Penurias

Capítulo 43

Erika, después de regresar de un viaje donde estuvo complaciendo a varios señores, rentó un apartamento en un lugar menos lujoso del que estaba acostumbrada, asimismo, tuvo que vender su auto para poder cubrir sus gastos.

Puesto que no había encontrado a un señor adinerado que estuviera dispuesto a mantenerla, decidió ir por Franco de una vez y por todas. Es por esto que, en esos días, ella lo seguía para espiarlo y estudiar la mejor manera de abordarlo.

—Ya me gasté todo el dinero que me gané en ese estúpido viaje que de nada me sirvió —le dijo a su amiga, con quien compartía un café en una de sus cafeterías favoritas.

—Erika, creo que has perdido la habilidad de la seducción y la manipulación, puesto que no es normal que no te ligues a ningún viejo necesitado de inflar su ego de macho alfa. ¡Si en ese viaje había de todo! Me pongo de ejemplo, yo ya tengo dos maridos que me tienen como a una reina. Tú deberías estar en mejores condiciones que yo porque tienes más experiencia en el negocio.

—Sí, pero las tontas de menos de veintitrés años se quedaron con todos los hombres disponibles. ¿Crees que me estoy poniendo vieja? —Ella se estiró la piel de la mejilla con expresión horrorizada.

—¡Deja de decir tonterías! Todavía a los treinta te puedes ligar a un cincuentón o a uno de sesenta. Bueno..., quizás a un hombre un poquito mayor de setenta.

—¡Treinta! —exclamó escandalizada—. ¡Tengo veintiséis años! ¿Como que treinta?

—Perdón, pero pareces de más. Oye, debe ser el estrés lo que te tiene un poquito acabada. ¿Por qué no te olvidas del asunto este de conseguir un viejo que te mantenga? Quizás necesites probar algo nuevo, como... ¿trabajar?

—¿Trabajar yo? No, querida. ¿Sabes? Yo no necesitaré conquistar a un viejo rico porque tengo a un hombre joven, apuesto y muy trabajador que me pondrá como a una reina —aseguró con tono airoso.

—¿No se te ha quitado esa estupidez de la cabeza? No creo que tu ex vuelva contigo, en especial si ya tiene a su pareja. Fuiste muy cruel con él, ¿acaso se te olvidó todo lo que le hiciste a ese pobre hombre? Sin contar que por poco se pierde su hijita por tu culpa. Ay, no, Érika; mejor ni te le acerques.

—Querida, he dejado pasar tiempo suficiente desde ese evento desafortunado con esa mocosa, así que él ya debió haber olvidado ese asunto. Yo conozco a Franco como a la palma de mi mano, por lo tanto, yo sé cómo manipularlo para que caiga en mi red. Él es el tipo de personas que son tan buenas y generosas, que cualquiera lo engaña con facilidad.

—No lo sé, Érika —replicó su amiga para nada convencida de lo que ella aseguraba—. No creo que él sea el mismo ingenuo que fue años atrás, después de todas las humillaciones por la que lo hiciste pasar y de que lo abandonaras con la niña, algo debió endurecerse en él. De verdad, dudo mucho que exista alguien que sea tan tonto como para dejar a su pareja por una mujer que le hizo tanto daño.

—¡¿Esa mosca muerta insulsa?! Pero la tal Daniela no me llega ni a los talones. Además, con todo lo que he aprendido en el trabajo de dar placer, dejaré a Franco loquito por mí y será cuestión de tiempo para que él deje a esa intrusa. Franco es mío, como lo es su apartamento, sus vehículos, su negocio y el dinero que gana como chef. Quién diría que él llegaría tan lejos.

—Bueno, te deseo suerte con eso —dijo su amiga, rendida de hacerla recapacitar.

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Dos semanas después...

Como todos los días, Érika espiaba a Franco y lo seguía a todos lados, para de esa manera conocer cuál era su rutina. Buscaba el momento indicado para presentarse delante de él y empezar su actuación, por lo que era cuidadosa al observarlo y muy analítica, puesto que no quería cometer errores que le impidieran poder irrumpir en su vida una vez más.

Aquella mañana, ella vio a Daniela salir del apartamento junto a Ashley en la camioneta de lujo, entonces hizo una mueca de disgusto porque le molestaba que Daniela disfrutara de lo que ella pensaba que le pertenecía.

—Maldita mosca muerta, ahora eres tú quien usa el vehículo de Franco. Disfruta el poco tiempo que te queda de tu reinado, ya que pronto seré yo quien conducirá esa camioneta, usará esas joyas costosas y vivirá en este apartamento. Todo lo que le pertenece a Franco es mío, maldita intrusa.

Erika se quedó por los alrededores con la esperanza de ver a Franco, quien solía irse en la minivan, una hora más tarde que Daniela.

Ella estuvo merodeando por el estacionamiento, hasta que vio a Franco venir en su dirección. De repente, los nervios le hicieron una mala jugada, así que se ocultó de él.

Lo observó entrar varias canastas en el baúl, una nevera portátil y algunas bolsas con utensilios desechables.

—No entiendo por qué vendes esas chucherías si tienes dinero suficiente para darte la buena vida. A ti te gusta trabajar de más, Franco. Bueno, mejor para mí, así cuento con más dinero para gastar —dijo para sí con una sonrisa maliciosa—. Bien, llegó el momento. —Resopló, se ajustó la ropa, se peinó el cabello con los dedos y salió al encuentro de su ex—. Hola, Franco.




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