Pequeña Casamentera

CAPÍTULO VIII

Elle

Desde una de las ventanas, miro cómo los autos se aproximan a la casa. Mis ojitos viajan al de mi tío y la observo bajar y los gritos que salen de mí se vuelven fuertes. Salgo de la oficina a la que jamás de los jamases debo entrar y corro por el pasillo hasta las escaleras, desciendo con más velocidad que el rayo escarlata, justamente cuando mi tiíto y Chelsea se encuentran entrando.

—¡Chelsea! —chillo emocionada lanzándome sobre sus piernas.

—Hola pelirroja —saluda alborotando mi cabello antes de dejar sus cosas a un lado y tomarme entre sus brazos— ¿qué tal te trata el dictador? —pregunta en mi oído y me rio por lo bajo para que no sospeche.

—Me manipuló para hacer un trato en el que medusa sale beneficiada, pero yo te tengo a ti —muevo mis cejas en dos direcciones y se ríe.

—Elle —escucho la voz de mi tío , pero me hago la que no es conmigo—. A tu habitación —demanda.

—Vamos Chelsea, tenemos muchas cosas de chicas de las que hablar —digo bajando de ella y jalándola, pero alguien haciendo lo mismo del lado contrario no le permite seguirme.

Debemos planear como espantar a medusa y hacer que mi tiíto se case con ella.

—Sola —dice—, tengo que hablar con la señorita Coleman —avisa y mis ojitos se tornan blancos.

—Soy grande, puedo escuchar —contradigo y se ríe haciendo que entienda que no cambiará de opinión.

—Solo hazlo, luego será toda tuya —negocia y asiento.

—Puede ser de ambos, así sus bebés también serán míos —jugueteo con mis cejas antes guiñarle un ojito y huir para prevenir que me reprenda.

Prometí que no continuaría con el tema de los bebés, pero no pueden culparme, estoy solita en esta vida y medusa me asecha, me faltan más camaradas o si es necesario, un ejército para defenderme de ella y liberar a mi tiíto de su resistente hechizo.

No sé qué le ve, solo es una modelo estirada y su papá es uno de los compañeros más importantes de mi mapita en el trabajo, pero solo eso. Le digo mapita, solo para mí, ya que como saben en geografía, tengo muchos libros y así conozco el mundo al que no me dejan salir, un Atlas es una colección de mapas.

 

Chelsea

—¿Le pidió que se fuera para arrodillarse y pedirme matrimonio?

—¡Jah! Muy chistosa —ríe falsamente por culpa de mi pregunta—. Solo acompáñeme a mi oficina —pide.

—Mucha más privacidad, eso significa que en definitiva habrán besitos —continúo y aunque no me responde, estoy segura de que lo está disfrutando; sin embargo, debo dejar la confianza, ya que necesito el empleo y no quiero que me despidan en mi primer día.

Subo las escaleras detrás de él, justo cuando nos encontramos en el pasillo, escuchamos una puerta cerrarse y esta vez un bufido lo abandona, mientras que a mí las risas por culpa de la desobediencia de la pelirroja, me dominan, esa pequeña es demasiado especial.

—¡Elle! —dice con fuerza su nombre y el sonido de cosas cayendo llega hasta el pasillo, los quejidos de la pequeña también lo hacen.

Continuamos avanzando hasta el final del corredor, nos detenemos en una puerta y como todo caballero inglés, la abre y me permite pasar antes.

«De príncipe lo tiene todo»

—Tome asiento —pide enseñando la silla enfrente del escritorio.

Se posiciona detrás del enorme mueble y comienza a buscar en los cajones, saca un documento y lo coloca sobre la madera.

—¿Y eso? —pregunto luego de que lo ha puesto frente a mi junto a una pluma.

—¿Sabe leer, no? —pregunta con sus labios curvados y niego.

—Y usted, además de saber besar, conoce muy bien como ser gracioso —Me muerdo el labio y vuelve a negar.

—Solo lea y firme, señorita Coleman —Se da por vencido, pero es culpa de la pequeña que metió ideas a mi cabeza.

Comienzo a leer y con cada palabra la alegría me envuelve. Levanto el rostro y se encuentra mirándome y divirtiéndose con cada gesto que hago, pero como no, si por fin tengo empleo «no el soñado» y podré pagar mis deudas, más que todo el seguro, por el hecho de que mi madre cree que el suyo cubre todos sus gastos.

—¡Gracias! —repito, puesto que pienso que jamás me cansaré de agradecérselo.

—No hay de qué, señorita Coleman —Le resta importancia mientras trata de alejarme, dado que le he saltado encima y me encuentro abrazándolo; no obstante, un hombre que al parecer nunca ha tenido necesidades monetarias, menos ha requerido de alguien de este modo, no podrá entender lo que siento.

—En definitiva, no sabe de lo que habla —intento hacerle ver su equivocación.

—Solo no haga que me arrepienta —ruega luego de que me he apartado y mi cabeza se mueve de izquierda a derecha.

—No prometo nada —levanto amabas manos y juro que voy a enloquecer con cada uno de sus gestos, y les cuento que no es de mala manera, es todo lo contrario.

—¿Tiene dudas? —indaga y vuelvo a negar— ¿Qué espera para firmar? —cuestiona y elevo una ceja.



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En el texto hay: amor, jefe empleada, babysister

Editado: 29.07.2023

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