Penurias

Capítulo 21

 

Pasado

Después de la derrota, Franco regresó al país con el peso de aquel fallo sobre sus hombros. No solo fue el hecho de que defraudó a todos, en especial a su padre, también que sufrió una lesión del ligamento que requería cirugía, si quería seguir practicando el atletismo.

Estuvo en reposo un par de meses, donde recibía la presión de Erika para que este la mudara en su casa.

—No sé qué voy a hacer. Los patrocinadores declinaron las ofertas y yo me gasté todos los ahorros que teníamos en el viaje. Mi sueldo no me es suficiente para cubrir esa cirugía, Franco —se lamentó su padre.

—No tienes que costear la cirugía, papá. Me buscaré un empleo y te pagaré lo que invertiste en mí —respondió él.

—¡¿De qué mierdas estás hablando, Franco?! —interpeló alterado—. No he hecho tanto sacrificio para que al primer obstáculo te rindas. Buscaré la manera de pagar esa operación y tú volverás a entrenar.

—Papá, no tienes dinero para volver a invertirlo en mí. Además, no quiero ser atleta. Voy a trabajar para pagarte y estudiaré gastronomía.

Su padre lo sorprendió con una cachetada fuerte.

—¡¿Acaso eres marica?! —profirió él, con una ira que le provocó un poco de temor a Franco; sin embargo, esta vez sí lo enfrentaría.

»¡Un hijo mío no estudia esa mierda! Mucho menos frustrarás mis planes. De seguro fallaste ese salto adrede, infeliz. ¿Fue eso? ¿Me dejaste en ridículo a propósito?

Franco lo miró maravillado por su absurda conclusión.

—¿Qué dices, papá? ¿Crees que yo mismo me haría daño? ¡No lo puedo creer! Hubiese sido mejor negarme a ir a ese dichoso viaje, a tener que soportar la humillación pública. Todos estos años te he obedecido sin rechistar, asimismo, he sacrificado mi voluntad solo para complacer tus caprichos.

»Pero ya no puedo hacerlo, papá. —Las lágrimas empezaron a desbordarse—. Ahora debo conseguir un empleo y estudiar una carrera que me vaya a sustentar en un futuro a mí y a... —Suspiró.

En ese momento, su madre entró a la sala debido al escándalo; sin embargo, se quedó a medio camino al percibir la ira que denotaba su esposo.

—Podrás jugar de nuevo, Franco. Muchos atletas han tenido ese tipo de lesión y al año ya pueden retomar su rutina...

—¡No lo entiendes, papá! —lo interrumpió—. ¡No puedo perder mi tiempo en una probabilidad! Necesito trabajar porque una persona depende de mí ahora. Papá... —Volvió a suspirar temeroso—. Erika está embarazada.

El silencio inundó la sala. Tanto el padre como la madre de Franco lo miraron atónito sin dar crédito a sus palabras.

—¿Eso qué tiene que ver contigo, Franco? —rompió el silencio—. ¡Qué busque al padre y que no te joda!

—¡Es mío, papá! —exclamó, al borde de los nervios.

—Muchacho de la mierda, ¿cómo sabes que es tuyo? Bien puede ser de cualquiera y, como tú eres un pendejo, te lo quiere pegar a ti. Esa muchachita es tan zorrita como su madre, así que ni siquiera debe saber quién es el padre.

—¡Ya basta, papá! Es mío porque tuvimos relaciones.

—¡Y tú fuiste tan idiota de cogértela sin un maldito condón! —La piel blanca de su padre se tornó roja, debido a la rabia, y sus ojos azules parecían que se saldrían de su cuenca. En ese momento, él empezó a maldecir en su idioma, como solía hacer cuando se enojaba.

La madre, por su parte, jaló a Franco por el brazo y se lo llevó a rastras para la cocina. Con manos temblorosas, ella le sirvió un poco de jugo a él y para ella echó té en una taza, entonces se sentó en el comedor para conversar con su hijo, puesto que en ese momento su esposo no estaba en condiciones de charlar.

—Cuéntame qué fue lo que sucedió con esa muchacha, mi niño. —Sus ojos cafés reflejaban amor y comprensión, pese a que también denotaban un poco de temor.

—No hay mucho qué contar. —Suspiró—. Embaracé a Erika porque soy un imbécil. Ahora debo hacerme cargo de ella, puesto que sus padres no la quieren en casa. Erika me dijo que la están tratando mal, así que teme perder a nuestro hijo.

—Ay, Franco de mi corazón. —Ella se levantó y lo recostó de su pecho—. Mi niño va a ser papá —razonó—. Disculpa que te pregunte esto, pero ¿estás seguro de que es tuyo? Esa niña no es muy santita que digamos y, tú tienes tan buen corazón, que ella puede querer engañarte.

—Es mío, mamá. Si quieres le podemos hacer una prueba de ADN cuando nazca, aunque tenga que buscar ese dinero prestado.

—No, mi amor, no es necesario. No te preocupes, hablaré con August y lo convenceré para que Erika se venga a vivir aquí, hasta que ustedes puedan mudarse solos.

Franco le agradeció y le dio un beso. Él amaba a su madre, de igual manera, se sentía confiado y tranquilo cuando conversaba con ella, porque esta siempre encontraba una solución a sus problemas y tenía el poder de intervenir entre él y su padre.

El tiempo que Erika estuvo en la casa de sus suegros fue un dolor de cabeza para estos; sin embargo, ellos no le decían nada a Franco para no cargarlo con más problemas, puesto que este tenía que trabajar y estudiar al mismo tiempo, para poder cubrir los gastos de su esposa y el embarazo, asimismo, costear sus estudios.




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