije rodeando los ojos.

—Recuerda que te engaño con Bianca. La maldita blanca nieves.

Solté una leve risa—. Lo recuerdo cada día de mi vida, gracias por los ánimos.

—Si es así, ¿Qué vienes a hacer aquí? ¿Por qué vienes a su casa, Sash?

—Es un tema privado —conteste incómoda.

—Ten cuidado, ese tipo no me trae confianza.

—No es tan malo como parece, no te preocupes —le reste importancia abriendo la puerta para poder bajarme de su auto. Me detuvo antes de que pudiera poner un pie fuera.

—Cuídate.

Sonreí con ternura. Elián preocupado por mí era todo un amor.

—No sucederá nada, pero igualmente lo haré — dejé un beso en su mejilla antes de irme.

Camine hacia el porche pintado de un tono melón y toque la puerta con los nervios a flor de piel. Me di la vuelta para ver el auto de Elián desaparecer en la bajada y la puerta de la casa se abrió.

Lo primero que vi, me lleno de ilusión. La razón por la cual había venido, se encontraba frente a mí con una sonrisa plasmada en su rostro y una emoción visiblemente notoria.

—¡Sasha! ¡Qué bonito es verte mi niña! —exclamó intentando pararse de su silla de ruedas.

La detuve antes de que lo hiciera y fui yo la que se agachó para poder abrazarla.

—Susana... —murmure en su oído—. Me alegra estar aquí.

Ella ya no era la que recordaba, ya no tenía tanta masa muscular como lo había tenido antes, estaba delgada y pálida, con ojeras prominentes y el cabello reseco. Su voz sonaba más cansada y ella... toda ella estaba deteriorada. Era como un espejismo de quien algún día fue.

—Ven, ven, acompáñame al salón. Te he preparado tus galletas favoritas, esas de coco y chispas de chocolate —tomo de mi mano y me insto a seguirla.

Se movió con su silla a unos metros de mí y me invito a sentarme frente a ella, en aquel sillón que recordaba tan bien, y como no hacerlo, si en ese mismo sofá un par de años atrás, Susana nos había dado una reprimenda sobre educación sexual, al encontrar a su hijo y a mí metiéndonos mano en medio de besuqueos apasionados. Sonríe para mis adentros al recordarlo.

—Ay... no te imaginas lo bien que me hace verte aquí, mi niña ¿Por qué me habías dejado tan abandonada? —murmuró moviendo la cabeza de forma dramática.

—Me hubiera encantado venir antes, lo sabes, pero... —intente decir pero me interrumpió.

—No querías cruzarte con mi hijo. Lo entiendo.

—Susana...

—¿Qué fue lo que te hizo ese tonto? Dímelo con toda confianza, antes de morir debo resonarlo por perder a alguien tan increíble como tú —dijo muy segura, ofreciéndome una galleta, que recibí de inmediato.

—Por más que me la haya hecho pasar fatal, no podría hablar mal de él, y menos con usted.

—¿Qué es eso de usted? Deja las formalidades Sash, hablemos como solíamos hacerlo en antaño.

—¿Antaño? Solo han pasado ¿Cuánto? Dos años.

—Pero fueron dos años muy largos y cansados, así que para mi cuenta como una década, me siento desinformada —comento removiendo el contenido de su tacita de té con una cucharita delgada y ofreciéndome la otra a mí. También la acepté sin reproche—. Cuéntame de ti, ¿Sigues siendo el primer puesto de la clase? Con lo inteligente que eres, no lo dudo ¿Lograste hablar con tus papás sobre ese tema? ¿Pudiste decirles lo que sentías? ¿Sigues tocando la guitarra? ¿Ya sabes que estudiaras cuando termines el instituto? ¿Conseguiste novio?

—Vale, vale, muchas preguntas —me reí intentando detenerla, ella también se rio—. Sobre el instituto, sigo siendo la primera, no tengo ni idea de lo que voy a estudiar cuando acabe, pero me gustaría entrar a la universidad de Cambridge. Por el momento he dejado la música por petición de mis padres y las cosas con ellos tampoco están de lo mejor, pero por lo menos nos hablamos más que antes y sobre lo de tener novio... pues... ya tengo uno —conté con entusiasmo y ella soltó un grito agudo.

—¡Cuéntamelo todo! —exclamó en voz alta.



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En el texto hay: romace, novelajuvenil, cliche

Editado: 18.03.2022

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