Penurias

Final

Tres meses después...

Aquel día, Franco fue a supervisar los puestos, ya que en las últimas semanas no había podido porque estaba cuidando a Daniela y llevándola al hospital, cada vez que ella aseguraba que ya los bebés iban a nacer, pero siempre los devolvían porque no estaba en labor de parto.

Daniela, en cambio, salió con Ashley al centro comercial para comprar lo que, según ella, le faltaba para el nacimiento de los mellizos.

—Hoy estás muy animada, mami. Es raro que estés tan activa porque te la pasas tirada en el sofá.

Daniela sonrió porque todavía le provocaba mariposas en el estómago que la niña la llamara "mami". Ella empezó a decirle así semanas atrás y, para Daniela, ser considerada como tal era una razón de felicidad y alivio.

Cuando empezaron los malestares propios de su estado, ella estaba mortificada porque no quería que la niña se sintiera desplazada por las atenciones y cuidado que requería un embarazo; pero muy contrario a lo que temía, Ashley le había sido de gran ayuda y apoyo.

La pequeña estaba atenta a todos los cambios en Daniela, a los cuidados que debía tener y era muy celosa con el bienestar de sus hermanos.

—Me encantó la falda rosa, te la pondrás el día que nos tomemos la foto familiar cuando los bebés nazcan —dijo Daniela emocionada.

Ellas ya estaban en el estacionamiento, entrando todas las bolsas en el baúl de la camioneta de Daniela. Lo que era una simple compra de lo que le faltaba para el parto, se convirtió en regalos para todos.

—¡Mi amor, hasta que por fin puedo verte!

Las dos se voltearon por instinto cuando la voz de Érika resonó en el solitario lugar.

—¿Qué haces aquí? —Daniela la confrontó.

—Vine por mi hija, ya que tú y Franco no me permiten verla.

—Tú deberías presentarte a la corte por habernos atacado, pero prefieres huir en vez de dar la cara. Tu comportamiento nos da la razón al no querer que te acerques a la niña.

—¡Ella es mi hija! ¡Nadie puede apartarla de mí! —Érika le miró la barriga e hizo una mueca de disgusto—. Vaya, no perdiste tiempo para embarazarte de mi ex. Eres una zorra.

—¡Lárgate! —le exigió Daniela—. Evítate problemas, por favor.

—No eres nadie para exigirme nada. ¡Ashley es mi hija no tuya! Tú ya tienes a tu moscoso, así que no te entrometas.

—¡Ashley, vámonos! —comandó Daniela y le abrió la puerta de atrás para que ella entrara, ya que no quería discutir con esa mujer.

—¡Suelta a mi hija, arrastrada! —le ordenó y jaló a la niña por un brazo.

—¡Suéltame, bruja! —vociferó Ashley asustada mientras trataba de liberarse—. ¡Tú eres mala!

—¡Te guste o no, yo soy tu madre y me debes respeto! —Ella la sacudió con violencia.

—¡Yo no te quiero! ¡Vete lejos y déjanos en paz! —La niña empezó a llorar.

—¡Suéltala! —Daniela la empujó y sostuvo a Ashley por el brazo, pero antes de que ella la cargara para subirla al vehículo, un hombre fuerte se la arrebató y se dio a la huida junto a Érika—. ¡No! ¡Ayuda, por favor! ¡Se están robando a mi hija! ¡Alguien ayúdeme!

Desesperada y sumergida en el llanto, Daniela se subió a la camioneta y salió del estacionamiento a gran velocidad, entonces visualizó a Erika subirse a un carro rojo que arrancó al instante.

Con manos nerviosas y mientras conducía, ella agarró su celular y le tiró varias fotografías a la placa y al vehículo; acto seguido, llamó a la policía.

Daniela seguía al vehículo con determinación, puesto que no permitiría que esa loca le hiciera daño a la pequeña.

—¿Por qué esa demente vino a buscarte? ¿Quién es ese hombre? —lloró angustiada al temer lo peor.

Ella llamó a Franco, quien respondió al instante.

—Hola, mi amor...

—¡Franco, Érika se llevó a la niña! —lo interrumpió.

—¿Qué? —interpeló desorbitado, puesto que no había asimilado lo que ella le había dicho.

—E-Ella... —Daniela hizo una pausa al sentir una contracción muy fuerte—. Ella se llevó a la niña, ayudada por un hombre... Te voy a enviar las fotografías del vehículo; habla con la policía, por favor.

—¿Dónde estás? —preguntó nervioso.

—No lo sé... —chilló angustiada—. Los estoy siguiendo. Te voy a estar enviando mi ubicación a medida en que avance. Ve con la policía, por favor. Yo los llamé, pero dudo que hagan algo.

—Ten cuidado. Voy a seguir tu ubicación.

—¡Ve con la policía! —Ella le colgó—. ¡Auch! —gritó cuando sintió un dolor punzante en la pelvis—. ¡Ay, no! Este no es un buen momento para querer nacer, mis niños... ¡Ay, me duele! —Apretó el guía con fuerza.

Pese a lo mal que la estaba pasando y que sabía que debía ir al médico, ella continuó con la persecución. No los perdería de vista por nada el mundo, ya que allí iba su hija.

Le aterraba perderlos y luego no saber su paradero. No, eso jamás.




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