Pequeña ciega

Capítulo 8: De ese chico a quien no logras entender.

Si tuviera que elegir mi día perfecto, sería luminoso, pero nublado, es irónico, existe, créanme. Un clima templado también, y despejado de gente. Por eso me gusta el otoño y los comienzos del invierno, salgo un poco más porque las personas pasan más tiempo en familia o dentro de sus casas porque hace mal tiempo. A mí me gusta caminar con el cielo nublado, minutos antes de que comience a llover, porque detesto la lluvia. Es deprimente.

 

Mi grupo tomó prestado el taller de cocina después del mediodía a partir de hoy, martes, hasta el día de mañana. Conseguimos los ingredientes para hacer tamales y champurrado que venderemos en el festival del jueves —sé que había dicho dulces, pero al ver cómo estuvo el clima toda la semana, optamos por algo caliente y además delicioso—. Será la primera vez que me quede en la escuela hasta la noche y no estoy emocionada. Pero estoy feliz, siento que mi relación con Math se estrechó el viernes, me sentí tan confiada. Es una sensación tan satisfactoria y ahora sé que un verdadero amigo puede hacerse tan rápido como una sopa instantánea. Estoy en la escuela con bufanda y un cubre bocas, me gustaría decir que no me enfermé, pero me levanté con un fuerte dolor de garganta y tos desde el sábado, no he podido recuperarme, y algo tiene que ver que no he ido a comprar medicina.

Sobre lo de antes, apenas me he reunido con Math desde la fiesta, porque hemos estado súper ocupados con los preparativos de la feria de Día de Muertos, que no nos damos abasto. Ya que no funcionaba que cada carrera hiciera una sola cosa, porque no todos se podían desenvolver sin ayuda de otros, decidimos combinar nuestros talentos, así los futuros mercadólogos apoyaron a los de gastronomía a organizar el resto del evento, los de gastronomía nos ayudan a hacer los alimentos, Gaby y yo ayudamos a realizar el programa de la danza de las catrinas, y el guion de las obras. Así mismo, en la danza se incluyen las chicas de diseño gráfico, todos mezclados, y está funcionando.

 

Estoy sola en la cocina, bajando el fuego de la estufa para que los tamales se cocinen a fuego lento. Tengo los brazos cansados de tanto lavar las hojas y ponerles masa, quienes ayudaron ahora están haciendo otras cosas, me quedé a limpiar, pues, aunque no lo crean, fue duro nuestro trabajo y algunas de mis torpezas ensuciaron de más el piso y los estantes… Más de lo que quisiera admitir.

Supongo que ya está, en un par de horas vendré a checar de nuevo el fuego.

Estiro mis brazos y me desperezo, saldré a preguntar qué más puedo hacer, pues, por lo que veo, todo está casi preparado para el jueves, y ya son las nueve de la noche, aún se escucha la música allá afuera por la práctica de la danza.

Tomo el picaporte de la puerta, pero se abre del otro lado.

—Ceci —escucho mi nombre; veo a la chica pelinegra, ex novia de Math, entrando al cuarto. Me quedo estupefacta, ¿ahora que estoy sola tiene que entrar?

—¿No me recuerdas? —levanta un poco su mano extendida—, Soy Quinn, segundo año de gastronomía —dice, como si ya fuera obvio.

—Ce-Cecilia, primer año de comunicación —no me inmuto, extiendo mi mano para saludarla, ella la toma.

—Ya lo sé —se ríe. Tiene fachada de ser dura, su voz es gruesa y sus movimientos, bruscos.

—Yo estaba saliendo en este momento —le sonrío—, ayudaré en alguna otra cosa.

—Sí, oye… de… De lo del viernes pasado…

Volteo.

—No tienes que comportarte así conmigo, no hay resentimientos, ¿sí? Podemos llevarnos bien ahora que nos conocemos, que no nos importe si salimos, en su momento, con el mismo chico, no teníamos idea… —parece sincera.

Asiento.

—Tienes razón, deberíamos salir alguna vez. ¿Quieres cuidar la comida por mí? —soy amigable, tal vez un poco oportunista.

—Claro que sí, vine a preparar un poco de café para los chicos, las obras no van muy bien… Nos quedaremos hasta tarde practicando, ¿quieres un poco? —pregunta.

—No, sólo saldré a ver si puedo ser más de ayuda —contesto—, pero gracias.

No sé si sería correcto decirle que lo mío con Math fue una farsa, nada más. Pero si él no se lo ha dicho lo metería en un dilema. Prefiero dejar las cosas así, además, solo ella lo sabía.

Camino por los pasillos, muchos están más tranquilos que hace unas horas, lo que significa que ya no falta mucho para que la escuela se quede desierta. Pregunto a algunos chicos de mercadotecnia y administración si necesitan algo más y responden que está todo listo, que falta afinar alguno que otro detalle, pero que ya puedo irme y el día de mañana montaremos y adornaremos fuera. Busco a Gaby con la mirada, de entre todos los alumnos, como no la encuentro, subo sola a mi aula y tomo mi mochila para disponerme a salir e irme a casa, pues le dije a mi hermano que no había problema en que yo regresara sola.




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