Penurias

Capítulo 23

Baby, I compare you to a kiss from a rose on the grey

The more I get of you, the stranger it feels, yeah

And now that your rose is in bloom

A light hits the gloom on the grey

There is so much a man can tell you

So much he can say

You remain my power, my pleasure, my pain, baby

To me, you're like a growing addiction that I can't deny

Won't you tell me, is that healthy, baby?

But did you know that, when it snows

My eyes become large

And the light that you shine can be seen?

Kiss from a rose, Seal

El dolor le traspasó el corazón y el amargor de la decepción le inundó el paladar

Franco, después de que contempló el refrigerador por varios minutos, donde sus lágrimas salían sin ser reprimidas; cerró la puerta de este y se secó el rostro con las manos, antes de encarar a su amiga y agradecerle por el detalle.

Meses atrás, aquello hubiera sido vergonzoso para él y su orgullo de hombre; pero en ese momento, le pareció un milagro del cielo y Daniela un ángel, que llegó a su vida para bendecirlo.

—Gracias... —repitió por tercera vez y se le lanzó encima, con un abrazo lleno de sentimientos.

Las lágrimas de él mojaron la fina tela de la blusa de seda, que ella se puso en la habitación de la niña, porque no quería recibir a Franco con la camisa de la escuela.

Ella también ayudó a Ashley con su baño y hacer la tarea, todo bajo la atenta observación de la niñera, quien no se le despegó ni un momento debido a que aquello era parte de su trabajo.

—No tienes que agradecerme nada, para eso son los amigos. —Daniela le pasó las manos por el cabello y por la espalda, como manera de infundirle ánimo.

Después de que cenaron juntos y que Franco le pagó a la niñera por el día, este la despidió y le dijo que no era necesario que regresara, dado a que él estaría libre por unos días.

Ashley se durmió y Franco la llevó a su cama, luego se sentó junto a Daniela, quien lo esperaba en la sala.

—Bien, ahora cuéntame qué sucedió —dijo ella, puesto que presentía que algo grave le había pasado.

—He sido muy obvio —musitó él. Un resoplido salió de sus labios antes de encararla, para contarle todo lo que le hizo esa señora y el asunto de la despedida, de principio a fin.

La expresión de Daniela se transformó de ira a tristeza, entonces lo abrazó fuerte para consolarlo, puesto que él se encontraba tan sensible, que no podía evitar las lágrimas que brotaban de sus orbes cafés.

—Lo siento mucho, Franco. Me duele tanto que estés pasando por todo esto —dijo mientras le acariciaba el rostro—. Si mi familia tuviera el negocio aquí en la capital, te hubiera conseguido un empleo con ellos, pero están muy lejos de aquí.

»Sin embargo, buscaré otras opciones. Mientras tanto, por favor, acepta mi ayuda. Hazlo por tu hija, Franco.

—No quiero causarte molestias. Ya has hecho demasiado por mí y no sabes cuánto te lo agradezco.

—Tú hiciste mucho por mí en el pasado, así que es justo que yo te ayude ahora. Por favor, Franco, no lleves esta carga tú solo. No te imaginas lo mucho que me duele tu situación. Franco, para mí no es ninguna molestia, por el contrario, me hace feliz verlos bien a ti y a Ashley.

Franco asintió con la cabeza mientras se dejaba mimar por las manos de Daniela, que le recorrían el rostro con ternura y se deshacían de las lágrimas que emanaban de su mirada decaída.

—Gracias —dijo él con esa sonrisa que a ella le estremecía todo el cuerpo.

Franco se acercó a Daniela para acariciarle esos rizos que siempre le han gustado, entonces sus miradas se conectaron de manera abrumadora.

Un suspiro salió de los labios de Franco, como reacción instintiva a su lucha mental. Ella estaba allí, frente a él y a su disposición; no obstante, temía dar un paso en falso y arruinar la nueva oportunidad que le daba la vida, de poder recuperar a su amiga.

Prefería frenar sus deseos impulsivos y por lo menos disfrutar de su amistad, a dejarse llevar por los gritos de su corazón y perderla para siempre.

«Es increíble que todavía me gustes», pensó él mientras se perdía en esa mirada avellanada, que lo esclavizaba de manera dulce y adictiva.

No podía dejar de admirar el color exótico de esos ojazos que emanaban pureza. Esos que siempre aparecían en sus sueños cuando más perdido se encontraba.

Sí, todavía los sentimientos por Daniela estaban intactos, pese a que él se había resignado a perderla.




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