Penurias

Capítulo 29

Franco se limpió las lágrimas, después de haber llorado por un largo rato en el regazo de Daniela.

¡Cómo necesitaba aquello!

Tantos años sufriendo en silencio, teniendo que tragarse su dolor y fingiendo que todo estaba bien, cuando en realidad su vida era un infierno, y la frustración y el sentimiento de culpa eran su día a día.

No sabía que necesitaba tanto ser escuchado hasta ese momento, donde derramó su sufrimiento en frente de Daniela y por fin pudo tener un consuelo por sus pérdidas.

—Gracias por regresar a mí, Ratona —dijo él con voz trémula y mirada aliviada, puesto que sintió que se había quitado un peso de encima, al dejar salir el dolor que había guardado dentro de sí por esos años.

—No tienes que agradecerme nada, no te imaginas lo feliz que soy a tu lado. Tantas veces te busqué en otros y no te encontré, ahora entiendo que mi corazón solo te pertenece a ti. —Ella lo besó en los labios con una intensidad que lo estremeció.

—Siempre me había sentido culpable por el malentendido que provoqué, debido a mi estupidez. Si yo hubiera sido sincero y claro con mis sentimientos, tú no hubieras sufrido por mi culpa.

—Franco, ya te dije que no me importa. Éramos muy jóvenes en ese entonces. Yo mantengo los lindos recuerdos de nuestra amistad y de todo lo que hiciste por mí. Si supieras el giro que le diste a mi vida cuando decidiste ser mi amigo. Te amo, Franco, como nunca he amado a nadie más.

Ella lo besó y él se rindió a la paz y el deleite que sus labios le brindaban. Se sentía tan bien estar así con ella, que deseaba que el tiempo se detuviera en ese momento.

—Quédate conmigo esta noche, por favor —le susurró sobre los labios—. Sé que esta casa no está a tu altura, pero de verdad te necesito.

Daniela sonrió sonrojada y le acarició el cabello.

—No tengo problemas en quedarme contigo hasta debajo de un puente, Franco. —Lo besó—. Pero la cama de Ashley está cerca de la tuya, y no hay una pared ni una puerta que nos separe de ella; temo que...

—No haremos eso, Ratona —la interrumpió y dejó salir una risita divertida—. Por lo menos no ahora. Solo quiero dormir pegado a ti.

—Oh... —Ella se tapó la cara por la vergüenza—. Está bien. —Lo abrazó porque no soportaba el oso—. Has de pensar que soy una cachonda y una lanzada.

—Cachonda, sí; lanzada, me gusta que seas así si es solo conmigo. Te quiero solo para mí; así toda cachonda.

Ambos estallaron en carcajadas.

Franco y Daniela se fueron a la habitación, donde este le prestó una de sus remeras para que ella durmiera; mas él solo se puso un pantalón de piyamas. Daniela se recostó en el pecho musculoso y cálido de Franco, cuya piel desnuda le pareció irresistible, así que la empezó a acariciar despacio.

Se sentía bien estar así con él, aunque las ganas de devorarlo le estaban haciendo estragos. Los dedos de Franco se enredaron entre los risos de ella, entonces ambos se quedaron en silencio mientras sonreían por la dicha de poder estar juntos.

—Como es que me gustas tanto, Ratona. —Franco rompió el silencio y ella alzó el rostro para encararlo.

—Tú a mí me encantas. Eres el combo completo, mi amado Franco.

Se besaron.

La succión de labios, las lamidas y las mordidas les sacaban gemidos bajitos, entonces el fuego de la pasión ardió en ellos de una manera abrumante.

—No lo soporto más, Ratona. Necesito sentirte. —Le atacó el cuello con besos atrevidos.

—No podemos hacerlo aquí, no me sentiría tranquila.

—Yo tampoco. Creo que debemos planear una salida solo tú y yo, donde podamos tener privacidad. ¿Qué te parece? —propuso y luego le besó la nariz.

—Me parece genial. Podríamos dejar a Ashley con la niñera por unas horas y luego la llevamos a pasear cuando regresemos.

—Suena perfecto para mí, Ratona. —La besó en la frente.

Daniela se acurrucó en el pecho de Franco, quien la apretó contra su cuerpo y se acomodó con ella pegada a él. No pasó mucho tiempo para que ambos se quedaran dormidos con una sonrisa en la cara.

A eso de las cinco de la mañana, la alarma de Daniela sonó, por lo que ella se levantó de la cama despacio para no despertar a Franco. Miró al rubio que dormía plácido y sonriente, y un suspiro le dejó los labios.

Se puso su ropa y se dirigió a la sala, donde buscó su bolso. De este sacó un lapicero y arrancó un pedazo de papel de su cuadernillo de anotaciones, con la intención de dejarle una explicación a Franco, del porqué se iba tan temprano.

—¿Ya te vas? —Daniela casi saltó del espanto cuando escuchó la voz ronca de Franco detrás de ella.

—S-Sí... —tartamudeo debido a la impresión.

—Perdón por asustarte. —Él rio divertido y luego se le acercó meloso—. ¿Por qué te marchas tan temprano?

—Porque debo ir a prepararme para trabajar y porque no quiero que Ashley sepa que dormí aquí. Apenas está asimilando que tú y yo nos hicimos novios, así que no quiero causarle ningún choque emocional a ella, como tampoco ilusionarla.




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