Penurias

Capítulo 39

Un mes después...

Franco compró una rosa roja y corrió por toda la calle con una sonrisa en la cara. Llegó al complejo con la flor en la mano y una pequeña bolsa rosada; al abrir la puerta, fue recibido con euforia, abrazos y besos por parte de Daniela y Ashley.

—¿Y esto? —inquirió su novia cuando él le dio la rosa.

—Un detalle. —Él se sonrojó.

—Eres tan lindo —dijo ella conmovida.

—¡Qué bella muñeca! —exclamó Ashley, cuando abrió la bolsa que él le pasó, y se le lanzó encima—. Gracias, papi. —Lo llenó de besos.

Daniela sirvió jugo y galletas, entonces los tres se sentaron en el balcón a degustar la merienda.

—¡Habla ya, me tienes en ascuas! —exigió impaciente. Franco suspiró, puesto que no soportaba tanta felicidad.

—Me lo dieron, Daniela. ¡Tengo trabajo!

—¡Ah! —gritaron las dos al unísono, y se le lanzaron encima a Franco, quien estalló en carcajadas debido al ataque de besos de parte de sus dos mujeres.

Después de cenar, ellos le leyeron un cuento a Ashley y se fueron a su habitación cuando ella se durmió.

—Estoy tan feliz, Ratona. Por fin podré darles lo que ustedes se merecen y... —Se mordió el labio inferior.

—¿Y...?

—Podré comprarte ese anillo con el que tanto he soñado. —Él le agarró la mano y le dejó un beso tierno en el dorso.

—¿Me estás proponiendo matrimonio? —preguntó ella con tono juguetón.

—Es lo que deseo hacer, convertirte en mi esposa de manera formal. —Se adueñó de sus labios con un beso cargado de pasión.

—Ay, mi amor, yo sueño con ese día. Te amo tanto, Franco. Pero, cuéntame, ¿qué te dijo el señor García?

—Pues, que seré ayudante de cocina hasta que me gradúe y adquiera experiencia allí. Me dijo que, dependiendo de mi desenvolvimiento, me podrían contratar como cocinero. Pero, Daniela, me van a pagar muy bien. Gracias por esto, Ratona.

—No tienes que agradecerme, amor. Tú lo conseguiste porque eres el mejor hombre del mundo y el más trabajador. Ven, te necesito dentro de mí. —Daniela lo jaló con fuerza, provocando que este cayera encima de ella.

Ellos se rieron por un rato, pero al cabo de unos minutos, empezaron a amarse con pasión y entrega.

 

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Dos meses después...

Franco salió del trabajo y se dirigió a sus clases de gastronomía, como tenía por costumbre. Dado que el dueño del restaurante donde estaba laborando era amigo de la familia de Daniela, este le arregló un horario que le permitiera continuar con sus estudios.

Por decisión propia, Daniela se encargaba de Ashley para que Franco pudiera estudiar y trabajar tranquilo. Así que ella se hizo responsable de prepararla para llevarla a la escuela, ayudarla con las tareas y cuidarla en la ausencia de él.

Aquel día, él andaba en el vehículo de Daniela, puesto que era sábado y esta se quedaría en casa con la niña. Él se lo llevó al mecánico porque estaba fallando, luego se dirigió al trabajo en este.

Franco regresó a casa y se parqueó en el estacionamiento del complejo, mas al salir de la camioneta, sintió que alguien lo observaba; sin embargo, no vio a nadie a su alrededor, por lo que se dirigió a la entrada para tomar el ascensor que lo llevaría a su piso.

Cuando ella vio que Franco ya no estaba en el estacionamiento, salió de su escondite con manos temblorosas.

Era él, su ex.

—Estás más guapo de lo que te recuerdo —masculló nerviosa, debido a la impresión—. Al parecer, te ha ido bien. ¿Cómo le hiciste para salir de la miseria? Solo espero que no estés casado, cariño. —Sonrió maliciosa, entonces retomó su camino.

 

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Erika le hizo una mueca a su amiga y sorbió de su bebida. Ambas estaban sentadas dentro de una cafetería, donde conversaban acerca de sus problemas personales.

—Entonces, este viejo también te sacó los pies —insistió por segunda vez, puesto que Erika no le había dado una respuesta.




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