Penumbra

Capítulo 5: La verdadera Alana

El frío cada vez es más intenso, mi cuerpo tiembla tanto que no sé si es por eso o por el miedo que me corroe. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero yo sigo aquí en esta gruta, sobre un montículo de cadáveres de mujeres violadas y asesinadas por un hombre que al parecer se convirtió en un ente a causa de la maldad de sus actos, además de estar obsesionado por una Alana, que desde luego no soy yo.

— ¿Por qué ya no las escucho? A las mujeres —aclaro.

Todo el tiempo él se ha quedado a mi lado, no me permite moverme, sólo me observa y acaricia el rostro como si de verdad estuviera decidiendo si era la Alana que él desea. Esto es desagradable, tanto, que me sorprendo de no estar vomitando.

—Ellas ya cumplieron con su propósito.

— ¿Cuál?

—Traerte.

— ¿Qué sucederá con ellas?, ¿deben permanecer aquí para siempre?

—Sólo serán liberadas si yo desaparezco.

—Pero usted no está vivo ¿verdad? Eso significa que no puede morir... ¿entonces ellas deberán estar aquí para siempre?

En este momento debería preocuparme sólo por mí, pero no puedo dejar de pensar en la suerte de esas pobres mujeres que son víctimas incluso después de una horrible muerte.

Una risa gutural resonó dentro de la gruta estremeciéndome aún más.

—Si sólo una de ellas hubiera logrado escapar de mis manos yo hubiera desaparecido. No te preocupes por ellas, para mí hay una sola Alana y esa eres tú.

— ¿Qué harás conmigo si soy esa Alana?

Esa pregunta había resonando en mi cabeza, pero no atrevía a pronunciarla.

—Te haré mi compañera eterna.

La respuesta da más miedo que el otro posible destino, la muerte.

— ¿Alguna vez usted fue un hombre normal?

—Sí, lo fui, pero tú me convertiste en lo que soy.

Permanecí en silencio, no puedo responder a esa acusación, más cuando no sabía de la existencia de este ser hasta llegar aquí. Cuánto tiempo habría pasado, ¿Mi papá estaría buscándome?, ¿O nadie se habrá dado cuenta que no estoy en casa?, ¿Qué sucedería con ellos si yo no regresara?, ¿Qué sucedería con los espíritus de las mujeres que clamaron por mi ayuda?... ¿Si yo lograra huir él desaparecería y ellas estarían a salvo?  

Una idea brilló en mi mente, necesitaba hacer algo, no podía continuar así. Era la única que podía ayudarlas.

—Dime tu nombre —exijo, pero contrario a una respuesta él se enoja, levantándose para alejarse generando una brisa que casi elevó la falda del vestido que ahora tenía.

—Todo lo he hecho por ti, pero tú ni siquiera recuerdas mi nombre. —reclama—. Siempre has sido indiferente negando mi existencia, ¡aunque sigo aquí esperándote! —eleva demasiado el tono de su voz, pero yo me lleno de valor. 

— ¡Recuérdamelo!... Soy Alana y he regresado a Anchorage... ahora sé que cometí un error, no me di cuenta de tu amor, ni que...  querías estar a mi lado... Me arrepiento y quiero enmendar el daño que te causé.  

Aquellas palabras fueron difíciles de decir, pero me obligué a sacarlas aunque no sabía qué estaba haciendo, ni qué lograría.

El ente permaneció en silencio, pero después se acercó un poco.

—Llámame esposo, nos casaremos hoy mismo.

Él se aleja.

— ¿A dónde vas? —pregunto aunque la imagen de lo que acaba de decir es demasiado perturbadora.

—Traeré tu regalo de bodas, luego serás mi compañera eterna.

Sale de la gruta y con él la fuerza que impedía moverme. Me apresuro a levantarme. Necesitaba aprovechar este momento, pero mis piernas están tan entumecidas que caigo de bruces. Mis rodillas duelen.

—Alana huye.

—Huye Alana.

Las voces que me trajeron a este lugar vuelven a aparecer.

—Alana lleva una parte de nosotras.

Volví a ponerme en pie, ignorando el dolor de mis piernas.

—Debo salir de aquí —murmuro—, Lo siento, no sé cómo ayudarlas.

—Lleva una parte de nosotras, así podremos huir.

—No entiendo, ¿qué es lo que quieren?

—Lleva una parte de nosotras, cumple tu promesa.

— ¿Una parte de ustedes?, y ¿de cuál promesa hablan?, yo no he hecho ninguna promesa, yo no soy la Alana que buscan.

—Hace mucho tiempo, tú lo descubriste matando a una de nosotras mientras pronunciaba tu nombre, saliste corriendo de Anchorage, pero antes prometiste que ayudarías a encontrar su cuerpo. Ahora cumple tu promesa. Así podemos ser libres.

—Alana lleva una parte de nosotras.

—Sálvanos.

—No entiendo, qué es lo que quieren.

—Apresúrate, él va a regresar y ya no podrás salir de la penumbra. Te convertirás en su compañera eterna y nosotras jamás podremos escapar.

—Sí tú no sales de aquí con nosotras ya no habrá salvación y él no desaparecerá.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.