Pequeña estrella fugaz.

Capítulo 5.

Salimos de la facultad después de tomar mis cosas necesarias; no necesitaba empacar ropa por el hecho de que nos quedaríamos en la casa de mis padres; Vanessa llevaba una de las grandes maletas con las que llegó, perecía que nos íbamos a ir todo un mes y no un solo fin de semana.

            La casa de mis padres se encontraba a las orillas de la ciudad, a las faldas del canal Arno. Teníamos muchos lugares de interés por visitar, como la Basilica di Santa Trinità, la Plaza de la Señoría, el Palazzo Medici Riccardi y más.

            El camino trascurrió con calma; yo iba escuchando música y ella viendo por la ventana del auto tomando fotos de las diversas construcciones alrededor de la ciudad. Llegamos poco antes de media hora en el camino; el sol comenzaba a ocultarse, el cielo tenía ciertos tonos de naranja y rosa mezclados; volaban un par de aves en el mismo. Cerca del canal se observaban familias, parejas y amigos caminando; todos andaban sin preocupación, simplemente disfrutando de la vida.

            - ¿Vives ahí? -pregunto con cierto asombro en cuanto nos detuvimos enfrente de la casa; era una hermosa casa hecha con ladrillos y piedras que le daban un cierto relieve irregular a la fachada exterior.

            - Algo así, esta casa solo se utiliza cuando se tienen visitas externas; es la casa más “olvidada” de mis padres, así que todo estará bien. No sabrán que estuvimos aquí. -Ella solamente asintió y entramos.

            La entrada era muy hermosa para ser sincera; las paredes estaban pintadas de un amarillo pastel, había un espejo grande al lado izquierdo; un largo pasillo que daba a la sala. En la parte trasera se encontraba el patio, este se observaba desde la sala, estaba verde con el césped recién cortado; la cocina se encontraba del lado derecho de la sala, al lado de esta estaban las escaleras que daban al piso superior. Vanessa veía todo con asombro; ponía atención a cada detalle, desde el candelabro que colgaba del techo, la chimenea de la sala hasta las esculturas que se encontraban en las esquinas de la habitación.

            - Si gustas, puedes explorar la casa, tenemos una piscina, una biblioteca, un área de meditación y una sala de cine; esta casa es muy pequeña y menos lujosa en comparación de las demás.

            - ¿Menos lujosa? -pregunto con incredulidad-.  Ya quisiera tener algo así. -Entendía a lo que se refería, me preguntaba cómo sería la pequeña casa de su padre.

            - Mis padres suelen gastar el dinero como quieren; invierte en grandes empresas, comparan propiedades y en todo lo que les deje una gran suma de dinero en los bolsillos -ella se dejó caer en el sofá y asintió-.  Bueno, ¿qué te gustaría hacer?

- Vinimos para pasar un buen fin de semana y para que conozca la ciudad, entonces ¿qué estamos esperando? -se puso de pie y tomo solo su celular y lo que parecían un par de euros- Vamos a divertirnos.

Salimos de la casa y la primera parada que hicimos fue al lado del canal; no era un lugar de interés para mí, pero al parecer a ella hasta las pequeñas aves que se encontraban ahí eran relevantes. Decidimos hacer nuestro recorrido a pie, ya que así (según ella), podríamos disfrutar del lugar tranquilamente. Siendo sincera, a mí no me causaba ni una emoción el admirara las pequeñas cosas de la ciudad; hacía años que vivía en esa zona, pero a ella… cada pequeña cosa le impresionaba, cómo aquella chica violinista que practicaba en su balcón.

El primer punto de interés que ella deseaba visitara era la Basilica di Santa Trinità, dudaba que estuviera abierta, debido a que ya eran las siete de la noche; el cielo se empezaba a teñir de tonos azul noche y morado, pero ante mi negatividad ella dijo:

- Vamos, no seas aguafiestas -tomo mi mano para que me apresurara a caminar mientras yo protestaba con paso perezoso-, nada de objeciones. Te vendría bien dejar de ser tan amargada.

- Y a ti te vendría bien dejar de ser tan excéntrica y positiva- embocé una sonrisa burlona y ella hizo lo mismo-; por Dios, te juro que hasta en mis peores sueños veo tu gran sonrisa, tu positivismo ¡Ah! -exclamé un tanto frustrada- ¿Podrías dejar de ser así tan solo cinco minutos? ¡cinco minutos! No te pido más. -ella soltó una pequeña risa.

- Si no soy yo la que te saca de tus casillas -se detuvo enfrente de mí- ¿Quién será? -Se dio la vuelta y seguimos caminando.

- Nadie, te juro que no quiero que nadie me joda. -Volvió a detenerse y a darse la vuelta.

- Entonces, si no quieres que nadie te joda… -hizo una pequeña pausa- ¿Por qué no me has corrido? -Dijo en tono burlón y siguió caminando.

- Te lo he dicho indirectamente, pero eres muy positiva para verlo y aceptarlo. -Volteo hacia mí sin detenerse y me sacó la lengua; tal vez era un gesto muy infantil, pero, le correspondí al gesto.

 

Caminamos en silencio los siguientes cinco minutos hasta que llegamos a la Basilica.

- ¡Cerrado! -exclamó en cuanto llegamos y vimos que estaba totalmente cerrado.

- Te lo dije -dije con cierta ironía al verla molesta.

- Si hubieras caminado más rápido o no ser tan amargada; tal vez, solo tal vez hubiéramos llegado a tiempo.

- Te equivocas cariño, cierran a las siete; y nosotras salimos a las siete de la casa, así que no hay forma de que hubiéramos llegado a tiempo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.