Penury

Capitulo 2 "Sosiego"

La actualidad, una semana antes, Barcelona, España.

Antes, digamos que hace más o menos 200 años solía escaparme a ver las ciudades que solíamos, Will y yo, visitar periódicamente. Lo hacía tanto por curiosidad como rebeldía hacia Will; mi maestro, guardián y niñera. Ansiando la sensación de libertad al estar lejos de donde había nacido y donde habían declarado mi sentencia de muerte. De hecho, donde realmente había muerto.

Will una vez me dijo que no pensara tanto sobre nuestro pasado, a cómo es que llegamos a ser como somos o por el motivo por el que aún estamos en el mundo, ya que hay muchas teorías de las que encontraría y de las que solo harían confundirme y perder el tiempo en delegar entre verdades o falsas de lo que en realidad importa de uno mismo, refiriéndose a como son nuestras personalidades y de ello como seriamos para los demos dependiendo a las decisiones que llegaríamos a tomas y de las que ya hemos tomas sin vuelta al atrás.

Y así es, las decisiones que he tomado me han hecho ser una persona diferente a comparación a lo que antes era y como solían pensar de mí.

Para cualquiera que supiera de la existencia de nosotros sabría que lo normal, no entraría en el catálogo de lo visto comúnmente, en cambio la aberración y la monstruosidad sí.

El sol se filtraba por la pequeña abertura de las cortinas, dignándome a levantarme e ir al salón.

-Buenos días. – Saludo a August, desayunando en el jardín, con un periódico en las manos dando un sorbo de su café.

El lugar habitual a su lado desocupado, pero ya listo para que lo ocupara, la tasa, la tetera claramente le faltaría calentar, pero lista para usar, los bocadillos dulces y salados.

August era un protector al que me había dejado a cargo Will de mí. A pesar de los años que contaba más que él, mi apariencia no cambiaba demasiado, y la de él, pues, solo un poco más de lo que era. La comparación en cuanto a nuestro edad y apariencia era igual al tiempo en que vivía un árbol; al llegar a una edad madura el tiempo que transcurría cuando se llegaba a la madures iba desacelerando, claro dependiendo de la persona. *** reeditar*

-Estas bien? – Me observa con una ceja elevada a su incógnita, al humor decadente de sentarme entre suspiros.

-Si... bien. - Conteste, variando la respuesta. -No es nada. -

-Nunca es nada contigo. -

-Cierto, ¿no? – Medio ironizo, pero sin intentarlo del todo.

Aunque cierto, mi humor se atribuía al cansancio mental. Nada de lo que traería grandes repercusiones de las presentes.

-Pensaba en que debe de ser de Will, quiero decir, parece habernos dejado a nuestra suerte. -

Me acerque a la mesa oliendo el té Earl Grey. Realmente, el conocimiento y elegancia de saborear un te diferente se atribuía al gran paladar de August y mío. Y fui adquiriendo más conocimiento, aunque hoy en día no es un complemento sumamente requerido para las mujeres como en aquellos tiempos.

-No te preocupes, se presentará. - Aseguro.

Por mi parte, finjo ignorarlo parando de enfocarme en el jardín, con algo de atención (los jazmines están a flor y se percibe el fuerte aroma del árbol de cerezos blancos), pero pongo cuidado en ver sus expresiones.

Todo en él, su expresión, conducta y hábitos, me dicen que no está del todo contento cosa que finge serlo. Está inquieto, lo noto, a prueba de que no lleva su hebilla de corbata en su lugar, su porte relajado más bien parece forzada ligeramente, el azúcar no está cerca lo que quiere decir que está bebiendo su café amargo, cosa que solo hace cuando no a dormido y necesita despertarse, y a eso se lo debe a algo que lo trae preocupado o inquieto o nervioso. No quiero exagerar, tampoco es un examen al estilo Sherlock Holmes, pero de igual manera no descarto.

Will vendrá, aun si es por una temporada, algunas veces se asemejan a las citas del doctor, se que se presentará para darnos un informe de lo que seguirá.

La mañana pasa tranquila, luego como siempre August sale a hacer las dirigencias y por mi parte empleo mi tiempo en practicar en el piano alguna pieza, paso del violín, escribo una que otra nota en mi diario y salgo. Claro, cuando es durante el día, tengo prohibido salir sino es en compañía de August o cuando voy dentro de un auto y no realizo intentos por salir solo hasta que hube llegado de vuelta a casa.

Literalmente, hice todo lo que me propuse a excepción de mi salida, pues Sofía, la ama de llaves, me había avisado que Celeste había llegado.

Celeste era mi vecina a un par de casas más alejada, con quien tome como pupila para impartirle clases de Francés. Contaba con solo unos nueve años, edad del que no hacia justicia su personalidad taimada y retraída, le iban bien a esta niña rica a mi parecer, pero no creía que a como había sido criada era de suponer que lo seguirían siendo de igual manera.

Fui queriendo implementar que se relacionara con las personas de diferentes entornos, al menos en que cuyos casos le fueran útiles en experiencias además de la amistad y la civilidad en que fuera allegada para no sufrir infortunios por ser de mente algo estrecha.

Por suerte, era un punto que bien concordábamos en el ámbito educativo, partiendo de la economía, la historia y literatura, jugando deliberadamente con los idiomas básicos del mundo.




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