Penurias

Capítulo 14

Franco cerró la llamada y se quedó estático por un momento.

—¿Papi? —Ashley se acercó a él y le jaló la punta de la camiseta, para poder captar su atención.

—¿Sí? —balbuceó ido. Parpadeó varias veces para salir de su trance y miró a la pequeña con dulzura.

—Te quedaste parralizado, papi.

—Se dice pa-ra-li-za-do —corrigió sin dejar de sonreírle.

—Eso dije, papi. Tengo hambre —desvió el tema y se sentó en la mesa a esperar que este le sirviera.

Después de desayunar, Franco se puso el único conjunto de pantalón fino con saco que tenía; se enganchó su mochila vieja encima y caminó junto a su niña en dirección a la escuela.

Cuando llegaron, se detuvo a una distancia prudente para enviar a Ashley a ponerse en su fila sin ser visto. No quería encontrarse de nuevo con Daniela, puesto que se sentía avergonzado delante de ella.

—¿No vas a saludar a la profe Dani? —le preguntó Ashley antes de irse a formar.

—Llevo prisa, mi amor —mintió.

—Es decir «hola» y ya; no tienes que ser exagerado, papi. Mírame y escucha mi consejo. —Le agarró las dos manos y subió la cabeza para poder conectar la mirada—: La profe Dani es muy linda y divertida.

»Ella es la mami perfecta para mí. Por eso debes decirle «hola» siempre y traerle flores, así ella va a querer ser tu novia. Pero si no la saludas, la profe se va a poner triste y se va a buscar a otro novio, entonces yo seguiré sin tener una mami y tú te quedarás sin una novia a quien darle besitos. Tienes que ser más vivo, papi. Si quieres, te dibujo un corazón grande y se lo doy de tu parte.

Franco la miró conmovido y divertido a la vez. Las palabras de su niña le provocaron sentimientos encontrados y por un momento se sintió culpable. Cómo le hubiese gustado poder darle una familia completa, pero él no podía obligar a la madre a quedarse. Por otro lado, imaginarse ser el novio de Daniela le parecía más una fantasía que una probabilidad, pero sopesarlo en su mente lo emocionaba.

—Mi amor, Daniela no puede ser mi novia. Sé que quieres una mami y está bien, pero por ahora solo puedo ser yo, tu papi. Te amo tanto que haré hasta lo imposible por darte todo el amor que te mereces y de protegerte. Y, aunque no tengas una mami, nunca estarás sola ni te faltará cariño. Déjame ser tu todo, pequeña.

La niña lo miró con tristeza y asintió a sus palabras. Ella no entendía ni la mitad de lo que él le decía, mucho menos la razón de no tener una mamá como sus compañeros de clases, quienes le preguntaban el porqué de esta no venir a buscarla a la escuela, en vez de la vecina, cuando su papá estaba trabajando.

Después de despedirse de Franco, Ashley corrió en dirección a su fila y se formó. Este, por su parte, retomó su andar. A una distancia significativa, se ocultó en un árbol con la intención de ver a Daniela cuando esta saliera o llegara. Minutos más tarde, ella llegó con su bulto en manos y saludó a sus alumnos.

Franco sonrió al ver la energía con que le daba vida a ese lugar de niños inquietos y ruidosos, y esa manera tan dulce y única en que captó la atención de todos. Ella era tan especial e irradiaba tanta luz, que transformaba todo a su alrededor.

—Me alegra mucho poder verte, aunque sea de lejos, ratona —musitó con una sonrisa cargada de amargura. Recordó que dentro de una hora tenía una entrevista y la esperanza afloró en él.

Esperaba poder tener un sueldo decente, pagarle a Zuly y al casero, y luego mudarse de aquel barrio paupérrimo. Por supuesto, lo último lo haría después de que tuviera tiempo suficiente en el trabajo y de que se sintiera seguro de poder costear una pieza decente en un lugar mejor.

Quizás así se atrevería a acercarse a Daniela y, aunque una relación romántica entre ellos se veía imposible, a él le gustaría por lo menos poder ser su amigo.

***  

En la recepción del edificio principal, de uno de los supermercados más populares de aquella ciudad, él esperaba con los nervios de punta su turno para ser entrevistado. Aparte de él, había dos chicos más jóvenes y vestidos de manera casual, quienes también estaban allí por motivo de empleo.

Le llamaba la atención que estos lo observaban con curiosidad cuando el que debería mirarlos raro era él, puesto que fueron ellos, quienes se habían presentado a una entrevista con tenis y ropa nada adecuada para la ocasión.

Escuchar su nombre en boca de la mujer de reclutamiento, lo hizo dar un respingo y que el corazón se le acelerara. Cuando él caminó en su dirección, esta le miró el vestuario con extrañeza, acción que lo puso más nervioso de lo que ya estaba.

—¿Señor, Bell? —confirmó con incredulidad—. Sígame, por favor —comandó al recibir el asentimiento de él.

Franco obedeció y caminó detrás de ella por un largo pasillo que los condujo a una oficina. Una vez adentro y que esta ocupara su lugar, él se sentó frente a ella. Con un silencio que lo tensaba, la mujer empezó a revisar unos papeles que yacían encima del escritorio, cuya superficie la separaba del joven apuesto y de vestimenta poco adecuada, para el tipo de trabajo que le ofrecerían.

—Según veo aquí, tiene experiencia tratando a los clientes —dijo ella mientras escaneaba la hoja de vida con la mirada.




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