Mis clases comenzaban a las nueve de la mañana, pero al parecer las de ella empezaban antes; desde las seis de la mañana se había despertado y metido a bañar; afortunadamente algunas habitaciones tenían baño y regadera, y yo, bueno nosotras éramos afortunadas de contar con una de esas habitaciones. ¡Dios! Hacía demasiado ruido, me di la vuelta para tratar de aminorar el ruido, pero no logré nada.
Salió de la habitación media hora antes de las siete, suponía que para pasar a desayunar algo, o yo qué sabía. Aproveché para dormir un poco más y mi alarma sonó a las ocho de la mañana; me dispuse a darme una ducha rápida y al salir de la ducha me dirigí al armario y me percaté de que Vanessa no había metido su ropa al armario, pero, en fin; no sabía qué ponerme. Procuraba que mi ropa no fuera tan llamativa en la escuela, aunque obviamente me gustaba vestir con las mejores marcas.
Opté por una pequeña falda tableada rosa que me llegaba a media pierna con un top blanco, y para combinar una chaqueta negra de cuero, dejé mi cabello suelto y me agradó el resultado. De repente, mi mente me planteaba las posibilidades de encontrar a Vanessa… Rápidamente me deshice de ese pensamiento. ¿Por qué me importaba eso?
Saliendo del edificio me dirigí a la cafetería y solamente me compré un sándwich de atún y un licuado de fresa; me encontré a Leah saliendo de la librería con su novio, un rubio de intercambio de origen ruso, ambos estudiaban arte, he de confesar que su historia de amor me fascina; en cuanto me vieron los saludé con un ligero movimiento de cabeza y seguí con mi camino.
Mi día transcurrió tranquilamente, no me encontré a Vanessa en los pasillos de la facultad, lo cual era… ¿bueno? No lo sabía. Al terminar mis clases me disponía a salir del edificio de clases cuando vi a Vanessa hablando con Jack, uno de los perfectos casanovas de la facultad. Él era alto, rubio y con unos ojos color avellana que encantaban a cualquier chica; pensé en hacer algo, que no se dejara envolver por el falso encanto de este; pero supuse que se sabía cuidar sola. Así que me esfumé con el resto de los chicos pasando desapercibida para ellos.
Me quedé en la habitación para ver si Jack acompañaba a Vanessa hasta la habitación, pero pasaron las horas y no daban señales de su presencia. Pensé en salir por comida, pero opté por mandar mensaje a un chico que en ocasiones me invitaba a salir para que me trajera algo de comer; en menos de veinte minutos ya estaba afuera de mi habitación con mi comida china, solamente me limité a pagarle y a dedicarle una sonrisa como agradecimiento; y cerré la puerta en su cara.
Eran las ocho de la noche cuando escuché risas fuera de la habitación, me dirigí a la puerta para escuchar un poco más y al acercarme pude comprobar que se trataba de Vanessa y Jack. Pensé en abrir la puerta, pero en cuanto escuché que se despedían corrí a mi cama y abrí un libro. Ella entró con una gran sonrisa en la cara y me limité a verla de reojo.
−Tienes al revés tu libro. −Se limitó a decirme aun sonriendo.
Mierda.
−Oh sí, es solo que…−Piensa Elizabeth, me repetía internamente−. Anoté unas cosas cabeza arriba, así que…−Moví el libro en el aire.
Se limitó a asentir con la cabeza y se acostó en su cama.
−Y… ¿qué tal el día −empecé a decir mientras me ponía de pie para dejar el libro en su lugar. ¡Dime qué diablos hacías con Jack! Exigía mi mente.
−Genial. −Me dijo con una gran sonrisa en la cara−Conocí a alguien y es… perfecto.
Solté una carcajada ante eso.
−Piccolina, créeme cuando te digo que Jack es todo, menos perfecto. −No pude contener mi carcajada, esa pequeña minina creía que Jack era perfecto, ¡ay Dios! Dame paciencia. Volteé a verla y estaba enfurecida, al parecer había cruzado la línea−. Ok, perdón; creo que…
−¡¿Puedes decidir si nos llevaremos bien o no?! −Soltó con la cara enrojecida. −Él solo quiso mostrarme la facultad. ¡No más! −Bramó y ahogó un grito con la manga de su chamarra.
No sabía a qué se debía su enojo, pero me mantuve serena.
−¿Estás segura que no te quería enseñar su habitación? −Susurré.
−¡Dios! ¡¿Qué tienes en su contra?! −Gritó levantándose de su cama−. Él me lo advirtió, lo odias sin razón alguna, ¡lo odias!
−¿Qué no lo conozco? ¿No tengo motivos? −Traté de sonar tranquila −. ¿Sabes que ya tengo dos años en esta escuela y conviví con él? ¡¿No verdad?! −Estaba totalmente furiosa, pero traté de retomar mi postura−. Solo te diré que lo conozco desde hace años y tengo mis motivos para odiarlo, trato de advertirte; pero si no quieres escuchar, está bien. Solo un día no vengas llorando y diciendo que no te lo advertí.
Tomó su almohada y la aventó en mi dirección pero logré esquivarla; cuando estaba a punto de aventarle un libro que tenía a la mano, empezó a llorar y salió de la habitación azotando la puerta detrás de ella. Tardé un momento en procesar lo que acababa de pasar, pero… ¡¿Qué mierda?! Dios, creía que esa chica tenía serios problemas psicológicos. Me preguntaba si iría con la coordinadora y le pediría un cambio de habitación o algo por el estilo; y si lo hubiera hecho así, no me hubiera sorprendido ni ofendido.
Esperé un rato despierta, haciendo la poca tarea que me habían dejado y obviamente, esperando a Vanessa. Pasaron dos horas y dieron las diez de la noche, y aún no llegaba, decidí esperar un rato más, inclusive vi una película, pero, acabó la película y seguía sin llegar; dieron las doce de la noche y fue en ese momento en el que decidí que iba a dejar de preocuparme por ella y dejar que hiciera lo que quisiera.