Penurias

Capítulo 8

I used to think that I could not go on
And life was nothing but an awful song
But now I know the meaning of true love
I'm leaning on the everlasting arms
If I can see it, then I can do it
If I just believe it, there's nothing to it
I believe I can fly
I believe I can touch the sky
I think about it every night and day
Spread my wings and fly away
I believe I can soar
I see me running through that open door
I believe I can fly
I believe I can fly
I believe I can fly (woo)

RKelly

 

***

 

Presente

«Dos días más…», pensaba mientras hacía la fuerte labor.

El sudor le recorría la frente provocando picor en los ojos, cuando parte del líquido salado se le escurría por las pestañas.

La piel le ardía debido a la quemazón que tenía en casi todo el cuerpo, causada por los rayos directos del sol a los que había estado expuesto todos esos días, sumándole algunos raspones que había recibido mientras cargaba los utensilios pesados de la construcción.

Miró la edificación y sonrió ante el resultado del trabajo arduo de muchos hombres que no eran remunerados con justicia.

Dado que aquel día tuvo que comerse la comida para poder seguir trabajando, se tomó su tiempo para pasar a buscar a la niña a la casa de la vecina, donde se quedaba después de la escuela, para que esta estuviera presente en el momento en que allí sirvieran le cena y le brindaran, de esa manera, su pequeña no se iría a la cama con el estómago vacío.

En esos días la vecina le estaba haciendo el favor de quedarse con la niña hasta que él regresara de trabajar, puesto que aquella labor requería que él estuviera trabajando desde temprano en la mañana hasta la puesta de sol.

Con dolor de estómago debido al hambre, caminaba con lentitud y, aunque estaba ansioso por llegar pronto a su casa, debido a lo agotado que se encontraba, se paraba por ratos para hacer tiempo. Dos horas más tarde, supuso que la vecina ya había hecho la cena.

Se arrastró por toda la calle donde el ruido en las bodegas era insoportable, asimismo, observaba cómo las madres perseguían a sus hijos con una correa en manos, vociferando todo tipo de maldiciones y palabras obscenas.

Los ojos se le cristalizaron ante la impotencia de no poder vivir en un mejor vecindario. Temía tanto por su pequeña y las malas costumbres a la que estaba expuesta. Llegó a la casa antes de pasar por ella, así se daba un baño y enfrentaba al casero sin que esta estuviera presente. No le gustaba que su niña escuchara ese tipo de conversiones, donde su padre rogaba a aquel señor que no los echara de la pieza.

Sonidos en la puerta le provocaron fuertes palpitaciones en el pecho, debido a que sabía quién era.

—Oh, señor Merán —fingió sorpresa y saludó con cortesía.

—Franco, ya me debes tres meses de alquiler. Tú sabes que yo no trabajo y que mis casitas son las que me dan para la comida. Yo te he considerado por esa muchachita que tú tienes, pero mi paciencia tiene un límite —le reprochó el señor, que hablaba como si estuviera cantando.

—Lo sé y de verdad le agradezco su paciencia.  Usted sabe todo por lo que he pasado y cómo perdí mi trabajo por una injusticia. Yo estoy haciendo un trabajito de construcción, le juro que le adelantaré dos meses —dijo con una inmensa vergüenza. Odiaba quedar mal, en especial, estar hablando de sus problemas.

—Pero eso me dijiste hace cinco días y nunca me das nada. Yo he contratado trabajos de construcción, así que sé que los días se pagan de una vez, Franco.

—Sí, es así. No obstante, quien me contrató recibirá el dinero de pagarnos cuando terminemos el trabajo. Solo faltan dos días.

—Mira, Franco, te voy a dar esos dos días que me dices, pero si tú no me pagas mi dinero, yo te saco de aquí. Tú a mí no me vas a ver la cara de pendejo.

Él apretó los puños ante la incómoda situación y la impotencia. ¡Cómo deseaba conseguir un buen empleo y evitarse tal bochorno!, y de paso, mudarse a un lugar mejor. Pero solo perdía tiempo y dinero llevando currículums a todos los lugares que se le ocurría y nunca lo llamaban ni para darle una negativa.

El hombre se fue vociferando todo tipo de indirectas, para que los demás escucharan, como manera de desahogar su molestia.

Franco se dirigió a la casa de la vecina para buscar a la niña, mas cuando entró, estos estaban cenando.

—¡A buen tiempo! —saludó el esposo de la bondadosa mujer.

—Buen provecho —respondió Franco con una sonrisa amigable.

Su atención se enfocó en la pequeña Ashley, quien estaba sentada en el piso junto a los hijos de los vecinos, comiendo muy gustosa.

—Ashley —captó su atención.

—¡Papi! —vociferó ella y le saltó encima. Después de llenarla de besos, él la devolvió al suelo para que esta continuara comiendo.

—Tenga, le guardé un poco de avena porque sé que viene cansado de ese trabajo. —La mujer le extendió una taza grande.

—No debió molestarse —respondió él mientras miraba el alimento con añoranza. Trató de disimular las ansias y se sentó a conversar con los vecinos mientras cenaban.




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