Santiago arrastró a Gloria hasta un pasillo y le colocó en la palma de la mano una tarjeta de crédito.
— Llévate esto. Te enviaré el pin en un mensaje. — Le dijo Santiago.
— No. — Se negó Gloria. — Esto no está bien. No quiero usar dinero que no es mío.
— No voy a quedar sin saldo porque compres con ella, llévatela y úsala. Yo te he metido en esto, no puedo dejar que mi madre te haga gastar dinero tuyo. — Le cerró la mano con la tarjeta en ella y le sonrió. — Cómprate ropa bonita, a ti y a Dory, ¿sí?
Gloria se quedó mirándolo.
— Eh. — Los llamó Lauro y Gloria soltó su mano de Santiago y se guardó la tarjeta en su viejo bolso. — Mamá te está esperando y no le gusta esperar. — Avisó a Gloria y ella asintió.
— Me voy. — Le dijo a Santiago y le dio un tímido beso en la mejilla antes de irse.
Santiago se llevó la mano a la mejilla y Lauro sonrió frente a su hermano mayor.
— Menudo beso y menuda cara que has puesto, parece que es la primera vez que ella te besa.
— Deja de molestar. — Lo regañó Santiago, que bajó rápidamente la mano y caminó detrás de Gloria.
Lauro sonrió divertido y lo siguió.
— No sois pareja realmente, ¿verdad?
— Cállate. — Santiago se paró mirándolo. — Por supuesto que somos pareja, ¿no has visto que tenemos una hija?
— Ya. Yo creo que lo estás haciendo todo para que mamá no te obligue a casarte con Rosaura. — Sonrió ante la cara seria de su hermano. — Te creería si os viera besaros. Un beso lo cambiaría todo. — Asintió confirmándoselo.
Santiago siguió hasta el vestíbulo de la mansión,donde Gloria le ponía a Dory su gorro de lana.
— ¿Estás contenta? — Le preguntó Gloria a su hija.
— Sí, mami. — Respondió Dory, que tenía una sonrisa de felicidad en su rostro. — Vamos a salir con la abuelita.
Gloria se quedó preocupada de que creyera que realmente era su abuela.
— Gloria. — La llamó Santiago y ella se incorporó mirándolo acercarse.
— ¿Sí? — Le preguntó Gloria.
— Dory tápate los ojos un momento. — Le pidió Santiago a la pequeña y le hizo el gesto de cubrirse los ojos con las manos.
La pequeña lo imitó y Gloria se sorprendió cuando Santiago la agarró de la cabeza con las dos manos.
— ¿Qué estás haciendo? — Le reclamó Gloria y le agarró las manos para soltarse de él.
— Lo siento. Mi estúpido hermano sospecha que no somos una pareja real y tengo que besarte.
Los ojos de Gloria se movieron y vio a Lauro recostado en un umbral mirándolos.
— Pero… — Dijo y fue inesperadamente besada en la boca por los labios de Santiago.
Gloria sintió como si su corazón dejara de latir por un segundo y empezara a bombear más rápido que nunca cuando Santiago no se conformó con el contacto de sus labios y entró en su boca.
Santiago puso pasión en el beso, lo inició para callarle la boca a su hermano menor, pero sintió fuego en su interior al hacerlo.
Gloria apretó con sus manos los brazos de Santiago.
— ¿Pero qué es está vulgaridad? — Preguntó de pronto Jennifer al verlos en pleno beso de pasión.
Santiago dejó de besarla para mirar a su madre y Gloria se cubrió la boca con una mano. Sus pómulos estaban calientes.
— Un beso, madre. ¿Padre ya no la besa? — Le dijo Santiago, acercándose a su madre.
— Por supuesto que me besa, pero hay un momento y un lugar para cada cosa… — Protestó Jennifer, culpabilizando después a Gloria por el espectáculo. — Esas cosas se hacen en privado, no en el vestíbulo de una casa ajena.
— Lo lamento. — Se disculpó Gloria.
— ¿Una casa ajena? — Le preguntó Santiago a su madre. — ¿Desde cuándo la casa en la que crecí es una casa ajena para mí, madre?
— Bueno, ahora eres casi un extraño para nosotros, ¿no? Por eso tienes una prometida y una hija sin decírnoslo. — Le respondió Jennifer.
— No tenía idea de que enamorarme de la mujer que yo elija y no de la que tú quieres, me hacía un extraño. Pero gracias por dejarmelo claro, madre.
Santiago se marchó enfadado y Gloria no supo lo que hacer.
— Él mete la pata y quiere echarme la culpa. — Se enfadó también Jennifer y miró a Gloria ahí parada. — Todo es tu culpa. — Se llevó la mano a la sien y puso cara de sufrimiento. — Me está doliendo la cabeza de nuevo.
— Ya, madre. — La calmó Lauro que se acercó y la agarró. — Deberías subir a descansar… — La guió hacia las escaleras y miró a Gloria mientras lo hacía.
Gloria observó a su hija, Dory seguía con los ojos tapados y se los destapó agachándose a su lado.
— ¿Estás triste, mami? — Le preguntó Dory al ver su cara y la abrazó. — No estés triste, mami. Yo estoy aquí.
Gloria sonrió abrazando a su hija.
— Gracias, cielo.
Dory la miró a la cara.
— ¿Ya estás contenta, mami?
Gloria le asintió, poniendo una sonrisa en sus labios aunque por dentro no se sintiera contenta. Quería que sus vidas fueran mejor y había estropeado la oportunidad al aceptar ayudar a Santiago.
Santiago salió a una terraza y se apoyó con las manos en la barandilla de madera. Su madre no tenía corazón cuando se trataba de él, no respetaba que ya era un hombre y que como tal, tenía el derecho de elegir con quien quería estar.
— Joven Santiago. — Lo llamó Asunción, que se paró detrás de él con un plumero en las manos.
Santiago se giró mirando a la mujer del servicio.
— No es momento de hablar. — Le dijo Santiago.
— Se equivoca. Ahora es el mejor momento. — Le respondió Asunción con respeto. — Sabe que trabajando para su familia siempre he sido ejemplar. — Negó con la cabeza y dijo. — No me metería si no ser porque mi sobrina será la que salga peor parada de este juego que usted ha creado.