Pequeña estrella fugaz.

Capítulo 27.

A la mañana siguiente me desperté cuando tocaron la puerta, la cabeza me daba vueltas debido a que la noche anterior había estado bebiendo. Me coloqué mi bata y salí a abrir la puerta. Por el rabillo de la puerta pude ver que se trataba de Alex. Abrí y al entra estaba hablando con alguien por teléfono.

- Sí, ya estoy con ella; en un momento vamos -me miró y tomó aire- danos una hora. -Colgó y entró al departamento- ¿Qué diablos pasó aquí?

- Nada que te importe. -Dije cerrando la puerta- ¿Qué haces aquí?

- Padre me mandó por ti, y ya pasan de las nueve -tomó asiento en el sofá con los brazos estirados-. Se supone que desde hace una hora que deberías de estar allá.

- No me dijo nada.

- Lo sabrías si al menos te molestaras en abrir la correspondencia. -Dijo mientras se limpiaba las uñas con un aire de diva- ¿Estuviste bebiendo? -Preguntó mirando a su alrededor.

- Algo así -el suspiró un poco molesto y endureció su postura-. Dame un segundo, iré a cambiarme.

Dicho esto, regresé a mi habitación y me di una ducha rápida. Escuché como encendía la estufa y buscaba en la alacena. Me vestí con ropa casual para oficina y me hice una coleta en el cabello, unos mechones se escapaban de ella, pero no le di importancia. Mientras me terminaba de arreglar frente al espejo, pude ver el dije que me había regalado Vanessa hacía ya dos meses; lo pensé por un momento, pero al final opté por llevarla puesta, así tendría a mi amuleto de la suerte junto a mí.

Al salir, Alex ya me esperaba con un café y unos wafles en la cocina, le di las gracias y desayuné en silencio.

- Te afecto, ¿no? -Yo asentí y retuve las ganas de volver a llorar.

- Estarás bien en unos días, eres una mujer fuerte. -Apretó mi hombro y yo asentí.

Media hora después ya nos encontrábamos en una de las propiedades de mi padre a las afueras de la ciudad.

- ¡Diles a esos idiotas que no tengo tiempo para sus idioteces! -Estaba al teléfono gritándole a quien sabe quién del otro lado de la línea- ¡Mis tierras, mis reglas! No me van a comprar con dinero -se quedó callado mientras el otro sujeto hablaba-. No me van a estar intimidando, si lo hacen cancelamos el trató y se tendrán que largar. -Colgó el teléfono bruscamente y se frotó la cara. Murmuró algo que no pude entender; parecía frustrado y desesperado, al verme, su expresión cambió totalmente y se levantó de su asiento y se dirigió a abrazarme.

- Hola, padre. -Dije en cuanto me abrazó.

- ¿Cómo ha estado mi principessa? -Me dio un beso en la mejilla y su barba me causó cosquillas.

- Hola, padre ¿qué es lo que necesitas?

- Necesito que te hagas cargo de tu propia parte del negocio, así que ven -nos dirigimos a otra habitación con Alex detrás de nosotros, en la habitación había un montón de papeles desordenados y un ordenador-. Tu misión es ordenar todo esto y clasificar las cuentas; ya sabes, todo eso.

- ¿Esto era realmente urgente? -él lo dudó un poco, pero sintió.

- Sí -dijo con un aire de desprecio-. Mientras, tú -señaló a mi hermano- acompáñame a lidiar con esos idiotas.

Mi hermano se puso tensó, pero asintió y ambos salieron de la habitación. Yo me quedé ahí sola y me dispuse a trabajar.

Los documentos eran de los costos y ganancias, al igual de las rentas de las propiedades que se encontraban fuera de la ciudad. Empecé a acomodar los papeles por año, desde el más antiguo al más reciente.

Me llamó la atención el hecho de que un nombre se repetía entre los papeles de renta; el contrato más antiguo era de hacía diez años, el siguiente cinco años después y el resto era un contrato anual. Me resultó extraño debido a que mi padre no solía rentar las tierras a la misma persona más de tres veces; decidí ignorarlo y seguir con el resto.

Los ingresos eran cantidades asombrosas, en especial las de ese cliente; anoté en una libreta las cantidades irregulares y continué. Me concentré tanto que cuando me percaté de que era tarde fue porque la tripa me rugió de hambre. Bajé al comedor y la mesa del buffet ya estaba lista, tomé una manzana y un poco de agua para calmar el apetito.

Vi como los trabajadores entraban y salían, varios iban vestidos con ropa de jardinería, lo cual me resultó completamente normal; esta casa tenía más de una hectárea de campo, y aparte estaban los jardines de mi madre, los cuales siempre deberían de permanecer perfectos, fue por ello que no le tomé importancia.

Me encontraba comiendo sola cuando mi padre llegó con Alex, al parecer venían discutiendo.

- ¡¿Cuántas veces te he dicho que me dejes hablar a mí?! -Le gritaba a mi hermano- ¡¿Quieres que ella se vea involucrada?! ¡Eh! ¡Eso quieres! -Mi hermano permanecía callado, con la vista fija en el suelo- ¡Te estoy hablando!

- N… no, padre. -Dijo él tartamudeando aun con la vista fija en el suelo.

- Perfecto -dijo mi padre acomodando su saco-. Ahora ve por tu hermana y llévala a su departamento y asegúrate que no vuelva a beber.

- Considero que yo puedo decidir si quiero beber o no. -dije uniéndome a su conversación y poniéndome de pie- ¿No es así, Alex? -Él trató de relajar su expresión y la cambio a una expresión relajada, como el típico Alex.




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