Pequeña Dory

3. La abuelita de Dory.

A la hora de la cena, Gloria sentó a su hija en una silla y ocupó la de su derecha, viendo como Santiago se sentó a la izquierda de Dory. 

 

— ¿Madre no cena? — Preguntó Santiago a su padre. 

 

— Le duele la cabeza. — La excusó Luís. 

 

— Está que rabia más bien. — Dijo Lauro, el hermano de diecisiete años de Santiago. — Te odia. — Sonrió a Gloria y ella se sintió intimidada. 

 

— No le hagas caso, a su edad solo busca incordiar. — Habló Luís. 

 

— Los niños dicen la verdad, ¿no? Y siempre decís que soy un niño todavía. 

 

— Lo siento… — Se disculpó Gloria. 

Santiago la miró al igual que su padre y hermano menor. 

 

— No tienes nada que sentir. — Negó Luís y reprendió a su hijo mayor. — Santiago es el único culpable, si te dejó embarazada tenía que habérselo contado a su familia y traerte mucho antes. 

 

— Mamá seguía insistiendo con lo de mi casamiento. — Se excusó Santiago, agarrando una jarra de cristal llena de agua para llenar un vaso. — Las cosas pasaron sin esperarlo, ¿verdad? — Le sonrió a Gloria. 

 

— Sí. — Mintió Gloria, aferrándose sus manos por debajo de la mesa. — Aunque al principio Santiago no me gustaba. — Improvisó. 

 

— Y al final tampoco. — Aportó Lauro con gracia y apoyó un codo en el brazo de la silla. — No parecéis una pareja normal, imagino que estáis juntos por ella. — Dirigió la mirada a Dory. 

 

— Respeta a tu cuñada y a tu sobrina. — Le dijo su padre y Lauro asintió. 

 

— No me caes mal, tranquila. — Sonrió Lauro a Gloria. 

Gloria sonrió también y miró a su hija que le tiró de la manga del jersey. 

 

— ¿Puedo coger eso, mami? — Pidió Dory señalando un bollito de pan. 

 

— Espera un poco más, ya casi viene la comida. — Le respondió Gloria a su hija. 

 

— Déjala comérselo. — Habló Santiago, agarrando el bollito de pan.

La pequeña Dory sonrió feliz, pero su madre interceptó el bollo antes de que llegara a ella. 

 

— Si se come el pan se dejará la cena. — Le dijo Gloria. 

Luís se rió contemplando la escena familiar de su hijo. 

 

— ¿De que te ríes, padre? — Le preguntó Santiago.. 

 

— Nada, nada. — Luís dejó de reír y ordenó en voz alta. — ¡Traed la cena, mi nieta tiene hambre! 

 

— Gracias. — Le agradeció Gloria. 

 

— No puedo dejar que mi nieta pase hambre. ¿Verdad que no? — Luís sonrió anchamente a Dory y la pequeña negó. 

Gloria sonrió y giró la cabeza cuando un par de mujeres del servicio entraron empujando un carrito con los platos de la cena. Su sangre se heló al ver a su tía Asunción. 

Asunción miró disimuladamente a su sobrina y a su sobrina nieta mientras les sirvió los platos. 

 

— Gracias. — Le agradeció Gloria a su tía y ella la regañó con la mirada. 

 

— Gracias. — Repitió Dory lo que su mamá dijo y Asunción sonrió a la pequeña. 

 

— Disfrute de la comida, señorita. — Le deseó Asunción y antes de retirarse miró desconfiada a Santiago. 

Cuando todos los platos estuvieron servidos, las dos mujeres se retiraron y Gloria acomodó una servilleta de tela en el cuello del vestido de su hija. 

 

— Ten cuidado de no ensuciar nada. — Le habló bajo y Dory, ansiosa por ponerse a comer, asintió a su mamá. 

 

— ¿A qué te dedicas, Gloria? — Le preguntó Luís. 

Santiago que se metió en la boca unas verduras al horno, levantó la cabeza hacia su padre y después hacia Gloria. 

 

— No he trabajado nunca todavía. — Contestó Gloria. 

Trabajar en aquella casa iba a ser su primer trabajo. 

 

— ¿Entonces estudias o has estado estudiando una carrera? 

 

— No… — Gloria negó avergonzada. 

 

— Padre. — Interfirió Santiago. — Gloria y yo metimos la pata demasiado pronto, ella se ha estado dedicando a cuidar de nuestra hija y yo he pagado todos sus gastos. 

Gloria no dijo nada al respecto de aquella mentira. La verdad no era muy diferente. Se quedó embarazada de Dory muy joven y el padre de su hija la había mantenido. 

 

— ¿Y no quieres estudiar algo? — Le preguntó Luís. — Si no dispones de dinero nosotros nos haremos cargo y Dory puede mientras quedarse en casa. Su abuela cuidará de ella. 

 

— Padre. 

 

— Nada de padre. — Lo calló Luís y opinó al respecto. — Es una mujer joven, necesita aprender y crecer. Hoy en día las parejas no duran como en el pasado, si os separáis se quedará sin nada. 

 

— Yo quiero trabajar. — Confesó Gloria con la mirada en Dory. — Quiero ganar dinero para que a mi hija no le falte nunca nada. 

 

— Pero es hija de mi hermano y no le va a faltar nada. — Dijo Lauro y Gloria lo miró. — Despreocúpate. Aunque él te deje puedes sacarle dinero con la manutención. 

 

— No… — Gloria negó solamente y Luís se quedó observándola. 

 

 

Gloria abrió el grifo de la ducha y sonrió al ver caer el agua caliente, en el piso en el que vivía con Dory y el padre de Dory no disponía de agua caliente.

 

— No sé si lo estoy haciendo bien… — Se dijo y escuchó tocar a la puerta de la habitación. — Sí, adelante. — Dio permiso de entrar y salió del baño. 

La puerta se abrió, entrando su tía Asunción con toallas y albornoces. 

 

— Gloria. — La llamó su tía tan pronto cerró la puerta y se apresuró a dejar lo que traía en la cama. — ¿Qué es toda esta locura? — Le preguntó y recibió el cálido abrazo de su sobrina. 

Gloria lloró abrazada a su tía y Asunción la consoló. 

 

— Tengo mucho miedo, tía. — Le confesó Gloria. — Si Pablo me encuentra es capaz de quitarme a Dory. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 01.03.2024

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