Pequeña estrella fugaz.

Capítulo 23.

A la mañana siguiente desperté en el departamento junto a Vanessa. Me sentía desconcertada debido a que no recordaba el cómo habíamos vuelto.

Me dispuse a dormir, pero un sonido en la cocina y unos murmuros hicieron que me pusiera de pie. Tomé un zapato que me quedaba cerca y salí de la habitación a pasos suaves.

- Pero no puedes hacer eso, traicionarías su confianza. -Decía una voz de mujer que en su momento no reconocí.

- Lo sé, pero es por un bien mayor. -Respondió la voz de un hombre, la cual tampoco reconocí en el momento-. Es por un bien mayor. -Dijo como si tratara de convencerse a sí mismo de ello.

Entré a la habitación en puntillas, y al ver de quien se trataba aventé el zapato fuera de la habitación, causando que dirigieran sus miradas a mí.

- Eli, buenos días. -Se trataba de Alex y Lizzi, fue ella la que me saludó mientras mi hermano volvía a su postura relajada.

- Hola, ¿qué hacen aquí? -Dije avanzando hacía ellos para darles un pequeño abrazo.

- Hoy nos vamos, ¿recuerdas? -Dijo mi hermano en cuanto estuve frente a él-. Nos llamaron para decirnos que necesitaban que fueran por ustedes, así que fuimos y las trajimos al departamento para que tomaran sus maletas y nos fuéramos; claro, necesitamos pasar a mi departamento por nuestras cosas. -Solamente asentí con la cabeza y cuando estaba apunto de darme la vuelta para ir por Vanessa recordé su conversación.

- Sí, solo tengo una pregunta -dije viendo a ambos- ¿De qué estaban hablando cuando llegué?

Lizzi miró preocupada a Alex, y esté movió los hombros como tratando de acomodar la carga que tenía en los hombros. Este cruzó los brazos sobre su pecho y se aclaró la garganta.

- No es nada, no tienes de qué preocuparte. -Encarné una ceja y él notó que no iba a dejar de preguntar-. Se trata de padre, el estar aquí es traicionarlo -hizo comillas en el aire-, pero eso me importa un bledo.

Miré de reojo a Lizzi y ella me sonrío con una sonrisa algo preocupada. Me di la vuelta y me dirigí a la habitación; al entrar Vanessa ya se encontraba despierta y se había cambiado de ropa.

- ¿Qué ocurre? -Preguntó en cuanto entré a la habitación y cerré la puerta detrás de mí.

- Nada, bueno, hoy es el viaje y Alex y Lizzi ya se encuentran aquí. ¿Tienes todo listo?

- Claro que sí, hice mi maleta ese mismo día. -Una sonrisa tierna se dibujó en sus labios y me contuve las ganas de besar sus mejillas.

Salió de la habitación y yo aproveché para hacer mi maleta; le propuse a Alex el que fueran por sus cosas al departamento y que regresaran por nosotras, a lo que accedió lanzando algunos reproches, pero como siempre, accedió a todo lo que decía. Una hora después ya tenía mi maleta lista y Alex estaba devuelta con nosotras.

 

- El plan es este. -Dijo Alex en cuanto llegamos a la estación de ferrocarriles-. Serán tres días en Mila, tres en Venecia y cuatro en Roma. ¿Les parece bien?

- Solo una pregunta -Vanessa levantó la mano como si estuviera en clase y Alex trató de ocultar una mueca de disgusto-. ¿Viajaremos a todos lados en tren? Porque son más de cuatro horas de trayectoria entre Venecia y Roma. Yo estaba pensando que tal vez…

- Vanessa. -La interrumpí debido a que hasta a mí me estaba empezando a molestar.

- No, no Vanessa -Habló mi hermanó lo más sereno posible-. También viajaremos en avión, así que no te preocupes. -Forzó una sonrisa que no le llegó a los ojos, pero Vanessa le regresó la sonrisa más verdadera que él podría llegar a ver algún día.

Por los altavoces se escuchó que era hora tomar nuestro tren, ya que este partía en quince minutos.

- Bueno, llegó la hora. -Dijo Lizzi con una bonita sonrisa y tomó de la mano a Alex.

El vagón era doble de primera clase, así que teníamos todas las comodidades necesarias. Al entrar, Vanessa silbó de asombro y yo le di un pequeño codazo, a lo que ella me miró desconcertada, pero la ignoré.

El camino duró aproximadamente dos horas y media. Durante el trayecto, Vanessa hizo su mejor esfuerzo por mantenerse callada, lo cual fue una gran idea. Alex se veía preocupado y alterado, pensé en preguntar el motivo, pero decidí callar.

Al llegar, fuimos directamente a nuestro hotel ubicado en la mejor zona de la ciudad. Vanessa y yo íbamos a compartir una habitación para nosotras solas, mientras Alex y Lizzi tenían su propia habitación.

El saber que iba a estar con Vanessa en un viaje de “pareja” me hizo mucha ilusión. Ambas salíamos por nuestra cuenta, nuestras tardes las disfrutábamos en museos de arte, tiendas exclusivas de ropa, en restaurantes finos, y disfrutando el momento.

Mis recuerdos vagan en los maravillosos momentos que vivimos, el cómo los rayos del sol golpeaban el rostro de Vanessa, el taco de sus labios contra los míos, nuestras manos entrelazadas mientras recorríamos las calles de Milán. No me preocupé te tomar demasiadas fotos, solamente las necesarias.

En Venecia fue lo mismo, disfrutar el momento y crear recuerdos que me duraran para siempre. Vanessa bromeaba con que estábamos en Ámsterdam y prometimos que algún día iríamos de viaje y fumaríamos hierva, yo reí entre risas, pero como siempre, terminé aceptando.




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