Penurias

Capítulo 35

Después de que Franco vendió los pocos muebles viejos que poseía, entregó la casita al hombre y se despidió de la vecina. Le agradeció todo lo que hizo por él y su hija, asimismo, le dio un regalo de despedida.

—Es hora de irnos —anunció Daniela, sacándolo de su ensoñación, puesto que él se quedó observando la casucha con una emoción extraña.

Vivió allí por unos dos años y ahora se le hacía irreal, el que por fin iba a mudarse de aquel vecindario peligroso. Suspiró al recordar la razón de haber caído tan bajo y la nostalgia del pasado afloró en su pecho.

—Vamos —respondió él y se subió al vehículo. Miró a Ashley por instinto, quien iba en la parte trasera de la camioneta, y sonrió al ver sus ojitos cafés perdidos en el cristal.

«Estaremos bien, pequeña, desde ahora en adelante nuestra vida será diferente», piensa, y se recuesta del asiento con los ojos cerrados.

 

***

 

Las vacaciones navideñas llegaron y, con estas, el desempleo de Franco, dado que enviaron a un nuevo conserje a la escuela, quien iniciaría después de las celebraciones.

—No te desanimes, mi amor, ya verás que cuando inicie el año tendrás un nuevo trabajo. Estoy segura de que el amigo de papá te va a llamar, él solo está esperando a que pasen las fiestas —lo animó Daniela.

—Eso espero... —masculló preocupado—. No quiero volver a vivir ese infierno de estar desempleado.

—Mi amor, hablas como si estuvieras solo. Ya no lo estás más, Franco, porque yo estoy aquí contigo. —Daniela lo envolvió en un tierno abrazo que él correspondió al instante.

—Muchas gracias, de verdad; yo no tengo cómo pagarte todo lo que has hecho por mí. Pero, Ratona, yo no viviré a costa tuya.

—¿Quién dijo que vivirás a costa mía? Vas a continuar con tus estudios de gastronomía y juntos pondremos un restaurante que tú manejarás. Franco, somos una familia ahora.

Él se sonrojó y se mordió los labios, entonces la encaró con amargura.

—¿Escogerás a un hombre como yo para formar una familia? No me merezco tanto, Daniela.

Ella se quedó en silencio por unos segundos, tratando de asimilar sus palabras. Daniela suspiró y se alejó de él con denotada incomodidad y con expresión ofendida.

—Entonces, ¿no buscas una relación seria conmigo? —cuestiona al borde de las lágrimas. Se siente tan tonta como cuando era una adolescente ilusa e insegura, que se enamoró de su mejor amigo y fue rechazada.

—Por supuesto que quiero una relación seria contigo, pero no te merezco. ¿Qué puedo ofrecerte yo?

—Yo no necesito que me ofrezcas nada porque yo soy una mujer independiente, que tiene la capacidad de mantenerse a sí misma.

»Lo único que espero de ti es ser correspondida y que juntos formemos un equipo que crece al conjunto. Yo te amo y no me imagino un futuro sin ti, lo mismo espero de tu parte.

—Perdón, Ratona —pidió arrepentido y le acarició la mejilla—. Estoy tan condicionado a lo que viví, que me olvido que se trata de ti, que tú eres diferente.

Ellos unieron sus labios en un beso cálido y se fueron a dormir melosos.

 

***

 

Las festividades pronto llegaron, por lo que Franco, Ashley y Daniela caminaban de tienda en tienda, comprando los ingredientes de la cena de nochebuena y los regalos.

Esa noche, Franco preparó un festín mientras Daniela y Ashley hacían una decoración bonita y arreglaban la mesa.

—Eres el mejor en la cocina, mi amor —halagó Daniela con una gran sonrisa, que denotaba mucha felicidad.

—Sí, mi papi es el mejor —secundó Ashley con voz alta y llena de alegría. Estaba tan feliz, que ese día se la pasó muy activa, reía mucho y no podía estar quieta. Era la primera vez que Franco veía a su pequeña tan alegre y entusiasta.

—Gracias, mis hermosas mujeres. Todo está delicioso porque lo hice con amor, ya que para ustedes siempre daré lo mejor de mí —respondió conmovido.

—Ay, mi amor, ¡eres tan lindo! —Ella se levantó de su silla y se le sentó en las piernas, entonces le llenó el rostro de besos, causando que él y la niña se carcajeen.

—¡Con tantos besos tendré muchos hermanitos! —exclamó Ashley entre risas, contagiando a la pareja.

Después de cenar, ellos preparando cocoa caliente con malvaviscos y se sentaron frente a la pantalla gigante a ver una película, cubiertos con una manta grande que era lo bastante ancha para arroparlos a los tres.

«Espero que está felicidad, me dure para siempre», pensó Franco mientras le acariciaba el cabello castaño a su pequeña, quien se le había dormida en la pierna.

 

***

 

Una semana después...

Franco, Daniela y Ashley llegaron a la casa grande y lujosa, allí fueron recibidos por la mujer del servicio.

Tanto Franco como Ashley miraban la vivienda boquiabiertos, alelados con tanta elegancia.




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