Penurias

Capítulo 49

Las lágrimas mojaban la almohada, mientras que su cuerpo se sacudía gracias al llanto. Sola, sin el calor de Franco en la cama, ella dejaba salir toda la frustración que la noticia de la mudanza le estaba causando.

No entendía aquella decisión tan drástica, como tampoco que él continuara durmiendo en otra habitación.

—¿Por qué el amor duele tanto? —sollozó—. Franco, es la segunda vez que me rompes el corazón.

Detrás de la puerta, él escuchaba sus llantos, sus dudas y sus reclamos; entonces se sintió el hombre más malvado y cobarde del universo.

«Ratona, perdón por hacerte sufrir tanto. Te prometo que voy a enmendar mi error», pensó con lágrimas en los ojos.

Dado que se sentía incapaz de enfrentarla en ese momento, decidió ir a dormir con Ashley.

En la mañana, se fue más temprano de lo regular y habló con su jefe para que le diera un empleo a Erika, para no sentirse culpable por lo que haría. Una hora más tarde, ellos se encontraron cerca del restaurante como él le había propuesto.

Por su parte, Érika estaba emocionada debido a la repentina invitación, por lo que aprovecharía esa oportunidad para seducirlo; no obstante, todo resultó opuesto a lo que esperaba.

—¿Qué estás diciendo?

—Lo mismo que escuchaste, Erika. Voy a rescindir de tus servicios.

—¡No puedes hacerme esto, Franco! —profirió indignada—. Sabes lo mucho que necesito este trabajo, aparte de que ya me he acostumbrado a estar cerca de ti.

—Lo siento, Erika, pero todo este asunto me ha estado trayendo problemas con Daniela...

—¡Ya sabía yo que esa tóxica tenía que ver con tu tonta decisión! ¡No puedo creer que te dejes manipular por esa mosca muerta! Ella solo es una intrusa en nuestras vidas; ya que tú, Ashley y yo somos una familia.

—¿Disculpa? —intervino él con un tono molesto—. Esa familia de la que hablas no está compuesta de la manera en que dices, mi pareja es Daniela no tú.

—¡Yo soy la madre de Ashley! Esa maldita mujer solo es una entrometida. ¡Por su culpa nuestra relación terminó mal porque desde que éramos adolescentes ella se metió entre nosotros! ¡Qué lindo de su parte ofrecerse a un hombre que ya tenía mujer!

—¡¿De qué diablos estás hablando?! ¿Acaso te has vuelto loca? Daniela nunca hizo tal cosa, por el contrario, quien arruinó todo entre nosotros fuiste tú misma. ¿Sabes qué? Está discusión no tiene ningún sentido. Si te preocupa quedarte sin trabajar, no tienes por qué estarlo porque yo te conseguí un empleo en el restaurante.

—¿De verdad? —inquirió con desdén—. ¿Qué haré?

—Por el momento solo hay vacantes para lavar los trastes, pero más adelante te pueden dar algo mejor. Yo empecé así...

—¡¿Cómo se te ocurre?! —lo interrumpió exaltada—. ¿Lavar platos? ¿Yo? Estás muy equivocado si crees que me voy a rebajar a eso, Franco. Yo soy la madre de tu hija y, como tal, tengo todo el derecho a trabajar en el negocio de la familia, ya que debo velar por los intereses de Ashley.

—Lo siento, Érika, pero este negocio es de Daniela y mío. Y, si ella no se siente cómoda con tu presencia aquí, pues te vas y punto. Lo lamento, pero estás despedida.

Franco se alejó de ella incómodo, puesto que se sentía tonto por haberse dejado manipular por esa loca. Ahora podía confirmar que esa mujer era la misma de antes.

—¡Franco, por favor! —Corrió detrás de él y se asió de su brazo derecho—. Mi amor, no te imaginas lo mucho que te quiero. Tú y Ashley son mi razón de existir, mi vida. Te ruego que recapacites y que vuelvas conmigo. Echa a Daniela del apartamento y yo me mudaré contigo, entonces seremos esa familia que siempre soñamos.

—¿Qué estupidez acabas de decir? Mejor aléjate de mí, loca. ¿Sabes? Creo que debes buscarte un abogado, porque de mi parte no volverás a ver a mi hija por tu cuenta. ¡Estás enferma si crees que puedes volver a hacernos daño!

Franco caminó lejos de ella a pasos apresurados y se entró en el vehículo, marchándose a toda velocidad. Suspiró del alivio cuando se vio lejos de esa mujer. Dado que su jefe le había dado el día, él decidió pasar por la panadería para comprarle un regalo de disculpas a Daniela y después de eso invitarla a salir junto a Ashley.

Sabía que aquello no borraría el mal momento por el que hizo pasar a su ratona, pero por lo menos trataría de recompensarla por todas las lágrimas que la vio derramar la noche anterior.

No estaba seguro si algún día se perdonaría el haberla hecho llorar. Se sentía el hombre más tonto del universo por haber provocado duda e inseguridad al amor de su vida, y todo por caer en las manipulaciones de esa arpía.

—Buenos días, ¿cómo le puedo asistir? —lo recibió el vendedor.

—Quiero una caja de rosquillas azucaradas, por favor —respondió él con una sonrisa cargada de ilusión.

 

***

 

Otra vez ella sacó el pequeño aparato de su gaveta y lo contempló con lágrimas en los ojos.

—Sé que debo decirle, pero no quiero presionarlo en su decisión. Si Franco va a estar conmigo, que sea porque en realidad lo desea y no por responsabilidad —dijo entre sollozos mientras observaba el símbolo, que marcaba positivo en la prueba de embarazo.




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