A la mañana siguiente me desperté en cuanto los primeros rayos de luz entraron a la habitación, faltaban cinco minutos para las seis. Dante seguía dormido abrazado a mi cuerpo. Me moví para levantarme y él se medio despertó y me apresuré a darle la excusa de que iba al baño y a darle un beso en la mejilla.
Tomé mi ropa que estaba en la silla al otro extremo de la habitación; me metí al baño para cambiarme y acomodar mi cabello. Salí sigilosamente del baño y Dante seguía dormido abrazando una almohada, me preguntaba si algún día nos volveríamos a ver. Para ser sincera, esperaba que no.
Salí corriendo y en la avenida tomé un taxi, estaba cerca de la plaza Michelangelo; apenas empezaba a haber movimiento en la ciudad, media hora después ya estaba en la facultada; las puertas se abrían a las seis de la mañana, así que esa era una perfecta hora para llegar. El taxi se detuvo en la entrada de la facultad; pagué cinco euros y bajé del taxi.
Según mis cálculos, Vanessa ya no debería de estar en el cuarto; sus clases empezaban a las siete así que consideré en ir directo a la habitación. Afortunadamente no encontré a Lizzi, porque en ocasiones se ponía en modo: soy la mejor detective de esta serie de televisión que has visto en toda tu vida. Así que, por el momento, prefería evitarla. Busqué mis llaves y al tratar de introducirlas en la cerradura me di cuenta que estaba abierta. Giré la manija para abrir y entré.
Ahí estaba ella, en su cama vestida y lista para ir a clases; en cuanto cerré la puerta dirigió su mirada hacía mí. Sus ojos se abrieron completamente y al verme corrió a darme un abrazo.
−¡Dios! ¿Dónde mierda estabas? −Seguía aferrada a mi cuerpo y yo estaba paralizada, no sabía si devolverle el abrazo o no−. ¡No sabes lo preocupada que estaba!
−Hey, tranquila −dije zafándome de su abrazo−, te dije que estaba bien, no tenías que preocuparte de nada.
−¡Te mandé cientos de mensajes y no contestabas! −Lucía furiosa
−Al final te contesté no…
−Ah sí, tu gran respuesta −dijo interrumpiéndome−. Todos tenemos derecho a divertirnos, Vanessa. No eres la única en mí vida. −Dijo haciendo comillas en el aire−. No sabía si estabas con alguien más, si estabas borracha, si alguien te había robado tu teléfono y mandó ese mensaje para despistarme o algo. −Hizo una pausa para calmarse−. Estaba a punto de buscar a Lizzi.
−Vanessa, no te preocupes por mí; sé cuidarme sola.
−Bueno, al menos sé capaz de decirme a donde sales y con quien. −Eso me molestó un poco, quería que le dijera exactamente dónde estaba y con quién, ¿Quién se creía ella para tener ese derecho sobre mí?
−Oh sí claro −dije sarcásticamente−, así como tú me avisas cuando sales; oh, cierto, no tienes que hacerlo porque es obvio que estás con Jack.
Se dio la vuelta y me dio la espalda reprimiendo un grito; al principio creí que se iba a ir y me iba a dejar sola. Caminó hacía la puerta, pero cuando estaba a punto de girar la manija, se detuvo y volvió a darme la cara.
−¡Dios! ¡Eres imposible! ¿Me dirás cuál es tu maldito problema con Jack de una vez por todas? −Le sostuve la mirada y me quedé callada. Abrió la boca para decir algo, pero se arrepintió y la cerró; se quedó un momento así y salió de la habitación.
Ya iba tarde a su clase, no sé ni siquiera porque se molestó en tratar de asistir; apenas eran las ocho de la mañana, así que yo estaba a tiempo de tomar mis clases. Aprevine mis cosas para el día y salí de la habitación, fui directo a la cafetería; no había comido nada desde el día anterior en la tarde, me dolía la cabeza por el alcohol. Así que fui por una pastilla a la enfermería.
Al llegar me encontré a Jack fuera de esta, esperando para entrar o tal vez esperando a alguien. Al darse la vuelta me vio y al verme embozó una sonrisa.
−Pero si es la señorita Mancini. −Dijo en un tono burlón−. ¿A qué se debe este placer? −Le sostuve la mirada dando una expresión enfurecida−. Oh, ya veo. Sigues odiando ese apellido; pues qué crees querida −dio un paso hacia mí−; te guste o no, compartimos…
−Idiota −lo interrumpí−, será mejor que te calles sí no quieres problemas. −Embozo una sonrisa burlona y retrocedió con las manos en alto.
−Perdóneme señorita... −hizo una pausa acariciándose la barbilla− señorita D’angelo. −Le dediqué una sonrisa falsa y desvíe la vista−. Supongo que ya conoces a mi nueva amiga Vanessa.
Una sonrisa maliciosa se formó en sus labios mostrando sus perfectos dientes, ¿Acaso sabía que Vanessa y yo nos conocíamos? Lo más importante... ¿Había entrado a la habitación?
−Escúchame bien idiota −dije dando un paso hacia él−, si...
−¿Quién sigue? −Me vi interrumpida por la enfermera.
−Las damas primero. −Dijo Jack haciendo una reverencia burlona.
Reprimí mis ganas de golpearlo y entré al cubículo; ya estando dentro me limité a decirle que tenía un dolor de cabeza insoportable. Me dio una pastilla y me proporcionó un par de pastillas de repuesto por si el dolor continuaba. Al salir lo encontré apoyado en la pared del cubículo, aún con su sonrisa maliciosa. Esto sin duda alguna iba a empeorar mi dolor; tenía que hablar claramente con Vanessa sobre el hecho de que alguien más visitará la habitación y sobre Jack.