Penurias

Capítulo 27

Ay nos hubieran visto
Estábamos allí sentados
Frente a frente

No podía faltarnos la luna
Y hablábamos de todo un poco
Y todo nos causaba risa
Como dos tontos

Y yo que no veía la hora
De tenerte en mis brazos
Y poderte decir

Te amo
Desde el primer momento en que te vi
Y hace tiempo te buscaba
Y ya te imaginaba así
Te amo
Aunque no es tan fácil de decir
Y defino lo que siento
Con estas palabras
Te amo
(Uh-uh-uh)

Franco De Vita, Te amo

 

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La situación de Franco empezó a mejorar debido al empleo que consiguió en la escuela. Ya tenía un mes allí, por lo tanto, pudo cobrar su primer sueldo.

Hacía mucho tiempo que este no veía esa cantidad de dinero en sus manos que, aunque para la mayoría de personas era una miseria, para él representaba el poder suplir las necesidades básicas de su hija.

—Hola... —Franco jaló a Daniela por la cintura y la acercó a él, entonces se adueñó de sus labios.

—Ummm... —susurró ella sobre la boca de su novio—. ¡Qué buen recibimiento! —le agarró el rostro y empezó a saborear esos labios que tanto le gustaban.

—Exquisito... —musitó Franco extasiado.

Después de unos minutos de disfrute, Daniela miró a todos los lados y arrugó el rostro.

—¿Dónde está Ashley? —preguntó.

—La vecina se la llevó para la fiesta de un cumpleaños que queda a dos casas de aquí. Cada cierto tiempo me paso por allí para echarle un ojo —respondió mientras le llenaba el rostro de besos.

—Entonces estamos solos... —musitó sonrojada, y de momento unos extraños nervios le embargaron todo el cuerpo.

—Sí... —Sonrió pícaro—. Es algo de aprovechar, dado que no hemos podido estar solos desde que nos hicimos novios.

—Es cierto... —secundó ruborizada y con voz trémula.

—¿Quieres jugo de fruta? —le brindó tímido.

—No, quiero otra cosa...

—¿El qué? —Él se acercó a ella nervioso y a la expectativa. Tenía muchas ganas de llevar su relación un poco más lejos; sin embargo, temía a precipitarse, puesto que ellos apenas se habían hecho novios.

—A ti... —Daniela le acarició el pecho con el dedo, cuya yema trazaba círculos sobre la remera blanca y apretada, que le resaltaba la definición de su cuerpo atlético.

—Soy todo tuyo, Ratona —dijo seductor.

Franco cargó a Daniela y caminó con ella encima hasta su habitación; antes de ponerla sobre la cama, cojeó un poco y apretó los ojos por el dolor; sin embargo, supo disimular su molestia de manera que ella no lo llegó a notar.

Una vez Daniela yacía a la expectativa sobre el colchón, Franco se quitó la remera, dándole una buena vista a ella; quien se lamió los labios sin disimulo y por instinto.

—Estás muy bueno, ¿ya te lo habían dicho?

—Sí, pero solo me importa que me lo digas tú.

Él trepó la cama con picardía y se le subió encima a Daniela en cuclillas.

—Espero que el tiempo nos dé para esto —dijo ella con la voz temblorosa y un poco sofocada, debido a lo rápido que le latía el corazón.

—Así será, tranquila. Esos cumpleaños suelen durar varias horas.

Él empezó a besarla, a lo que ella respondió de inmediato con caricias en la espalda y brazos.

El beso se tornó muy pasional y atrevido, entonces Franco le quitó la blusa a Daniela y empezó a besarle el cuello y la clavícula, mas, cuando le iba a quitar el sostén, los sonidos bruscos en la puerta le hicieron dar un respingo.

—¡Mierda! —exclamó él frustrado.

—¿Quién será? —masculló Daniela sofocada y excitada.

—Gente inoportuna. —Él resopló, se levantó de la cama y se puso la remera.

Por su parte, Daniela ahogó un chillido incómodo en la almohada de su novio cuando este salió de la habitación.

—Estuve tan cerca de estar contigo, mi amor. Tengo tanta mala suerte. —Resopló y se incorporó de la cama haciendo berrinches.

Daniela se puso la blusa y salió a la sala, puesto que Franco nunca regresó. Lo buscó allí, pero él no estaba; entonces la voz de él, hablando con otro hombre, se escuchaba desde afuera, aunque ella no entendía sobre qué conversaban.

Con desdén y un resoplido triste, Daniela se sentó en la sala a esperar a Franco. Después de un largo rato, él entró pensativo y se le sentó al lado.




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