Pequeña ciega

Capítulo 7: De un nuevo amigo.

Hago mi mejor esfuerzo por verme bien, me pongo un pants gris, la chamarra siempre es más grande de lo normal para disimular estos kilos de más. Me veo al espejo, me quito las gafas un momento, y veo borroso, pero me acerco más y pienso que mi rostro se ve mejor sin los lentes. Es una lástima que no pueda ver bien sin ellos. Me los coloco nuevamente.

Estoy escuchando a One Republic en youtube desde mi laptop, en cada canción hay siempre un comercial, es lo que más me molesta. Me acerco para quitarlo y me llega un mensaje.

 

Mathias Morrel: Te veo afuera de la escuela, de ahí es fácil llegar a la fiesta, te parece a las ocho?

Cecilia Yañez: Sí, está bien.

Mathias Morrel: 7:30 mejor

Cecilia Yañez: Entendido.

Mathias Morrel: De nuevo, gracias, te prometo que serán como máximo un par de horas. No tienes que hacer nada, yo hablaré por ambos :’D

Cecilia Yañez: Claro.

Mathias Morrel: Te debo una, Ceci ! ! ! ! T-T

Visto: 6:03 p. m.

 

Inspiro hondo. No tengo nada para perder el tiempo, leer ahora no me parece buena idea, estoy nerviosa, no es necesario que diga nada en esa fiesta, pero seguro estarán Gaby y los otros dos, ¿qué les voy a decir? No sé si son discretos, le preguntaré a Math —que los conoce mejor— si puedo contarles, para que no haya ningún malentendido.

Salgo de casa, no hay nadie de todos modos. Mensajeo a mi madre para decirle que estaré fuera. Me aseguré antes de que tengo crédito, dinero y las llaves de mi casa, para no tener o dar posibles problemas. Se nubla avanzadas unas calles, me recrimino no haber mirado el cielo antes de salir, así habría traído una sombrilla. Intento no preocuparme, tal vez no llueva, además se ha quitado el sol y no hace tanto calor ya. Me gusta caminar cuando no debo realizar nada urgente, entregué mis tareas, no hay nada pendiente. Quisiera estar tranquila en casa, en pijama, leyendo algún cuento de las mil y una noches mientras bebo una taza de té.

Mi estómago me pide comida después de caminar lentamente veinte minutos, debo ubicar un lugar un sitio para comprar algo, mientras busco, creo que mi vida es tan monótona y aburrida que incluso podría meterme en problemas por simple curiosidad; mas es algo que no haría, porque también soy temerosa.

Podría pasar a comer en algún puesto callejero, estoy cerca de uno, pues lo miro a lo lejos. Pero lo que me temí, pasa, gotas de lluvia empezaron a caer del cielo, unos segundos después, la lluvia se viene más fuerte. En vez de llegar al puesto, me refugio en un callejón techado por un centro comercial. De tan solo entrar, el olor a cigarro se encierra en mi nariz y me doy cuenta de que no soy la única que se resguarda allí de la lluvia. Comienzo a toser porque el humo se ha impregnado tanto en mis fosas nasales y me tapo con la manga.

Para mi (ya no tanta) sorpresa, Liam está allí recargado en la pared, y frente a él un chico que se le parece en el estilo, y una chica especialmente bonita y piel muy blanca, lo acompañan, ambos con un cigarrillo en la mano, excepto Liam. Los veo sonriendo, ¿por qué será que este chico no sonríe naturalmente? Parece forzado todo el tiempo.

Los tres voltean instantáneamente, me siento una invasora en cuanto se les borra la sonrisa por ver que me cubro la nariz del olor.

—Si te molesta puedes irte —me dice la chica de cabellos teñidos de rojo, luego soltó una bocanada de humo.

—No seas así, Michi —apremia el chico desconocido, Liam se queda callado, mirándome seriamente.

¿Michi? No recuerdo dónde escuché eso.

—Puedes quedarte, si quieres —me sugiere de nuevo el que antes habló, tira su colilla y la pisa, con intenciones de venir hacia mí. Liam lo toma del hombro para detenerlo.

—¡Ah! —se queja Michi—, qué niña y su forma vaga de vestir —apunta tal como si se tratara de nimiedades, me avergüenza un poco, aunque no es como si me molestara, a mí me gusta vestir así porque es más cómodo.

—Cruel —se burla de nuevo el chico. Miro a Liam, sigue serio, tal parece que es amable únicamente cuando no está con esos dos, imagino que, en otras circunstancias, si me lo hubiera encontrado solo, me hablaría.

Dispuesta a volver a la lluvia, doy media vuelta para no seguir interrumpiendo, será mejor no involucrarme con él ni con ninguno de esos otros dos, salgo corriendo a la escuela ya sin importarme la hora o que, para cuando llegue, estaré completamente mojada.

¡Cómo me desagradan ese tipo de personas! Hacen comentarios denigrantes como si ellos fueran las personas perfectas y creen que pueden deshacerse de alguien con decir pocas palabras. No me acostumbro al rechazo directo, me estoy percatando de lo extremadamente sensible que soy porque un nudo en la garganta está apretándome.




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