Pequeña estrella fugaz.

Capítulo 32.

Cuando desperté vi a Leah a mi lado, ella se encontraba llorando y Nik se encontraba consolándola. Por un momento creí que lo anterior había sido un mal sueño, que lo que había pasado en la semana no había sido más que una pesadilla, pero no era así; lo comprobé por el vestido negro de Leah.

- ¿Leah? -Traté de incorporarme, pero mis fuerzas eran nulas y terminé cayendo sobre mis codos.

- No, no, Eli, quédate así. -Dijo ella en cuanto me vio, se sorbió la nariz y se puso de pie-. Iré por Alex, tienes que hablar con él.

Salió de la habitación y Nik se quedó conmigo, este se sentó en la cama y me miró con una expresión de pésame.

- Por favor dime que todo ha sido un mal sueño. -Él bajó la mirada y negó con la cabeza.

Quería llorar, pero ya no tenía las fuerzas, no tenía la determinación para hacerlo.

- Su padre ha hablado, quieren que seas tú quien le de la noticia.

Yo asentí; nunca antes había hablado con su padre, y se me hacía injusto que esta sea la primera vez, la primera vez que hablaría con él, y le daría una pésima noticia.

Alex entró corriendo a la habitación, al verme, noté la culpa en sus ojos; se limpió las lagrimas y se acercó a mí. Leah y Nik salieron de la habitación dejándome a solas con él.

- ¿Cómo te sientes?

- ¿Dónde esta el cuerpo? -Pregunté con expresión fría. Él lo dudó un poco pero después de unos segundos contestó.

- En la morgue.  -Al escuchar eso, todo en mí se rompió-. Están viendo qué se va a hacer con el cuerpo; creemos que es justo darle de una buena vez un funeral digno, su padre podría venir para el mismo y…

- No -lo interrumpí-, la tenemos que llevar a México.

- ¿Por qué lo dices? -Recordé nuestra conversación de hacía dos meses.

- Negrete.

- ¿A qué te refieres?

- Un cantante mexicano, una canción… Vanessa me lo dijo.

Mi hermano asintió y me dio el teléfono para hablar con el papá de Vanessa. Él contestó a los tres tonos.

- ¡Bueno! ¿Vanessa? -Al escuchar eso, me dio un revuelo en el corazón. ¿Cómo le diría que ya no volvería a escuchar a Vanessa?

- Señor Rodríguez -fue lo único que pude estructurar.

- Él habla, ¿ya la encontraron? -me quedé en silencio y sollocé-. No, no… -Empezó a titubear- ¡No! ¡Mi hija!

Si para mí era desgarrador, no me quería imaginar cómo se sentía él. Ambos lloramos uno en cada línea telefónica; escuché como lloraba y gritaba; sus familiares se acercaron a él para consolarlo, pude sentir su dolor… pude sentir mi dolor.

- Solo te pido que traigas sus restos, no importa la forma -se sorbió la nariz y volvió a sollozar-, por favor.

Yo accedí y simplemente colgué, no podía despedirme de él; aun no.

Pensé en ir a la morgue, pero me arrepentí; mandé a Alex a dar la orden de que la cremaran y que pusieran sus restos en el mejor cofre.

Todos se fueron del departamento dejándome sola. Recorrí todo el departamento recordando todo, nuestro primer beso, las noches de películas, la fiesta de cumpleaños, la primera vez que hicimos el amor… nuestra pelea.

Me detuve en el cuadro, nuestro cuadro que hacía unos meses había pintado. Recordé la sensación de haber bailado con ella, cómo se sentía su cuerpo junto al mío, su respiración… todo.

Fui al toca discos y puse Thinking out loud, me senté en la alfombra y me hice ovillo para poder llorar. La canción que me traía hermosos recuerdos, ahora me traía un recuerdo muy doloroso.

Oreo fue a frotarse a mis pies, sabía que él también estaba sufriendo por la muerte de Vanessa, pero no podía compartir mi dolor con él. Me puse de pie y fui por algunas cosas de Vanessa, tomé su ropa, almohadas, peluches y sus cosas de la escuela; con ello hice un circulo y yo me coloqué en medio, sentía que de una u otra forma seguía conmigo.

Fui por un poco de agua y me percaté que en la mesa había una mancha de café; recordé que ese día, Vanessa había tirado un poco de expreso por andar con las prisas, como siempre. Sonreí melancólicamente ante aquellos recuerdos, momentos que solamente vivirían en mi memoria incapaz de crear nuevos con la persona que más había amado.

Alex regresó con las cenizas de Vanessa en una hermosa urna de color dorado con unos pequeños diamantes alrededor. Al verme sentada en medio de las cosas de Vanessa, él sonrió y se sentó a mi lado, me mostró la urna y pasó un brazo por mis hombros.

- Gracias.

- Es lo menos que podía hacer.

Nos quedamos en silencio mirando la urna, quería llorar, pero ya no tenía las fuerzas para hacerlo.

- No entiendo cómo fue que pasó… -él se tensó a mi lado y se frotó la cara.

- Hay algo que debo de decirte. -Yo asentí invitándolo a que continuara-. Los sujetos de lo que se hablaban… no era la primera vez que estaban en el país, y padre y yo teníamos negocios con ellos. Nos contrataron hace años para sembrar y cosechar drogas; por un tiempo desaparecieron, pero volvieron. Este año las cosas se pusieron muy feas, mi padre se negó a seguir con su acuerdo, a lo que ellos se alteraron y lo amenazaron con hacerte daño. -Me tensé un poco al escuchar eso-. Los sujetos que mataron a Vanessa fueron ellos, ellos venían por ti.




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