Pequeña estrella fugaz.

Capítulo 3.

Los días siguientes transcurrieron con calma, cada una se ocupaba de sus cosas, comíamos en silencio y solo intercambiábamos un par de palabras en todo el día. Yo regresé a juntarme con Leah y su novio, solíamos salir los tres de vez en cuando; en ocasiones íbamos a comer un helado, ir a la biblioteca, íbamos por unas cervezas o simplemente nos juntábamos a estudia.

            Mi relación con Vanessa no había evolucionado, seguíamos con la misma rutina, aunque ya había pasado un mes desde su llegada; y con ello llegaban los primeros parciales.

            - ¡Dios! ¿Cómo se supone que haré una escultura de cuerpo completo para dentro de dos semanas? -Exclamaba Leah mientras estaba cabeza abajo, nos encontrábamos en su habitación; solo éramos Leah, su novio y yo.

            - Tranquila amor, lo harás increíble ¡eres una gran artista y esto no se te dificultará! -dijo depositándole un beso en la mejilla; este estaba igual de cabeza. A pesar de tener un año en el país su acento aún no desaparecía.

            - Gracias cariño. -le devolvió el beso. Su relación era ese tipo de relación que toda chica adolescente añora; él era guapo, medía un metro noventa, era güero con ojos azules, musculoso. Simpático, romántico, caballeroso; en fin, podría pasarme toda la tarde describiendo su relación, pero no es el tema.

            Yo solo había tenido dos novios en toda mi vida, uno en la educación básica y otro al principio de la carrera; para ser sincera, a este último solo lo había utilizado. No me llamaban la atención las relaciones amorosas; yo no era fea, al contrario, era alta con cabello castaño claro, mis ojos eran de un tono azul verdoso, tenía un cuerpo esbelto, largas piernas y buenos atributos; eso me facilitaba obtener cualquier favor de parte de los chicos; pero, aun así, prefería estar sola.

- ¿Y tú Eli? -preguntó Leah, hacía tiempo que la había dejado de escuchar.

            - ¿Perdón?

            - ¿Cómo van a ser tus evaluaciones?

            - Oh, los maestros decidieron que el examen iba a constar del noventa porciento y el resto iba a ser de los trabajos dejados.

            - ¿Noventa porciento? -preguntó sorprendida la pelirroja; asentí con la cabeza-.  No puede ser, ¿estás lista? -otro pequeño asentimiento de mi parte.

            Mi teléfono vibró, desbloqué la pantalla para ver el emisor; era Vanessa.

            Olvidé las llaves dentro ¿Dónde estás? ¿me puedes abrir?

            Escribí un mensaje breve.

            Todos tenemos derecho a divertirnos como tú.

            Esperaba que pudiera entender mi sarcasmo.

            Ja, ja; muy graciosa ¿Dónde estás?

            Tardé un momento en responder.

            Es secreto.

            Su respuesta tardó en llegar.

            Ok.

            ¿Eso era todo?

            ¿Ya fuiste a ver a Lizzi?

            Sí, pero me dijo que solo nosotras tenemos las llaves de la habitación, nadie más.

            Embocé una sonrisa.

            Dame un segundo.

            - Me tengo que ir. -Dije y salí de la habitación para dejar a los enamorados solos.

            Evité las ganas de correr para llegar al cuarto, al salir de las escaleras la vi sentada en el piso con sus planos alrededor, tenía el cabello alborotado. Vestía un overol de mezclilla negra y una playera blanca, la correa izquierda la tenía desabrochada; lucía cansada. Al verme sonrió completamente y se puso de pie.

            - Dijiste un segundo, ya hasta pensaba en acampar fuera. -dijo con un tono de diversión.

            - Disculpe usted, Piccolina -dije mientras insertaba la llave en la cerradura-, le aseguro que esto no volverá a pasar; a partir de ahora estaré al pendiente de todos sus movimientos para que usted no tenga que esperar. -Dije abriendo la puerta y haciendo una media reverencia burlona. Ella solo río y entro.

            - ¿Cómo vas con tus evaluaciones? -pregunté cuando ambas estábamos dentro de la habitación.

            - Ay, ni me recuerdes. -Dijo la pelinegra dejándose caer en su cama-.  Nos pidieron hacer cinco planos y no nos dieron fecha de entrega; así que supuse que eran para hoy. Así que toda la semana me los pasé haciendo y…-cerro las manos en forma de puño en el aire-.  ¡Son para la maldita siguiente semana! -Reprimió un grito de frustración y me reí-.  ¿Qué es tan gracioso? -Preguntó levantando el torso con ayuda de sus codos y dirigiéndome una mirada de confusión.

            - Que… -no podía contener la risa-.  todos saben que cuando un profesor deja trabajos en semana de evaluaciones; los trabajos se entregan el día del examen. -Solté una gran carcajada; su mirada se endureció, pero tenía una pizca de diversión en los ojos.

            - ¡¿Y no podías decírmelo?! -exclamó tomando con fuerza su almohada.




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