Penurias

Capítulo 30

Franco dejó a Ashley en la escuela y, como tenía por costumbre, le dio la vuelta a toda la edificación y entró por los portones de atrás.

Con disimulo, se dirigió a uno de los baños y se cambió de ropa, luego se amarró un trapo en la cabeza para cubrirse del sol y empezó a ejecutar su trabajo.

Odiaba hacer aquello, pero era demasiado cobarde como para enfrentar a su hija y explicarle su situación, por tal razón, prefería mentirle y fingir que todo estaba bien, asimismo, que él había conseguido un empleo en una oficina.

Daniela le había dicho que a los niños se les enseñaba el valor del trabajo y que este era digno, sin importar de qué se tratara. Él estaba de acuerdo con ella, pero temía mucho decepcionar a su pequeña.

 

***

 

Daniela arrancó una uva del frutero que estaba encima de la barra, que separaba a la cocina del comedor, y se la llevó a la boca, al tiempo en que sostenía su celular.

Una vez se tragó la pequeña fruta, esbozó un suspiro e interrumpió a su hermana, quien le peleaba a través del aparato.

—Ya sé que te había dicho que no me iba a entretener con un novio, pero esta vez es diferente —aseguró.

Siempre dices lo mismo, Daniela —replicó Zarai.

—Esta vez es de verdad, Zarai. Si supieras de quién soy novia. —Daniela sonrió y se mordió los labios por la emoción.

¡No me digas! O sea, sí, dime. ¡Te reconciliaste con Antuán!

Un silencio incómodo se instaló entre ellas, entonces Daniela hizo una mueca de disgusto.

—No, ya te dije que no volveré con ese pedante. ¿Es tan difícil de entender?

Él es un hombre educado, con una buena posición económica, inteligente, preparado, culto...

—¡Machista, imbécil, controlador, arrogante...! —la interrumpió Daniela con tono rencoroso—. Y lo peor de la lista es que él no me gusta. Además, es un bobo en la cama y un egoísta. No, jamás volvería a involucrarme con ese patán, así que ni me lo menciones, por favor.

Bueno, esa es tu versión; la de él es muy diferente. Y, dado que tú sueles escapar del compromiso, a veces me da la impresión de que te inventas todo eso para no aceptarlo.

—Zarai, si tengo que inventarme excusas para no estar con él, entonces significa que ahí no es. No me gusta, punto. Además, estoy enamorada de verdad ahora.

¡No me digas! ¿Y tan rápido te enamoraste? Solo te advierto, Daniela Castro, que, si no vienes a la cena de noche buena, viajo a la capital y te traigo por las greñas.

Daniela agrandó los ojos al recordar su promesa.

—No será necesario porque iré con mi novio y mi futura hijastra —dijo airosa.

¿Qué? ¿Lo traerás? ¿Vas en serio con él, entonces? Espera... ¿Tiene una hija? Daniela, ¿en qué te estás metiendo?

—En el amor, querida hermana, en el amor —respondió con voz cantarina.

Ummm... Él no está casado, ¿cierto?

—¡¿Cómo crees...?! —Daniela dejó de hablar de golpe al sopesar esa posibilidad, puesto que Franco solo le dijo que Erika era la madre de Ashley; pero no continuaron hablando del tema, así que no sabía si ellos se casaron o no, tampoco por qué Erika no ayudaba a Franco con la niña.

¿Daniela? —Zarai la sacó de su ensoñación.

—Él está soltero, Zarai. Manita, de verdad lo amo. Es que él es mi verdadero amor, a quien siempre atesoré en mi corazón y a quien buscaba en otros con desesperación.

¿De qué estás hablando?

—¿Recuerdas a Franco Bell, mi primer amor?

¿Cómo olvidarlo si te rompió el corazón?

—Bueno... Hubo un pequeño malentendido en ese tiempo, pero ese no es el tema. —Daniela esbozó un suspiro para poder continuar sin enredarse—. Volví a ver a Franco, Zarai... Y ahora somos pareja.

¡¿Qué?! —exclamó ella, alterando los nervios de Daniela.

 

***

 

Aquella mañana, Franco se encontraba haciendo sus deberes cuando dos niños se le acercaron.

—Hola, señor limpia escuela.

—Hola, campeones, ¿cómo están? —respondió él con amabilidad, pero sin dejar de hacer su trabajo.

—Usted se parece al papá de Ashley, mas ella dice que su papá trabaja en una oficina y que pronto comprará una casa de ricos.

Franco se tensó al escucharlos, entonces trató de ocultar el rostro de ellos. No entendía qué hacían esos chiquillos en esa área, si estos pertenecían a la división de la primaria y él estaba en el lado de la secundaria.

—¡Ustedes dos! —vociferó una mujer—. ¿Qué están haciendo de este lado? ¿Quién es su maestra?

Los niños salieron corriendo entre risas, entonces la mujer los siguió mientras les exigía que se detuvieran. Por su parte, Franco suspiró de alivio cuando estos se alejaron, entonces continuó haciendo sus tareas.




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